Las gentes de habla inglesa pronuncian el proverbio blood is thicker than water (“la sangre es más espesa que el agua”), para expresar que las decisiones pueden ser tomadas por razones de parentesco.
Pero la frase de los anglófonos no es aplicable al presente mínimo homenaje. Si este emborronacuartillas no hubiese tenido vínculos por los glóbulos sanguíneos con Jorge Santiesteban Laguna (Central Preston, 1943 - La Habana, 2017), las líneas que siguen hubieran sido las mismas.
En él coincidieron --¡inusual convocatoria!-- muy excelsas virtudes: la bondad de un santo ateo, la valentía del león líder de manada, un cerebro --diseñado para la ciencia, que se le salía por los oídos-- y un patriotismo vertical, a rajatabla.
Nació en cuna confortable. Un clan insertado nada menos que en la aristocracia del proletariado de la United Fruit Sugar Company. Sí, la poderosísima y torva Mamita Yunái, capaz de aniquilar a un gobierno de Latinoamérica con solo un pestañazo. Pero él –y toda la parentela-- se enamoró del proyecto prodigioso inaugurado en una esplendorosa alborada de enero.
En Banes, estuvo entre las primeras filas de la institución que, desde las secretas sombras de la lealtad, embestían contra los planes pérfidos de los vecinos norteños y la reacción interna. Se contó entre los fundadores de la Asociación de Jóvenes Rebeldes y las Milicias Nacionales Revolucionarias. Aprendió artillería.
No le podía resultar indiferente la cifra monstruosa: un millón de sus compatriotas iletrados. De manera que parte hacia la sierra madre de Cuba, con las Brigadas Conrado Benítez, para llevar “la luz de la verdad”, según decía el himno de Saborit.
Se gradúa de Biología en la universidad habanera. A partir de entonces va a establecer un vínculo indisoluble con el vegetal de los sahumerios, las ensoñaciones y la farmacopea. Muy pronto es un experto en tabaco, con reconocimiento mundial.
Viaja, en sus trajines científicos: Francia, la Unión Soviética… Dos veces, según nuestra heredada vocación martiana de que “patria es humanidad”, tendrá estadías apoyando al pueblo yemenita.
Hombre de cultura total. Cuando llega a París le designan a un chofer-intérprete-guía. Este, quien seguramente lo veía como a un ignorante indiecito con levita, por pura fórmula, como simple asunto de protocolo, le pregunta: “¿Qué desea usted ver de París?”. Y Jorge le responde, como en ráfaga: “Bueno, la catedral de Notre Dame, Les Invalides, los arcos de triunfo del Carrousel y el de la Etoile. Y, claro está, El Louvre”. (El francés se atragantó, y quizás aún no ha podido reponerse).
Jorge ha partido. Sé para dónde. Seguro hacia un Paraíso --el nuestro-- que capitanea ese Dios que añoramos, quien ama a los cubanos esforzados, brillantísimos, co…rajudos y patriotazos.
De todas maneras, estoy seguro de que Jorge –sempiterno hiperactivo para el bien--, allá tampoco estará descansando en paz.
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