Desde chiquita oigo decir que es muy importante hacer en la primera semana del año lo que te apetece para el resto de esos 12 meses, y como andar por provincia es uno de mis deliciosos encargos profesionales, arrancamos el pasado día 5 en un recorrido por Ciego de Ávila, Camagüey, Las Tunas y Holguín.
Esta vez viajé sin Jorge. Su meta era visitar a sus viejos en Santa Clara y Cienfuegos, así que salimos en el mismo tren, pero en coches separados, y desde que nos acomodamos en los mejoradísimos asientos comenzó la comunicación vía Whatsap. ¡No esperó ni diez minutos para alimentar nostalgias!
Francamente, no pudiera decirles cuántas llamadas hizo en siete días de distanciamiento (no pandémico ni polémico, sino laboral). Y como este guajiro mío no es ni celoso ni controlador, la única razón es que me necesita, aunque jocosamente diga que me extraña… pero con descanso.
Y es rico que me piense, ¡claro que sí! y que derrita megas en mantenernos al tanto de las peripecias de nuestros días, pero a veces timbra en momentos nada románticos ni oportunos, y en ocasiones no es la única conversación en tres metros a la redonda.
En esta era de los celulares, es casi imposible una charla privada. Menos aún en un coche de tren o una yutong de vuelo nocturno. Cuando empatas una conversación con otra a tu alrededor, puedes hilvanar algo así como “sí, mi amor, traje abrigo… lo puse en el fondo de la gaveta, pero no lo malgastes… y si no te respondo espera siete timbrazos… pero al perro no se lo des por nada del mundo”.
¡Ah, qué nostalgia de las cabinas telefónicas aisladas, buenas para intimar y decir todas clase de boberías dulcísimas que solo entienden los enamorados!
Cuando pienso en ellas, recuerdo la de los bajos del edificio de aquel “novio” que desafiaba el frío de la madrugada en Alamar para charlar conmigo dos o tres horas sin una indiscreta colita agitándolo detrás. Él tenía 25 años y yo 38, pero ambos nos sentíamos de 17 en aquellas pláticas de latente erotismo, en las que lo mismo debatíamos sobre filosofía antigua o arte moderno que sobre Warcraft y pokemones, hasta que el ambiente fuera seguro para otro tipo de combate mente a cuerpo, en vivo para mí, diferido para él.
Con Jorge también hubo mucho de eso al principio, cuando aún estaba en Santa Clara y atravesaba media ciudad para llamar de una pública mientras yo me acurrucaba en el sillón de la sala a remontar fluidos al vaivén de su voz de terciopelo ardiente.
Los celulares le han quitado un poco de encanto a esos diálogos entre amantes. Etecsa es una chaperona muy costosa, y las variantes en redes, siento que van al otro extremo: como no son caras ni exigen mucho esfuerzo, la gente apela a ellas donde quiera y en cualquier momento, maleando el encanto de una buena cita de amor.
Por ejemplo, en este viaje, Jorge me llamó desde el otro coche del mismo tren y al bajarse, del otro lado del cristal. Hizo videos desde casa de la madre, las tías, el ahijado y el padre. Timbró desde los timbiriches de la candonga santaclareña y la tienda de comida para pajaritos; desde el periódico de Cienfuegos y la yutong que lo regresó a su ciudad natal.
El asunto se pone más crispante cuando analizas dónde estaba yo en esas llamadas, pues podía ser en alguno de los trenes del recorrido, en pleno debate con algún colega, intentando meditar en casa ajena, frente al fogón de mis anfitrionas para preparar mis mejunjes vegetarianos o (la mejor de todas) en el baño de mi madre holguinera, tras cinco días de no cumplir con uno de los mandatos básicos de la naturaleza humana.
En esa peculiar ocasión videollamó desde el hostal de un amigo, persona muy correcta y pudorosa, para que viera lo hermoso del lugar, y sin darme tiempo a alertarle sobre lo inoportuno del trance, le pasó al susodicho el teléfono para que nos saludáramos efusivamente.
Mi reacción, muy yóguica por suerte, fue mantener la voz en tono cortés, aunque medio cortado, y virar el teléfono hacia el techo. El amigo no descubrió qué pasaba (espero) y tras pocos segundos de diálogo formal le devolvió el cel al despistado dueño, momento en que dirigí la cámara hacia la cortina del diminuto baño, bien conocida por él, para que entendiera la delicada situación.
Nos sé cómo, pero ambos logramos mantener la cordura y conversar otro par de minutos sin romper a reír a carcajadas, como bien merecía la ocasión.
Nada, que la comunicación y la confianza son importantes cuando la pareja se toma unos días de asueto, pero hay que dosificarlas, establecer códigos u horarios y explorar el entorno antes de involucrar a terceros en la conferencia.
Lo mejor es no abusar de la tecnología ni del tiempo ajeno, porque la cobertura puede ser buena, pero hay circunstancias en las que todos los abonados nos merecemos alguna que otra zona de sosegado silencio y muy privada introspección.
J. Enrique (Kike)
13/1/22 11:20
Hablamos siempre de "las cosas de Yari" en Sentidos, pero es que Milo es un torbellino de situaciones peculiares.
Extrañar a una persona es una delicia, y advertir que es un sentimiento recíproco da mucho placer. Pero es verdad que en estos tiempos de teléfonos móviles la falta de privacidad limita las conversaciones. Es muy inoportuno "acaramelarse" en medio de una reunión o cuando estás debatiendo con otra persona algún tema de trabajo, por poner un ejemplo. No solo es incómodo para uno, sino para quien está escuchando la conversación.
En mis viajes frecuentes fuera de La Habana, Lisy y yo tuvimos etapas de llamarnos en cualquier momento, para darnos mensajitos de amor, o para saber cómo nos iba el día, y con el paso del tiempo mantenemos ese interés y la comunicación, pero la vida y la cordura nos ha ido llevando involuntariamente a tener en cuenta los horarios, para no afectar las cuestiones laborales. No obstante la llamada del amanecer no falta, con nuestro TE AMO de buenos días que, más que una costumbre, es una necesidad de expresarlo; luego a la hora de almuerzo y por las noches siempre dedicamos un poco de tiempo a wasapear si hay datos, con la correspondiente llamada de buenas noches, esas palabritas de final de día nos transmiten paz. Nada de eso quita que aun con todas esas reglas no escritas, hay circunstancias en que sin escoger el momento y olvidando cualquier prudencia nos llamamos para decirnos algún mensaje corto y alentador.
Muy buen tema Milo, como siempre en este blog que se me convierte en una necesidad de vida, en una lectura insustituible, y que ojalá los comentarios que hacemos se publicaran con mayor inmediatez. Es una sugerencia.
Saludos.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.