PRIMER VISTAZO: LOS DUEÑOS DE LA CULTURA OBRERA
Siempre el gremio de los tabaqueros ha disfrutado de una merecida fama: la de ser, tradicionalmente, el más ilustrado sector obrero de Cuba.
El hecho no es casual, porque de antigua época viene la lectura en las tabaquerías.
Se afirma que fue en la Fábrica Viñas, de Bejucal, cuando transcurría el 1864, donde se inaugura la plausible práctica. Aseguran que Antonio Leal, nacido en San Antonio de los Baños, fue quien primero ejerció el oficio de lector. Hasta ese momento cumbre del billar bejucaleño, poseía Leal una buena voz y aceptable instrucción, por lo cual los tabaqueros estuvieron conformes en pagarle dos pesos diarios, para que los entretuviese, ilustrándolos al mismo tiempo.
SEGUNDO VISTAZO: CUANDO A WEYLER LO TRATARON CON PATAS DE CABRA
Esta segunda postal nos retrotrae hasta el mediodía de aquel primero de enero, día inaugural del año 1889.
España está recogiendo sus bártulos después de haber invertido en Cuba “hasta la última peseta y hasta el último hombre”, como pidió el político Antonio Cánovas del Castillo, jurado enemigo de los cubanos.
En el Palacio de los Capitanes Generales, Jiménez Castellanos está traspasando el poder a John Brooke, mientras las tropas coloniales se embarcan hacia la mal llamada Madre Patria.
Y el criollaje anda atareadísimo en la calle Obispo, arrancando con patas de cabra las tarjas portadoras del nombre que habían dado a esa vía, el del odiado Weyler, asesino patológico que diseñó la Reconcentración.
TERCER VISTAZO: LA ESTIGMATIZADA
Los italianos tuvieron a San Francisco de Asís, y los franceses a Juana de Arco. Pero los cubanos no íbamos a quedarnos atrás en materia de estigmatizados.
En una Semana Santa de los años cincuenta del pasado siglo, la joven Irma, de Güira de Melena, comenzó a sudar sangre, y le salieron estigmas, marcas de clavos en pies y manos. En los muslos, la inscripción INRI, que, se dice, estuvo en la cruz.
Según algunos, un auténtico milagro. De acuerdo con ciertas autoridades médicas, un caso de histeria aguda. Y ni siquiera faltaron los irrespetuosos que se felicitaran por el hecho, pues les permitía observar, cuando no se había inventado la minifalda, los abundosos muslos de la muchacha, que ella mostraba para que le viesen el estigma.
onsube
12/6/16 23:02
Argelio, ud como siempre dandonos conocimientos de nuestra historia a traves de hechos curiosos y poco divulgados. Gracias.
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