China: el nuevo imperio del fútbol

Sus posibilidades ahora mismo son casi nulas si analizamos que su selección nacional se ubica actualmente en el puesto número 84 del ranking mundial de la FIFA, por debajo de países como Antigua y Barbuda, Haití, Gabón o Uzbekistán y que su mayor éxito, hasta el momento, fue clasificarse para la Copa Mundial del 2002 en Corea del Sur y Japón, donde quedaron eliminados en primera fase (perdieron los tres partidos sin anotar gol). Pero ya sabemos que con los chinos nunca se sabe y casi siempre logran lo que se proponen.

Su estrategia, aunque no es carta seguro del éxito, no es para nada desechable. Mercantilismos aparte, el objetivo es mejorar el fútbol chino y eso ha echado a andar una nueva maquinaria.

Así de claro lo han dejado en el último mercado de fichajes, donde los equipos de la Superliga china se convirtieron en noticia al protagonizar algunas de las transferencias más sonadas del invierno. Los clubes de esa nación desembolsaron un total de 201,9 millones de euros en contrataciones, convirtiéndose así en la segunda competición que más dinero invirtió solo superada por la Premier League de Inglaterra (255,1 millones).

La última gran estrella que vagabundeaba por el fútbol chino era el brasileño Robinho, una especie de jugador de los que gustan por aquellos lares. Otros como Didier Drogba o Nicolás Anelka también tocaron balón allí pero luego del aterrizaje por este camino exótico de hombres como Ezequiel Lavezzi,  Ramires, Gervinho o el de Jackson Martínez (comprado al Atlético de Madrid por 45 millones de euros y hasta el momento el traspaso más caro de la historia del fútbol asiático), han convertido a la Superliga china en un destino apetecible dentro del panorama futbolístico mundial.

El modelo, importado del Japón de los 90, de comprar viejas glorias del balompié ha sido sustituido por uno más viable y hasta jugoso. A golpe de talonario los chinos han realizado una fuerte inversión por potenciar el fútbol en el país, que no ha pasado desapercibida por el resto del mundo, pero que sobre todo busca elevar considerablemente el nivel de su competición.

Con el desembarco en tierras asiáticas de excelente futbolistas, sobre todo sudamericanos que militaban en clubes europeos, los chinos pretenden adquirir un conocimiento desconocido para ellos acostumbrados a aprender de memoria y luego reproducir cada movimiento con una pelota. Se trata de la filosofía del fútbol.

Sus movimientos en este último mercado de fichajes, han dejado claro que se encuentran en un periodo de expansión con capital más que suficiente para ello. Pero lo más significativo, amén de los grandes salarios que deben tener estos nuevos  fichajes, es su capacidad para convencer a algunas de la estrellas a cambiar de liga y probar suerte en el continente asiático, mientras sus equipos están en plena lucha por los campeonatos domésticos y algunos hasta clasificados para octavos de final de la Liga de Campeones.

En situaciones como la de Jackson Martínez, inadaptado a la dinámica del Atleti, la experiencia puede ser importante y en su punto hasta oxigenadora, pero cuidado esta danza de los millones en última instancia beneficiará a los chinos que absorberán todo el talento puro de estos chicos que, lastimosamente, irán bajando su nivel en correspondencia con la liga.

En el campeonato de China actualmente participan más de 80 extranjeros, entre técnicos y jugadores. El campeón actual Guangzhou Evergrande Taobao está bajo las órdenes de Luiz Felipe Scolari, ganador con Brasil del Mundial 2002. También han pasado por los banquillos de algunos de sus 16 equipos directores de renombre como Marcello Lippi (Campeón Mundial con Italia en Alemania 2006), Sven-Goran Eriksson o Mano Menezes.

La expansión de su fútbol no solo se basa en la compra de grandes jugadores. En los últimos meses han cerrado importantes acuerdos de patrocinio y hasta la compra de acciones en un club.

En España, el conglomerado chino Rastar Group adquirió el 45,1% de las acciones del club Espanyol, de Barcelona a cambio de 14,3 millones de euros, también Wang Jianlin, presidente del grupo Wanda, compró el 20 % del Atlético de Madrid por 45 millones de euros. Equipos de Inglaterra (Manchester City), Francia (Sochaux), Italia (Inter), Holanda (ADO Den Haag) y República Checa (Slavia de Praga) también cuentan con inversores chinos en sus mesas directivas.

Convertirse en una potencia futbolística mundial es también política de estado para China. Su principal aliado es el presidente, Xi Jinping, un fanático de este deporte que hace unos meses en su visita al Reino Unido aprovechó para hacerse una selfie con el crack argentino del Manchester City, Sergio Kun Agüero.

Si en Cuba algunos están preocupados porque el fútbol desbanque al beisbol como deporte más popular, a pesar de que no existen, ni tan siquiera, las condiciones ni los espacios necesarios para lograr la masividad de “nuestro pasatiempo nacional”, en China han promovido la construcción de 20 000 escuelas de balompié con el objetivo de recoger una cosecha de más de 100 000 jugadores profesionales.

Otra de las apuestas a largo plazo consiste en insertar a niños de entre 10 y 12 años en las canteras y equipos filiales de algunos de los equipos más importantes de Europa. Su formación allí, como un proyecto concebido hasta 2020, les permitiría aprender de primera mano los secretos de este deporte y además competir a un excelente nivel.

Por si esto no fuera poco, el gobierno quiere que el fútbol se convierta en asignatura obligatoria para los más de 200 millones de niñas y niños de primaria y secundaria, para lo que recibirán libros de texto sobre las tácticas y estrategias de esta disciplina.

Las probabilidades de que el futuro del fútbol en China sea sino brillante, al menos destacable son muy altas. No solo por todo el despliegue y la implementación de planes a largo plazo, sino porque más temprano que tarde, entre 1 400 millones de chinos por lo menos once tienen que salir buenos.