¡Cuánto puede cambiar la vida en una semana! El jueves pasado, mientras escribía sobre llamadas de enamorados, recordaba al doctor Oscar Ojeda y su entusiasmo desbordante en las redes cuando decidió contarnos sobre su nuevo amor.
Pensé entonces usarlo como protagonista en una crónica sobre parejas con diferencia de edad e idénticas ganas de vivir. Pero esa historia no podré escribirla. Al menos no por ahora: mi gran amigo, mi mentor, mi amor platónico en lo profesional y espiritual, mi cómplice en Oasis de domingo, De tarde en casa y Al desnudo, murió el sábado pasado de un infarto.
Murió trabajando, amando, conspirando para el bien de la humanidad —en abstracto y en acciones concretas—. Y sí, todo eso hace su partida menos real, porque fue tan intensa su vida que deja un eco irreversible, pero nos toca a sus compinches mantener percutiendo esa onda sobre las piedras de la cotidianidad, y la misión, aunque honrosa, es bien difícil.
Como Jorge lo sabe, voy a confesar aquí que en cierto momento pasó por mi mente la posibilidad de tener un idilio con Ojeda. No sé si fue una fantasía compartida porque jamás hubo la más mínima insinuación de su parte. Era todo un caballero, de esos de brillante armadura y limpio corazón, así que ese Ianantin, esa energía mutuamente potenciada, la enfocamos desde el primer día en el mejoramiento humano: el propio y el del público que compartimos sin reservas ni celos profesionales.
¿Mojigata yo, que no tomé la iniciativa? Nah… Él estaba casado y yo admiraba el valor que esa relación tenía en su vida, así que no sería ético intentar corromperla para acaparar el tono fascinante su voz, su porte, sus dulcísimas miradas… todo muy accesible para quienes suspirábamos a su alrededor.
Estar cerca de Ojeda, captar la atención de su magisterio y su cariño, era una experiencia en extremo curativa. Resultaba imposible alejarse de su lado sin ganancias, sin nuevos bríos para darle a los problemas un hermoso ropaje de oportunidad.
Desde el primer domingo que lo vi en la cabina de Radio Taíno amé su personalidad, y desde ese día me acogió como discípula en este mundo de las ciencias holísticas. No puedo siquiera recordar lo que era mi vida antes de su influencia, porque se borraría el 70 por ciento de las joyas de sabiduría en mi PC y casi el cien por ciento de mis actuales paradigmas, acciones, competencias, perspectivas vitales.
Cuando Jorge entró en mi vida, Ojeda lo acogió amorosamente, lo hizo parte del colectivo y le dio el coraje para dejar atrás los convencionalismos y ayudarme a crear Senti2, este proyecto inspirado en su propia experiencia, y que hubiera crecido mucho más y mucho antes de aferrarnos con más fe a su visión de nosotros como pareja íntima y pública.
De todas las actitudes posibles ante la certidumbre de la muerte, hace mucho tiempo elegí estar en paz con ella. Lo he dicho antes acá, en la crónica Abre los ojos. Es con la vida con quien tengo asuntos por resolver, y no sería digna del amor de Ojeda si no me apresuro a enfrentarlos y sacarles provecho.
El viernes, un día antes de su muerte, estuvimos a menos de cien metros de su casa. Pero no lo vimos porque andábamos con prisa, como las otras cinco o seis veces que Jorge y yo llegamos hasta Flores, al otro extremo de la ciudad respecto a nuestra casa en Regla.
Siete años de profunda amistad y nunca concretamos la visita para tomar juntos un vino y probar sazones mutuas… ¿No les parece absurdo? ¡Y mira que hicimos planes para vernos así!
Pero la vida es eso que pasa mientras planeamos qué hacer con ella, y la lección esta vez fue realmente impactante. Cuando un amigo se va, como dice Cortés, deja un espacio que nadie puede llenar: el espacio de todo lo que no hicimos juntos… Un vacío que el alma guardará como deuda y no como recuerdo.
¿Han oído aquello de “vivir como si fueras a morir mañana”? Ojeda vivió así, día por día, y es un honor haber estado cerca para verlo. Como es un honor que eligieran retrasmitir el último programa que grabamos los tres juntos para honrarlo en De tarde en casa.
