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jueves, 21 de noviembre de 2024

La palma de la mano

un blog de Luis Sexto Sánchez

Escritor de Epitafios

La mayoría de cuantos han poseído un estilo en las letra cubanas, se han distinguido por la construcción rítmica...

Luis Sexto Sánchez
en Exclusivo 12/05/2012
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Carátula del libro "Estampas (1941-1958)"
Carátula del libro "Estampas (1941-1958)"

El pasado adquiere en la vida humana el espacio recoleto y la naturaleza desordenada de un desván. Lo sabemos: hacia ese cuartucho va lo que ya parece que no sirve, hasta tanto, un día, en alguna búsqueda apremiada, o por el indolente escarbar de quien poco tiene que hacer, hallamos una pieza que nos sorprende y nos hace decir: Pero cómo yo me deshice de esto…

Podrá ser discutible el hipotético episodio, mas ello ocurre con frecuencia en la literatura y el periodismo.  Una frase lo resume: Ese autor o ese estilo  están demodée, como dicen los cultos en un “afrancesamiento”  que les confirma, o les calza, la cultura, aunque muchos no lo comprendamos. La moda, por tanto, cobra las prerrogativas de un talismán que nos ubica por encima de lo pasado, aunque por momentos uno admita que lo que está de moda no es superior a lo que se ha puesto fuera de sus límites.

Lo dicho es a propósito de un periodista sacado del baúl por Laidi Fernández de Juan, en un libro, de 2004  y con el sello de Ediciones Unión,  titulado Estampas, cuyo autor, Eladio Secades, nació en La Habana, 1908, y falleció en Caracas, 1976.

La primera característica de Secades es su estilo. Al menos en Estampas –columna que publicó en Alerta, Bohemia, también en el Diario de la Marina, durante  las década de 1940 y1950 con el nombre de Estampas de la época- emplea el llamado estilo analítico, o cortado, como también se le llama actualmente, que dicen que introdujo Azorín en nuestra lengua, pero a mi parecer lo anticipó  José Martí en su Diario de Campaña un poco antes que o paralelamente con el español, aunque Azorín hizo notar que en los 1700 el cura de Río Frío, con tiempo suficiente para reflexionar mientras cabeceaba en aquel pueblucho donde cumplía su destierro madrileño, escribió como un manual de redacción y recomendaba a los escritores, en tiempos de tortuosa prosa barroquista, que usaran mucho el punto y seguido.  

La tendencia de la prosa en Cuba durante el siglo XX es la analítica, asumida por Carpentier -al menos en su periodismo-, Raúl Roa,  Jorge Mañach, Mita Aguirre, entre otros. En todos ellos predomina, armónicamente combinada con otras menos breves, la oración corta, yuxtapuesta mediante el punto y seguido. Quizás exagere, pero la mayoría de cuantos han poseído un estilo en las letra cubanas, se han distinguido por la construcción rítmica, entrecortada, como las percutientes palmadas sobre el cuero de una tumbadora. A mi parecer, la llamada frase breve corresponde a nuestro  carácter nacional, a nuestro ritmo y respiración. ¿Cómo caminamos los cubanos? ¿Cómo hablamos? Siempre estamos apurados y hablamos en ráfaga. Desde luego, no siempre es exacta la analogía.

Secades, sin embargo, emplea el estilo cortado hasta la máxima tensión. Y por esa causa a veces deriva en la monótona recurrencia de oraciones muy breves, sin ninguna coordinación gramatical, bajo la dictadura del punto y seguido. “El pesimista es un señor que cree que las sombras son el atributo del mañana. Ser pesimista es un modo de ser neurasténico. Sin darse cuenta. Como los decoradores interiores. Que tienen la pretensión de que son arquitectos. Pero son modistos. También sin darse cuenta”.

¿Y qué salva a Secades y a sus estampas de la pesadez de enunciados  tan monocordes como golpes de martillo? Lo salva el humor con que expresa esas Estampas. Un humor tejido con las agujas finísimas de su definir y describir. Y por ello, su humor no se empalma con la astracanada, ni con el chiste ingenioso, pero visible; parte de la misma situación, de las definiciones de personajes y sus actos.

Cuando uno cita, por ejemplo, el fragmento del “guapo criollo” se percata de que Secades es un costumbrista bendecido por la capacidad humorística: “Los cubanos nos dividimos en dos bandos: los que se fajan y los que no se fajan”.  Su costumbrismo se ríe de todo lo que critica, de una manera muy sutil, muy irónica, tratando de poner en ridículo  la costumbre y al que practica la costumbre. “Para que la radio sea un vehículo de arte, hace falta el anuncio. Es decir, quien lo pague. Un barítono es capaz de aumentar la venta de las pastillas para el hígado”.

El hecho de que tú leas hoy una de las estampas de Secades y te parezca que te está retratando algo que tú conoces, es uno de los valores permanentes que lo empalman con nuestra tiempo y con el periodismo literario. Hemos de considerar también el nivel tropológico. Secades se caracterizó por una original tropología; recuerdo que estando él en México, leí una crónica suya sobre una pelea de boxeo donde participaba Casius Clay. Nunca me he olvidado de esa crónica porque definía que el campeón, según lo recuerdo, era un “elefante que flotaba en el cuadrilátero”. ¡Qué manera más literaria de decir que era un ligero peso pesado!

En el cómo decimos las cosas es cuando, sobre todo, los periodistas nos empezamos a acercar a la literatura.

Resumiendo, el  estilo de Eladio Secades es único; nadie después lo hizo así, tan marcado, salvo Joaquín Ortega, nuestro contemporáneo. Se arriesgaba a sonar monocordemente, porque algún propósito perseguía con ese rasgo estilístico tan jadeante. Sin embargo, sus páginas sobre deportes no las escribía a la manera del tic tac de un reloj, o como gota de agua sobre un techo de cinc; sin emplear el estilo periódico, alternaba la longitud de las frases, y mezclaba la yuxtaposición con la coordinación mediante recursos oracionales. Veamos: “Ante la creciente alarma de los aficionados, de los críticos y de no pocos empresarios de espectáculos deportivos, no se ha podido contener en Norteamérica la epidemia de sobornos a los atletas  profesionales y amateurs. Prosiguen los arreglos hábilmente concebidos por apostadores de oficio. Con insistencia periódica se descubren otros escándalos en boxeo y en el vasto mundo de las carreras de caballos, pero lo que más desconcierta y asombra en ese proceso de “tongos”  convertidos en sistema es que se producen con mayor intensidad y desprecio a la moral…”  Hasta dónde alcanzan mis lecturas, sólo en las Estampas  contrajo tanto su estructura oracional.

Con el estilo analítico trata de ser inapelable; busca escribir a machetazos, para trazar sobre sus objetos las zanjas de lo definitorio. Por ejemplo: “Las ciencias ocultas son el método de explicarles el futuro a los que no tienen presente”. Frase lapidaria. Y con esa dimensión capsular escribió sus estampas. ¿Sabía lo que buscaba? Quizás no se percató que había inventado en sus estampas un muestario de epitafios para su época, época que, como todas, desaparecería.


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Luis Sexto Sánchez

Periodista de oficio y de alma. Maestro de generaciones. Premio Nacional de Periodismo José Marti por la obra de la vida. Autor de la columna "La Palma de la Mano" en Cubahora.


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