Víctor Hugo dijo que las Academias constituyen “la obra maestra de la puerilidad senil”.
Ah, pero la Real Academia de la Lengua Española ha sido mucho más. Sí: una institución rabiosamente fascista.
Que nadie me diga que calumnio. No. Que hablen ellos por sí mismos.
Cuando el desangrado pueblo español ve caer a la República, apuñalada por la reacción interna en contubernio con Hitler y Mussolini, los académicos dan a conocer un documento al cual, sin quitar o añadir ni una coma ni una tilde, cito textualmente
La presente edición del Diccionario estaba a punto de salir a la venta cuando las hordas revolucionarias, que, al servicio de poderes exóticos, pretendían sumir a España en la ruina y en la abyección, se enfrentaron en julio de 1936 con el glorioso Alzamiento Nacional… Perseguidas con diabólica saña bajo la tiranía marxista cuantas instituciones encarnaban el verdadero espíritu de nuestro pueblo, no se podía esperar que la vesania de los usurpadores del poder respetase la vida de la Academia”.
Mientras, se pudren los huesos de García Lorca. Y el poeta Miguel Hernández languidece en una mazmorra.
Más tarde dijo un periodista que al pueblo español le resultaría menos nocivo que el edificio de la Academia se dedicase a fumadero de opio. (Quizás tenía razón).
Por lo pronto, opino que ningún revolucionario cubiche debe darle oídos a lo que pronuncia la Academia. (A menos que sea para denostarlos).
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