Aseguran fuentes habitualmente bien informadas que pronunciamos palabras como “almohada”, “argolla”, “arrecife” o “ajuar” debido a que un rey de España, en los tiempos en que España no existía como tal… pero bueno… Decía que un rey, visigodo por más señas, fue un muchachón algo enamoradizo, apegado a las faldas, loco por las damas.
El susodicho tenía por nombre Rodrigo y mantenía amores culpables y secretos con cierta jovencilla que llamaban Florinda la Cava.
Ah, pero La Cava, cuentan los bien enterados, no era ninguna doña-nadie. Qué va. Ella era la mismísima hija de un conde que, subordinado al rey, gobernaba Andalucía. Y el papito se enteró del volcánico romance que su descendiente mantenía con el coronado.
El hombre montó en cólera, gritando que a él no lo iban a coger de mingo, y que si habían pensado que él era un pati-por-el-suelo.
Entonces, tramó su venganza.
Estableció contactos secretos con los moros, quienes cruzaron el Estrecho de Gibraltar en 711 para permanecer en la península ibérica durante casi ocho siglos.
En consecuencia, los que hablamos castellano pronunciamos palabras de origen árabe, como “achaque” o “alfiler”, por los jugueteos amorosos de Rodrigo y La Cava.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.