Fórums, simposios, plenos y debates culturales aparte, las imágenes de la Navidad llegan a nuestra realidad como parte de la llamada globalización.
Mucho antes de estas añoradas fechas ya la música de Jingle Bells nos agobia pues los emprendedores vendedores de helado las repiten desde sus carritos para avisarles a los muchachos que les pidan dinero a papi y mami. En muchas tiendas de divisa más de un maniquí, con disimulo, lleva el gorro rojo con los flecos blancos, aunque la ropa que porte sea de un verano caluroso, como el que estamos disfrutando en este invierno.
Se debate mucho sobre nuestra identidad, pero es bien difícil zafarse de estas imágenes consumistas. En mi edificio el apartamento que más reluce con sus guirnaldas de colores y su árbol de Navidad a todo meter es el del presidente del CDR y no ha perdido liderazgo por esto.
Como nunca nuestros niños escriben a los Reyes Magos para que les envíen el juguete que más añoran y la mayoría de nosotros, los padres, hacemos lo imposible por cumplir con sus sueños. La barba del llamado Santa a mí siempre me recordó a Carlos Marx, y como va vestido de rojo, lo relaciono mucho más con el destacado comunista. Lexicalmente otra contradicción que se me presenta en mis imágenes. Las palabras Comunismo y Consumismo, tan antagónicas, pero con el aporte que hemos hecho los cubanos, las podemos aplicar sin pudor alguno.
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