La ira o rabia adopta muchas expresiones. Y así por ejemplo, las actitudes de mala educación frecuentemente son ejemplos de ira.
Esta negativa emoción también puede expresarse como resentimiento, furia o irritabilidad. Y puede tener lamentables consecuencias físicas y mentales.
Externamente el colérico se reconoce por la expresión facial, el lenguaje corporal y en ocasiones con acciones públicas de agresión o autoagresión.
Es uno de los siete pecados capitales del ser humano. En la Divina Comedia, la ira ocupa el séptimo círculo del Infierno.
IRA ASESINA
La ira se encuentra asociada a un mayor riesgo de afecciones cardiacas por quienes sufren de tan peligroso acompañante.
Ha sido establecida una relación de sufrir un infarto cardíaco después de un sonado berrinche.
Las causas más frecuentes de esas crisis habían consistido en problemas familiares, laborales o en el tránsito.
INVESTIGANDO A LOS FURIOSOS
Fueron investigados 3.886 pacientes infartados entre 1989 y 1996 para determinar la causa de sus infartos cardíacos.
Los participantes calificaron el nivel de intensidad de la ira en una escala de siete puntos que describían desde irritación hasta la pérdida total de control.
Fluctuaba desde de un enojo moderado, estado de ánimo que nos predispone contra una persona o cosa pero que se percibe solo en la voz, pasando después a sentirse muy tenso, con tensión corporal, puños cerrados o mandíbulas apretadas.
Y en el extremo final un intenso estado de indignación, con pérdida de control, lanzamiento de objetos y autolesiones o lesiones a terceros.
SUFREN LOS IRACUNDOS
En esta investigación realizada en la Facultad de Medicina de Harvard, en Boston y publicada en la revista The American Journal of Cardiology, los brotes de furor más intensos cuadruplicaban el riesgo de infartos cardíacos y el enojo más leve casi lo duplicaba.
O sea, el riesgo es mayor a medida que aumenta la intensidad de la furia.
De todos los casos estudiados, 1484 tuvieron brotes de ira durante el año previo al infarto. Y 110 sufrieron de enojo dos horas antes de presentarse el mismo.
Los investigadores observaron que a medida que se incrementaba la intensidad de la fiereza, aumentaba el riesgo de padecer de un infarto dentro de las dos horas posteriores.
El nivel de riesgo fue de 1,7 veces en las formas más leves de enojo moderado, de 2,3 veces en los estados intermedios hasta 4,5 veces en el estallido incontrolado.
EXPLICACIÓN AL DAÑO
Como emoción negativa, durante la ira las glándulas suprarrenales liberan epinefrina y norepinefrina, hormonas que intervienen en las reacciones de estrés.
Estas hormonas aumentan la presión arterial, producen taquicardia, estrechan los vasos sanguíneos y aumentan la viscosidad de las plaquetas de la sangre elevando el riesgo de formación de coágulos.
Este agresivo conjunto explica adecuadamente la estrecha asociación entre una rabieta y el aumento de riego de sufrir un infarto cardíaco.
UNA SERENIDAD INTELIGENTE
Como ha quedado demostrado, la ira es otro factor que corroe nuestra salud cardiaca y vascular a corto, mediano y largo plazo.
Por lo tanto, nadie mejor que nosotros para hacerse cargo de nuestro propio cuidado.
De ahí que ante situaciones interpretadas como estresantes, por encima de todo debemos mantener la serenidad a cualquier precio, buscar y encontrar las mejores y más calmadas soluciones y recordar que los grandes desafíos siempre se ganan con sosegada inteligencia.
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