Esquina de Paseo y Boyeros, en plena Plaza de la Revolución. Taxi amarillo vacío para frente a mí y pone el intermitente con intenciones de doblar hacia Paseo. Había cobrado y como andaba apurado me acerqué a la taxista que esperaba por la luz verde y le pregunté:
—Buenas tardes, va usted por Paseo.
—Sí, ¿por qué? —me dijo como si le hubiera preguntado por su grupo sanguíneo.
—¿Me puede llevar? —fue la pregunta que se me escapó de la boca, y poniendo una cara de asco, me dijo que no y aceleró por Paseo.
Seguí mi camino bajo el ardiente sol de este invierno y comencé a reflexionar sobre cuál había sido mi error comunicativo. Unas cuadras más allá comprendí que fue fatal preguntar por su destino sin haberle hablado con el diálogo del dinero.
No cometa mi error. El diálogo con estos y estas taxistas se mide en pesos y tiene “la facilidad” que puede ser en tu moneda salarial o en pesos cubanos convertibles.
Mi Pepe Grillo me decía que la pobre mujer seguro había gastado mucho dinero en la reparación de su taxi, pues aunque no sea de ella es arrendado, entonces lo cuida y decide como si fuera un mueble de su casa. Recordé entonces la filosofía marxista y los llamados medios de producción. Según esta, los medios de producción son los instrumentos y materiales que intervienen en el proceso de trabajo.
“Están constituidos por las materias primas, las máquinas, las herramientas, el dinero, así como por las unidades de producción, es decir, los talleres y fábricas. También son medios de producción las oficinas, los almacenes y los vehículos de transporte”.
Pero la teoría marxista va más allá y define: “En el modo de producción socialista los medios de producción pertenecen a los propios trabajadores que los utilizan y se estatuye que cada uno de ellos sea retribuido con el fruto mismo de su trabajo o una cantidad equivalente”.
Resumiendo y sin tratar de explicárselo a la taxista, el modo de producción en el socialismo pertenece a los trabajadores. Es una propiedad teórica, pues es de todos, pero quién duda que esta trabajadora del timón y la mayoría de sus colegas solo se hayan aprendido la parte de la propiedad de estos medios y los hayan asumido a tal punto que ellos deciden quién sube o no sube su taxi.
Desgraciadamente, el ejemplo es aplicable a tantos sectores de los servicios que de enterarse sus operarios y trabajadores se volverían unos fans del marxismo, pero claro, solo para aplicarlo a su conveniencia.
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