Aquí va una anécdota, muy relacionada con el habla popular. Sucede que cierta gloria de nuestra vieja trova –cuyo nombre voy a omitir- se acercó un día a un amigo para decirle que ahora sí había compuesto el bolerazo de su vida, que ahora sí la posteridad lo iba a recoger en sus páginas doradas e inmarcesibles. En fin, que de ahí pa´llá no había más pueblo. Y le alcanzó a su cofrade un papel medio arrugado, con algunas líneas garrapateadas.
Aclárese, antes de continuar con esta muy fidedigna anécdota, que en el oriente de Cuba es común darle al adjetivo “blondo” la significación de “ondulado”.
Pero continuemos con lo nuestro. El amigo recorrió con la vista la letra de la pieza y, de pronto, dijo indignado: “Fulano, mira que eres tronco ´e yuca. ¿Cómo vas a decir que su pelo es “negro y blondo”? So alcornoque, ¡blondo significa rubio!”.
Y ¿piensan ustedes que por eso se molestó el viejo trovador? Pues no. Solo susurró, apesadumbrado: “¡Ñó, y con lo lindo que me había queda´o el verso!
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