PRIMER VISTAZO: QUÉ REYES AQUELLOS
Los Reyes Católicos, los que nos mandaron a “descubrir”, tenían su barnicito.
Me explico. Se dice que no hay historiador imparcial, pues cualquiera de ellos escoge qué aspectos presentará y cuáles callará. Tal es el caso de los célebres Reyes Católicos. Así, sólo nos muestran a una intrigante Isabel en sus maquinaciones para suceder a Enrique el Impotente. Y a Fernando lo presentan como el príncipe soñado por Maquiavelo: despiadado, inescrupuloso, carente de ética.
Ah, pero ésa es tan sólo la mitad de la historia. Porque también es cierto que durante su reinado se gestaron obras como la Gramática de Nebrija y la Biblia Políglota, y que ambos monarcas fueron aplicadísimos estudiantes de la lengua latina.
SEGUNDO VISTAZO: LA TRIBU SALVAJE, Y UN AMERICANO DESPISTADO
Esta segunda postal nos lleva hasta la Primera Intervención Norteamericana. En Cuba se está produciendo tremenda arribazón de gentes de toda laya y pelaje. A la vuelta de la esquina, entre la oleada de “yanquirules” que llegan, lo mismo puede hallarse un ingeniero de ferrocarriles, que un entusiasta predicador cuáquero, que un jugador fullero capaz de esconder cartas de póquer en la manga de la chaqueta. Y, entre ellos, llega el científico S. Coolin. En la Universidad de Pensilvania le han dicho que en Cuba existe una tribu de terribles indios salvajes, y viene ansioso de estudiarlos. El ingenuo investigador desconoce que desde hacía varios siglos nuestros infelices aborígenes habían sido reducidos a huesitos arqueológicos.
TERCER VISTAZO: EN SANTIAGO, UNA PROFESIÓN SUI GÉNERIS
Francisquito era la oveja negra en cierta distinguida familia de Santiago.
Nació fiestero, vago, jugador y apasionado por las hijas de Eva. Tenía una pierna más tiesa que un raíl, secuela de sus combates en los campos de Venus. (No olvidar que lo relativo a Venus es “venéreo”).
Un día Francisquito llegó, en la calle Enramadas, al Nacional City Bank, para abrir una cuenta. La cajera le preguntó cuál era su profesión, y aquel bola de humo respondió que él era clubman. Entonces la azorada muchacha indagó qué significaba clubman. Y Francisquito, sin inmutarse, le contestó: “Quiere decir que cuando gano a los dados me siento en los sillones del Club San Carlos, y cuando pierdo, en los bancos del Parque Céspedes”.
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