Cuando a finales del pasado año José Mourinho auguró para febrero un Tottenham que daría miedo, pocos imaginaron encontrar en las postrimerías de marzo un equipo digno de lástima. Al técnico portugués hasta el momento se le ha hecho imposible dar con la tecla exacta para sofocar la crisis de identidad que afronta el club desde inicios de temporada.
Ni siquiera el efecto placebo de su fichaje en la jornada 13 de la Premier League logró borrar el fútbol apático y descolorido de una oncena, a priori, con calidad suficiente para asumir objetivos importantes en cualquier tipo de competición. Luego de cumplir 26 partidos al frente del banquillo de los Spurs, la entidad londinense se ubica octavo en la tabla de clasificación de la liga—a cuatro puntos de la Europa League— y ya fue eliminado de la FA Cup a manos del modesto Norwich City y apaleado en instancias de octavos de final de la UEFA Champions League por el Leipzing de Julian Nagelsmann.
Si bien la aventura para el luso suponía un reto sumamente difícil al aceptar las riendas de un conjunto que la campaña anterior llegó al clímax del proyecto deportivo liderado por Mauricio Pochettino, la empresa de enderezar un vestuario deforme se le ha antojado más espinoso de lo previsto y no ha parado de acumular récords negativos.
La enésima incursión de “Mou” en tierras inglesas esta vez se ha permeado por la inconveniencia de las lesiones, quizás, el principal causante de una gestión atropellada y vacilante. Las bajas de piezas imprescindibles en el once inicial durante los últimos años como Harry Kane y Heung Min- Son han afectado sobremanera el poderío ofensivo de una escuadra que, encima, tiene en la enfermería al jovencito Steven Bergwijn, traído en el mercado de invierno para intentar aplacar la carencia de cromos en el ataque. Sin mencionar las lesiones de Davies, Foyth o Sissoko.
La ausencia forzada de jugadores claves ha venido a confirmar la sospecha de una planificación cuanto menos defectuosa. De ignorar las ventanas de transacciones, Levy y compañía pasaron a comprar impulsados más por la bula que por las necesidades manifiestas de una escuadra consciente de contar con un esquema táctico frágil necesitado de fichas para rotar.Sin embargo, tampoco se juega bien. Aunque la plantilla se ha predispuesto al exiguo trato del esférico, las transiciones rápidas y los contraataques, aun se vislumbran demasiadas inconsistencias relacionadas con la presión, la recuperación en la zona medular del campo y la solidez defensiva.
El crédito del autoproclamado "The Special One" comienza a ponerse en duda, pero poco puede hacer a corto plazo. Mourinho necesita tiempo para despojar los vestigios que aun queden de Pochettino y cuajar una nómina a su imagen y semejanza. El panorama para nada resulta alentador. Quedarse fuera de la Champions pudiera provocar la fuga de las principales figuras, por lo que la zona noble de la entidad deberá emplearse a fondo para mantener la conformidad y, ya metidos en el asunto, invertir para traer aquellos futbolistas capaces de recuperar las buenas sensaciones.
Puede que este resulte el mayor reto en la carrera de uno de los estrategas más exitosos de las últimas décadas. El devenir de las jornadas dirá si, en definitiva, mantiene su romance con los títulos. Por el bien del balompié, esperemos que así sea.
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