Como me hubiera gustado que la era de los celulares en Cuba hubiera alcanzado la generación de María Luisa. Esa vecina del tercer piso que cada mensaje lo envía gritando de una manera que solamente a ella no molesta.
Ya imaginarán que yo vivo en el primer piso y sufro las consecuencias de esa ubicación.
Por más que le explico para ella es incomprensible, por ejemplo el bluetooh, esa especificación industrial para Redes Inalámbricas de Área Personal (WPAN) que posibilita la transmisión de voz y datos entre diferentes dispositivos mediante un enlace por radiofrecuencia en la banda ISM de los 2,4 GHz. Según Wikipedia.
Independientemente de lo caro que cuesta la tenencia de un celular, creo que con gusto le pagaría una mensualidad por tal de que sus mensajes no afecten la paz de mi hogar.
Pero ella no es un caso aislado.
Varios sustos me he llevado al escuchar a personas hablar alto, casi gritando y discutiendo con su celular o con la persona que está del otro lado de la línea.
Su enojo es tal que pierden el sentido de ubicación y quieren darles par de bofetones a las otras personas mediante el celular.
Volviendo al tema del costo de los celulares y su manutención en territorio nacional, tal pareciera que esta dificultad no es limitación si usted hace un paneo por cualquier ciudad del país y observa la cantidad de jóvenes y mayores poseídos por estos aparatos.
Puede ser que lo usen como agenda, despertador o juguete, pero ya las estadísticas deben estar dando notables datos de personas accidentadas por atender al control del celular más que al vehículo o sus propios pies.
Aquel día que le explique a Maria Luisa lo importante que es el bluetooh para silenciosamente enviar algún mensaje, me miró y con una risa de oreja a oreja me gritó: ¡Hazte el extranjero!
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