Ese fue el abrazo que no pudo robarnos la pandemia. Y claro que lloramos un poco al verlo el martes en la tele, como el día de la dura noticia e incluso ahora al teclear o dibujar. Pero las lágrimas no empañan la alegría de haberlo conocido. La felicidad de contar con su amor, donde quiera que vaya, ahora y siempre.
Marcelo
24/1/22 8:49
Qué dolor el suyo u el de muchos, periodista. Al doctor Ojeda lo conocí en De tarde en casa. mi sobrima se hizo con él unas curas de imanes muy buenas, y sobre todo la curó su amabilidad. Se le extrañará en las clases que daba en el museo de Artes decorativas, tengo amigas que iban allí a verlo.
puntualita91
24/1/22 8:47
Mis condolencias, Milo, s'e lo importante que era Ojeda par ustedes. Yo que escucho el programa Oasis desde que hablaste de 'el aquí, me di cuenta que Ojeda era como el lado tierno, el momento de reflexión interior para crecer. Uno de mis favoritos fue su intervención sobre cómo la gente te usa para descargar su basura. y el otro es el del hueco en la calle en que uno cae por orgullo uno y otra vez, hasta que aprende a evitar los problemas. Era ademas un hombre muy elegante, pausado, directo pero delicado para tratar. Qué pena su partida. No sé como van a llenar ese vacúi en Oasis. Ayer escuché el homenaje y se me apretó el pecho.
MaryD
21/1/22 13:19
Luz y peogreso para su espiritu. Excelente cronica, era de esperar de tu parte
maria
21/1/22 13:11
perdonen mi ignorancia,¿ quien era ojeda,? asi no mas no se a quien se refieren. De todas maneras hermosisimo trabajo, dichosos los que pueden contar con amigos así.
Almir
21/1/22 12:05
Hermoso.
Jorge
20/1/22 17:15
Ojeda no era mi amigo, era más bien un hermano mayor al que le tenía y le tendré siempre un cariño muy especial. Confió en mi cuando decidí hace cinco años, dedicarme al humor gráfico de manera profesional. Tanto fue así, que tuvo la amabilidad de responsabilizarme con la ilustración de su más reciente libro. Nos veíamos poco, pero cuando lo hacíamos, era como si se desbordara una represa de pláticas sin fin. Para mi, una de las personas más sabias que haya conocido en toda mi vida. Fue quien nos llevó a De Tarde en Casa, porque tenía una confianza ilimitada en los proyectos de Mileyda y yo. La mejor de las noticias fue que el programa que repitieron el lunes pasado (De Tarde...)fue el último que hicimos los tres: él Mileyda y yo. Lágrimas y muchos sentimientos encontrados por esa partida de Ojeda sin pedirnos permiso a los que lo queremos. Su corazón estaba muy maltrecho, reconstruido y remendado una y otra vez, no obstante, estuvo repartiendo amor a todos y todas sus semejantes, siempre con una sonrisa a flor de labios. Sin duda alguna, cuando yo sea grande, quiero ser como él. Gracias, hermano, donde quiera que estés ahora, deseo que tu camino sea iluminado por toda la luz del Universo, el mismo que te sembró en el corazón de cada uno de nosotros para que no te olvidemos jamás.
Rodin
20/1/22 10:05
Lamento mucho esta noticia... el lunes una amiga del proyecto Senti2 me llama a la casa y entre otras cosas me dice que Ojeda murio, le dije: Ojeda el de Oasis y me sorprendio mucho, el estaba sano. No lo conoci en persona pero veia y oia a cada rato sus programas y tenia una gran sabiduria. En fin...una perdida inmensa. Condolencias para sus familiares, amigos y a Mileyda que lo estimaba mucho como bien refleja esta cronica de Intimidades.
J. Enrique (Kike)
20/1/22 9:53
Llena de sentimiento esta publicación, se advierte la admiración y el amor, al punto de que, sin haberlo conocido, uno siente que el pecho se le aprieta también. Que placentero es contar con amistades que te hacen crecer como persona, y en eso tiene mucho que ver la suerte o el olfato de uno para elegir las compañías. Siempre he dicho que "los amigos son la familia que podemos escoger".
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