Crecí (la verdad, no tanto) escuchando varios lemas que marcaron a mi generación:
-¡Azúcar para crecer!
-¡A la escuela hay que llegar puntual!
-¡Higiene es salud!
Fueron algunos lemas que por campañas e insistencias pasaron al recuerdo. Este último aparecía en casi todos los carteles y murales de las salas hospitalarias, acompañando la imagen de la sonriente enfermera que afirmaba: ¡Nosotros sabemos el valor de la sonrisa!
Siempre que veía el cartel la imaginaba sin dientes y de ahí la afirmación ya cambiada por mi humorístico punto de vista.
Recuerdo igualmente el algodón de colores, para hacer menos doloroso aquellas inyecciones y la inviolable tradición de doctoras y doctores de lavarse las manos con jabón cada vez que atendían a un paciente.
Esto me llamaba mucho la atención. Quizás mi rechazo al baño fue lo que influyó en no encontrar para nada atractiva la carrera de Medicina. Llegué a pensar que era obligado el lavado de manos de doctores y doctoras, pero por lo que he apreciado últimamente noto que es optativo.
El tema de la ausencia de jabón no solo se limita a los consultorios médicos, sino que escasean en los baños públicos. Cuando logra encontrar alguno ( dígase astilla) está custodiado por un personal contratado al efecto. Esto no me molesta. Lo que me incomoda es que no hayamos hecho conciencia de la cantidad y variedad de lugares por donde diariamente (incluyendo las noches) pasamos nuestras manos.
Si lo analizáramos desde el punto de vista microbiológico ya le hubiéramos buscado una variante a esta “escasez” de jabones. Sus manos y las mías constantemente están en contacto con marcadas fuentes de contaminación:
Repasemos nuestro día a día:
7:00 a.m. Sale usted de casa con destino a su trabajo, mete la mano en sus bolsillos y toma una monedas para pagar el transporte.
7:13 a.m. Logra un buen espacio en el ómnibus, pero como va parado se sujeta de los tubos metálicos de la guagua.
7:59 a. m. Llega a su trabajo y se auxilia del pomo para abrir la puerta de su oficina por donde cada día pasan unas setenta personas.
10:00 a.m. Hojea un viejo documento y pasa las páginas con el auxilio de su saliva.
12: 26 a.m. Va a almorzar y su compañero de mesa le acaricia con un estornudo.
1: 03 p.m. Se dirige a lavarse los dientes y al entrar al baño le saluda con un apretón de manos el chofer que hacia días no veía.
1:15 p.m. Al estar la computadora con Internet vacía le escribe tres correos electrónicos a sus amigos.
4: 58 p.m. Toma el bolígrafo que está amarrado con un hilo al lado del libro de firmas y deja constancia de su asistencia.
5: 54 p.m. Se baja de la guagua y va directo a la bodega a comprar el pan que sonrientemente le entrega en sus manos una amable bodeguera.
6:10 p.m. Saca las llaves y abre la puerta del edificio, y luego la de su casa.
6:34 p.m. Bota la basura en el contenedor de la esquina que lleva más de un año destapado.
7: 00 p.m. Se baña. Y al fin sus manos quedan libres de microbios, impurezas y otras cochinadas.
Analizando todo lo que han sufrido sus extremidades superiores, no me va a negar que a partir de ahora sería más útil echar un jabón en su cartera.
Nina
13/3/14 12:22
Bonito Artículo y gracias que ese día ud lucho un poquito de agua para bañarse porque hay lugares donde se pasa hasta 21 día y no llega el servicio, (ahora se está resolviendo con PIPAS), pero que decir de las salas de un hospital q no se limpian porque la auxiliar está enferma, de una cafetería cuya bienvenida te la dan las MOSCAS, innumerables los ejemplos para que en realidad se ponga en práctica que higiene es salud, moraleja cargue jabón,,,pero también lleve agua.
kinath
12/3/14 14:41
MUY MUY BUENA REFLEXION!!
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