La “libertad” solo le da brillo al neoliberalismo, es ítem de su etiqueta, gancho para su mercadeo. Lo central en este marco socio-político es la reacción individualista en un ecosistema competitivo, ultracompetitivo en la industria musical mainstream. Se presenta como nueva, pero como cambio cultural lo que “desarrolla” es la vieja y bárbara salida del “sálvense quien pueda”. Se ha hecho hegemónico en base a falacias e interesadas construcciones simbólicas; a puro marketing, sistemático y sutil; posicionándose como un modelo más glamouroso y cool que otras propuestas de ordenamiento social. A través de operaciones comunicacionales como esta de personalizar la polémica entre Residente y J Balvin. De modo que todo quede en una movida para las páginas faranduleras. Para que todo lo sistémico y conflictivo que se proyecta en el “beef entre el colombiano y el boricua” se diluya en la sombra de la dominación.
Esta “tiradera”, reiteramos, pone sobre la mesa de disección dos posturas distintas de asumir y valorar la música. La de Residente que entiende que "como artista debes ser reflejo de lo que sientes y de lo que te rodea”, que entreteje, durante años de investigación y reflexión, un disco conceptual como ADN o el que viene. Y la de J. Balvin, un “negociante", que lanza constantemente hits que repiten las fórmulas de éxitos que enganchan y viralizan, merca-música para engordar su propio capital y el de los propietarios de las marcas con que se vincula; instrumento para la destrucción y represión sistemática de cualquier pensamiento adulto y racional. Lo que informa, en última instancia, sobre dos cosmovisiones en disputa, dos formas de entender y pensar el mundo, contrastados modos de valorar la cultura, la historia, la acción comunitaria y la solidaridad. La libertad asumida como privilegio de algunos o como derecho de todos.
El cantautor de Trujillo Alto no colaboró con el productor estrella Bizarrap en busca de views, ha declarado, lo que le sorprendió y motivó fue su madurez al hablar sobre grandes artistas, como Gustavo Cerati. Tampoco aceptó la propuesta inicial de producir o recalentar un tema comercial. "Yo le mando un beat de cumbia, y él me dijo con sinceridad 'yo las canciones que escribo en este momento las hago diciendo algo sintiendo, y esto no me lleva a eso'. Como que no hace música por hacer, y yo quería hacer un tema cumbiero tipo Atrévete, esa era la referencia que tenía yo”- contó el productor argentino a Ibai Llanos en su cuenta de Twitch. “El tema iba a salir en diciembre, le dije a Biza ‘hermano no te puedo escribir una cumbia fiestera, porque no me siento así’”, compartió en otro diálogo Residente.
Tampoco la tiradera fue parte de una estrategia de mercadeo para su último disco, en buena parte inédito. Al hablar, sobre sus motivos comentó a la revista Rollingstone: “La primera vez que J Balvin me conoció empezó a burlarse de mí, porque no ‘tenía hits en Spotify’. Estaba hablando con Daddy Yankee y después de eso no dije nada. Después sucedió su boicot a los Latin Grammy Awards, lo de los videos y fue que subí mi video”. Además, aclaró que la canción funciona como una crítica para “darle valor a lo que no se le está dando valor” y comentó que el “negocio nunca puede ser más importante que el arte”.
Diferente ha sido la postura del reguetonero antioqueño. Desde aquel llamado al boicot que motivó el pertinente comentario de Don Omar: “Entonces el menos que le mete de todos es el líder de la revolución? No hay peor tiniebla que la ignorancia”. Sus reacciones a la Session #49, acudiendo a la extorción de Bizarrap, utilizando la enfermedad de su madre para insuflar lástima, intentando contratar a otro raperos para que escriban una respuesta a Residente, su burla banalizadora con ese “¿me entienden?”, dicen mucho de sus falencias éticas. Balvin es una construcción de las imperialistas industrias del entretenimiento, y como tal un producto que reproduce las lógicas dominantes en el capitalismo tardío, las del posmodernismo neoliberal.
“Si no suman, resbalan” fue su respuesta a quienes criticaron su “karaoke” en su reciente concierto para el Festival Estéreo Picnic. Pocas horas después de su “desastroso” show en Medellín, entre otros comentarios en sus historias de Instagram, lanzó esta indirecta: “vibra alta y el que no sume, resbala. Usted llega, se echa aceitico, no pasa nada”. Otra joya de su arrogancia. “Me disculpan pues, pero ese show de J Balvin es lo más flojo que he visto en el FEP. No te canta una entera y encima esconde a la banda y al DJ en las esquinas. Un ego gigante para un personaje que se veía mínimo en frente de esas tres pantallas del escenario”, afirmó uno de los asistentes. “Ese señor no canta, es como un animador”, indicó otra persona en Twitter.
