Nunca se valora lo suficiente una profesión, u oficio, hasta que no se tiene delante un tiempo de crisis. Así nos ha pasado en mi familia, y supongo que en muchas otras, con el periodismo. Algunos les dan todo el crédito cuando toca enfrentarse a la “prueba de fuego”. Entiéndase por este término a ciclones, tornados, guerras y/o pandemias.
Cuando el nuevo coronavirus empezó a ser noticia en China, yo estaba de vacaciones en Matanzas con mi familia. Mi mamá y yo veíamos juntas la televisión cuando algo en ella empezó a dudar. “Mamá, es una gripe como la influenza AH1N1, solo hay que cuidarse”, le dije para calmarla. Hoy, mientras tecleo, me convence eso de que más sabe el diablo por viejo que por diablo.
Entonces se empezó a pintar el mapa del mundo de rojo. Por los sitios de redes sociales comenzaron a circular mensajes en cadenas, noticias falsas, remedios caseros, imágenes de muertes. Hasta que el pánico tocó la puerta de mi casa, y sin más, recibí una noche una llamada telefónica y varios mensajes en Whatsapp. El puerto más seguro estaba allá, con ellos, y de eso yo no tenía dudas, ¿Pero cómo decirles a tus padres, desde la desesperación que supone la cercanía de una catástrofe, que tu deber ahora mismo está en otro sitio? Supuso horas y días de convencimiento.
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Cuando Liz y su madre tosieron más de una vez, este catarro les preocupó más que los de siempre, los tiempos que corren así lo ameritan. Todo estuvo bajo control, pero su doctora de la atención primaria de salud les aconsejó aislarse, todo cuidado podía ser pequeño. Por eso, aunque pareciera quisquilla, para lavarse las manos, la mamá de Liz marcaba 20 segundos en el microwave, ni un segundo menos. Una vez recuperada, Liz quiso hacer unas visitas y su papá no la dejó ir sola. “Te llevo y te recojo, que si llega el aislamiento que te coja en casa, con nosotros cerca”. Bueno mija, dice mi mamá que el día que tenga hijos la voy a entender a ella, le dije a modo de consuelo mientras nos enjabonábamos las manos. Esa mañana entendimos que hay cosas que no tienen remedio para los padres, y nos reímos un poco.
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Me levanté un domingo temprano para ir hacer la guardia editorial. Mientras me tomaba el café la televisión cubana proyectaba un video donde el ministro de Salud Pública despedía a los médicos de la brigada Henry Reeve. Iban para Lombardía, Italia, donde se encontraba el epicentro de la enfermedad. Me quebré. Pensé en todo lo que había conversado con mi madre y en las familias de esos hombres de bien. Si ya han estado en la lucha contra el ébola en África, conocen a la perfección los protocolos en sitios de alto riesgo, pensé.
Dos días después, en el pantry del Centro de Información para la Prensa hablamos al respecto. Me volví de piedra cuando Marileisi, la administradora, me contó que su primo estaba en esa brigada. “Fue el último en bajarse del avión, lo reconocí por el gesto que hizo con los ojos, yo compartí el video en Facebook”, me dijo. Ese día me habló también de su hermano, a quien en la mañana le habían hecho un llamado para ir a apoyar al IPK. El hermano de Marileisi estudió enfermería y luego se licenció en estomatología. Tiene un niño, una hermana, una madre y una esposa, preocupadas y orgullosas.
Volví a pensar en mis padres y en todo lo que hablamos aquella noche. Pensé en los padres de los médicos y todo el personal sanitario en general, en los de otros colegas, en los de los choferes del transporte público, de los dependientes y de todas esas personas que garantizan los servicios fundamentales de la sociedad.
Le escribí a mi madre y le conté. Sé que no la convencí pero al menos la dejé tranquila. A veces algunos no podemos parar, ni en tiempos de aislamiento social, porque otros también necesitan de nosotros. Alguien le tiene que contar a nuestros hijos por qué los catarros de ahora ya no son como los de antes, e incluso, cómo se curan. Estaremos bien, mamá, te lo prometo.
Raidell Avello
8/4/20 23:34
Estimados. Soy el coordinador del Grupo GITEMA: gitema.ucf.edu.cu de la Universidad de Cienfuegos y les escribo para poner a su disposición nuestros recursos que pueden ser útiles para estos difíciles tiempos, están publicados en nuestro sitio, así como nuestra comunidad de robótica robomind.ucf.edu.cu para lograr una mayor interacción con la comunidad en aras del desarrollo del pensamiento computational. Gracias de antemano Dr. Raidell Avello Universidad de Cienfuegos
Yilen Joa Mora
2/4/20 15:11
Estamos en tiempos dificiles, nos corresponde aportar con nuestro trabajo. Orgullosa de que seas tan responsable. Felicidades, tu madre muy segura de que vas a estar ok
esther
2/4/20 9:55
Ha sido de mucho orgullo leer este artículo. Muchas gracias a Cubahora y la periodista por ternernos en cuenta. No puede faltar en momentoscomo estos exhortar a todos los que nos rodean a cumplir con todas las medidas que ha implementado el país para lograr que esta epidemia podamos controlarla.
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