“Tampoco se le pueden pedir uvas a un árbol de guayabas. Seguramente Balvin, y quienes lo rodean artísticamente, pensarán que el problema es del público o que todos quieren criticarle en su propio país porque sí, pero aunque nadie quiera ir en su contra (el público continúa dándole muchas oportunidades), él hace todo por mantenerse en su propia e infinita esfera de mediocridad artística, un espacio del cual no le interesa salir”- comentó el periodista Diego Ortiz.
Según varias reseñas, la suya distó mucho de la presentación que hiciera C Tangana, más cercano a la postura de Residente. El español se ha referido en entrevistas a sus “ambiciones artísticas de todo tipo”, se dice no creer “en el individualismo absoluto en ningún término de la vida” y se manifestó por la libertad del rapero Hasél, porque, aunque considera que los artistas están para inspirar y no para hacer propaganda política, en este caso –confesó-, “creía que estar del lado de Amnistía era bueno. Todo el mundo me decía que era un mal momento, justo antes del disco, pero las oportunidades para hacer cosas que uno cree que están bien llegan cuando llegan”
La conducta de Balvin da cuenta de ese relativismo moral que “orienta” al sujeto postmoderno. Así, en la conversación que sostuvo para el canal de YouTube de Dimelo King, expresó: “Si hubiera sentido que tenía que dar una explicación, yo salgo, como lo hice con la canción Perra, porque ahí estaba la canción, el video. Pero es la palabra tuya contra la mía, es la conciencia tuya contra la mía. No tenía que dar ninguna explicación”. En aquella conversación no ocultó que utilizara la polémica con Residente para generar nuevos ingresos.
Para el famoso antioqueño todo se pude intercambiar o comprar. En la referida entrevista con Molusco, Residente dio a conocer sobre las vergonzosas transacciones que le propuso para que retirara el primer video donde le cuestionaba su llamado al boicot. Hasta en el tuit que generó la polémica, se hace nítido este sesgo mental, que delinea su conducta. “Los Grammys no nos valoran, pero nos necesitan. Es mi opinión y no tengo nada nada contra los otros géneros porque se merecen todo el respeto. Pero ya el truco esta aburrido. Les damos rating pero no nos dan el respeto”, trinó entonces. Para Balvin los valores que sustentan el “respeto” son comparables (e intercambiables) con el valor de cambio de la mercancía musical. El posicionamiento con las que se beneficia la Academia y la marca “Latin Grammy”, por el “éxito” del trap y el reguetón latino, debería corresponderse con el privilegio de no competir con los otros géneros, menos rentables comercialmente. Para colmo, la metáfora que empleó el artista boricua para calificar su mercamúsica fue usada por el mismo J Balvin para el mercadeo de su nuevo disco y de otras pacotillas.
En sus respuestas por Instagram, René le recordó que hay otros estilos que ni siquiera "están en ninguna lista", como "la salsa, la bossa nova de Brasil o el flamenco". En el segundo, le profirió: “Dile a tu viejo que en vez de compararte con el economista Peter Drucker, como si fueras un genio de la economía, que te enseñe valores, porque no todo en la vida es negocio”.
Entre otras críticas al colombiano, el coautor de “Afilando los cuchillos” señaló su tibieza política. "Mi padre me enseñó a amar mi país por encima de todas las cosas", le expresó. "Por eso yo te tuve que escribir el único mensaje que le dedicaste a Colombia durante las manifestaciones, y te lo escribió un puertorriqueño", desveló. "Tu país quemándose en llamas y tú pendiente de sacar un disco".
La primera y más sonada manifestación sobre lo político de J. Balvin aconteció en 2015, en los Miss USA, ante los comentarios racistas de Trump sobre los mexicanos. Por aquel entonces, era como una moda hacerlo, podía generar más likes y seguidores. Al respecto, se pronunció Residente, poco después. Para el rapero, el explícito “desdén por los latinos” por parte del presidente norteamericano había activado “el lado social dentro de artistas que nunca iban a decir algo y se sienten mucho más tranquilos hablando de Trump. Es políticamente correcto hablar mal de Trump”. Aunque en su opinión se debía trascender esta protesta de ocasión, “correcta”: “Espero que hablen también de otras cosas, como de Rajoy, y que no se quede todo en una cosa”.
El “ídolo de Medellín” no paso de allí. A finales del 2020, noticias fueron sus “tibios “comentarios sobre la política local en su dialogo con Vicky Dávila, para la revista Semana. Respecto al presidente colombiano Iván Duque, Balvin expresó que era un “bacán”. Igual de lacónica fue su respuesta cuando se le preguntó por narcopresidente Álvaro Uribe: “bacán”, repitió. Sin embargo se extremó cuando tuvo que decir del expresidente Juan Manuel Santos y del candidato Gustavo Petro, su respuesta fue el silencio.
Al preguntársele si le gusta o no el Gobierno de Duque, el “famoso” dio otra muestra de su relativismo “ni-ni”, escéptico y pragmático; aceptó que el pueblo se manifiesta en reiteradas ocasiones en contra y “depende de la realidad de cada quien”. “Si me hago con el pueblo y entiendo al pueblo, sé que a muchos no les está gustando”, confesó y, más tarde en la entrevista, agregó su apoyo a la marcha pacífica. “No tengo ningún problema en que la gente salga por lo que necesita y por sus derechos. Lo que no estoy de acuerdo es con la violencia de ninguna manera, sea por la razón que estén luchando, y de parte y parte, tanto de quienes protegen al pueblo como del pueblo que va”. “No soy de izquierda, no soy de derecha, pero voy derecho caminando siempre pa’ lante”, había dicho para un documental entonces inédito.
En mayo del 2021, en medio de otro paro nacional contra el gobierno de Iván Duque, escribió en su cuenta de Instagram: “A todos los colegas y super estrellas, por favor ayúdenme y ayúdennos a difundir el mensaje, debemos frenar esta guerra civil sin sentido”. ¿Habrá sido el mensaje que le dictó Residente?
Colombia ardía mientras aterrizaba en Amazon Prime The Boy from Medellín (El niño de Medellín). El documental se enfoca en la cotidianidad del antioqueño a finales de noviembre del 2019, cuando arrancaba otro paro masivo contra Duque y el reguetonero se preparaba para cumplir un sueño que llevaba guardando 15 años: presentarse en el estadio Atanasio Girardot, la plataforma más grande en su ciudad natal. Las protestas, ponían en riego el cumplimiento de aquel sueño. Sus seguidores en Instagram o Twitter, le pedían su opinión, algún comentario sobre la situación del país, pero el influencer observaba la pantalla de su móvil como un niño desconcertado. “¡Qué injusta es la vida”, debió murmurar.
Él tan nervioso, con la cabeza a punto de explotar, pretendiendo “transformar este concierto en una vuelta muy hijueputa”, queriendo traer a la tarima a grandes estrellas como Bad Bunny, Nicky Jam y Jhay Cortez, soñando inundar el cielo con juegos pirotécnicos… y los otros agobiándolo, con la misma letanía
“La gente está sintiendo como que usted se está escondiendo”, lo cuestionó en su momento el rapero Mañas Ru-Fino. “Todos esperando que Balvin diga algo importante sobre lo que pasa en Colombia y sale a decir que solo es un artista”, le reclamó un tuitero. Muchos le insistían, pero la estrella no quería escuchar sobre las protestas, no quería saber de obstáculo alguno para el más grande concierto de Medellín. Los periodistas, le preguntaron del porqué del silencio. ”Nuestra labor es entretener”, fue su respuesta. Se defendió con que no entendía del tema político, que los artistas no tienen ninguna obligación de hablar de manifestaciones, que él está ahí solo para “darle luz al mundo”.
Y ya sabemos, más que luz, lo que distribuye es brillo, incandescencias de consumismo. J. Balvin es una marca comercial, y una vitrina andante, que ha sido asociada con otras marcas deslumbrantes, como Nike, McDonalds, la de videojuegos Fortnite o la del animado Bob Esponja. Habitualmente, socializa en su Instagram sus lujos de millonario, su ropa cara y sus mansiones entre otras excentricidades. En 2019, durante la celebración de su cumpleaños subió un vídeo junto a un chef turco degustando un filete de res bañado en oro de 24 kilates, cotizado en más 400 euros. El “príncipe del reguetón” ostenta ser el dueño de una costosa colección de motores de alta gama, sus cinco variedades de Ferraris, su Lamborghini, sus motos de alto cilindraje y sus camionetas Mercedes-Benz y Dodge.
En agosto del 2021, dio muestra de esa “humildad” con que lo vende su padre al compartir una fotografía de su tercer avión, uno mucho más grande que su jet privado. Junto a la postal, un storytelling “reflexivo” sobre su ascenso al Olimpo que terminó así: “Aquí inspiramos, no alardeamos. Disfruten el proceso y sueñen en grande". El “persigue tus sueños”, y el “si quieres, puedes”, de los “expertos” de la “Happycracia”. Las mismas falacias que reiteran los anuncios publicitarios. Hijas de la capital: “todos pueden ser ricos”.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.