“El arte debe ser como ese espejo/ que nos revela nuestra propia cara” apuntó el gran poeta argentino Jorge Luis Borges, en su “Arte poética”. Y eso es en gran medida Motomami, las caras de Rosalía reflejadas en un disco; la de una mujer, amante de Rauw Alejandro, ciudadana de un mundo globalizado y postmoderno, la de una artista que sabe lo que quiere. Es un disco hijo de su tiempo, el del caos, de la banalización y Tik Tok.
El tercer álbum de la española resultó ser el más personal de sus propuestas discográficas. Y como parte de esa cualidad autoreferencial, peculiar “arte poética” de la catalana. Sin muchas pretensiones, menea, hasta romperlas, manidas fórmulas del éxito, des-construye al reguetón y a la bachata mainstream. Pone a temblar aquello que distingue lo que es literatura y lo que es jerga, poesía y técnica, creación y (re)producción.
- Consulte además: Motomami: ¿la Fountain de Rosalía? (I)
No llegará a las alturas crípticas de otros poetas “clásicos”, para responder a las preguntas inauguradas por Horacio sobre ¿Qué es la poesía? ¿Qué puede y debe hacer? ¿Cómo y por qué escriben los poetas? Pero sí que las responde, a su manera; tal como planteara Archibald MacLeish: “Un poema no debería significar/Sino ser”. Un cuarto de las canciones de Motomami, son los apuntes de una artista con interrogantes equivalentes, las de los juglares de hoy, cuando cobran auge fenómenos como el shitposting, el kitsch y el collage.
¿Qué es la fama? ¿Qué es un hit de música urbana y cómo se prepara? ¿Hay que repetir los mismos acordes? ¿Hay que recargarlos con timbres electrónicos? ¿Puede mezclarse jazz y reguetón? ¿Hay que cantar muy mal para usar autotune? ¿Un disco debe ser un paquete de singles exitosos? ¿Puede componerse una balada sobre el sexo, sin resultar pornográfica? ¿Lo erótico tendrá que trasvasarse en lo vulgar y explícito del trap más corriente?
Aunque, como afirmó Diego Ortiz de Rolling Stone en Español, “al terminar de escucharlo deja más preguntas que respuestas”.
“La Fama” es la mejor muestra del “arte poética” de Rosalía. Precisamente, fue el primer sencillo de Motamami. La bachata, interpretada junto al productor y cantante canadiense The Weekend y lanzada a finales de 2021, es testimonio vital en el que Rosalía desgrana las luces y sombras de su ascenso fulgurante al Olimpo de los famosos. “Es mala amante la fama y no va a quererte de verdad / Es demasia’o traicionera, y como ella viene, se te va / Sabe que será celosa, yo nunca le confiaré”, repite como estribillo.
En “Diablo”, Rosalía se quita todo lo accesorio y se muestra tal cual es. Representan a la perfección la locura de ser famosa; a la vista de adoradores y haters, centro de las columnas amarillistas y de polémicas con otras estrellas de la farándula. Ella puede ser lo que quiera y cuando quiera, no lo que la gente le exija o le reclame; “yo me transformo, yo soy muy mía, soy toa' las cosas”, declara en Saoko
La española perece estar consciente de que nada “nunca te dura”, ni la juventud, ni la fama. “Flor de sakura / Ser una popstar nunca te dura”. Así lo canta entre gritos de aclamación en la popular “Sakura”, la mejor coda que podía tener Motomami.
Tales cuestionamientos no son solo discursivos, de manera explícita o en frases; además son aludidos a través de la producción. A veces, son referidos mediante los recurrentes contrastes entre lo “moto” y lo “mami” que caracterizan el disco, ya en un mismo tema, o entre una pista y otra.
En “La fama” sustituye las cuerdas típicas de la balada por un chop de su voz. En “Saoko” hace explotar la estructura “clásica del reguetón y hasta experimenta la mezcla regatón y jazz. En “Candy” monta su voz sobre una caja mínima filtrada y sin bajo. Arma “Cuuuuuute”, con una samba tecnológica, con beat y samples, para mover la cintura, y un final lírico de mariposas, para reclamarnos mirar las cosas maravillosas que hay en la realidad. Las mariposas están ahí, y el mayor artista de todos es el que ha hecho esa realidad: “El mejor artista es Dios”.
Hay más que una evasión superficial y tiktotera en “Chicken Teriyaki”. Es otro reguetón minimalista, con un chop de su propia voz, un bajo en algunos momentos y repetitivas onomatopeyas crea la base. Rosalía subvierte los patrones característicos del género y propone nuevas maneras.
De tal manera responde a la pregunta de si lo que “hace a un género es su envoltorio, la estructura y los timbres empleados, el llamado delivery, los temas, la fraseología o la vestimenta de sus intérpretes. En tal sentido afirma en “Bulerías” que es “igual de cantaora vestida de Versace que vestidita de bailaora”.
El propio minimalismo del disco es parte de este cuestionarse los artificios, los ornamentos no esenciales que resultan en muchos casos lo único que distingue un tema exitoso de otro. Casi todas las canciones constan de un instrumento “tratado” (dos, en ocasiones) y sobre este su voz. Una voz desnuda, como Rosalia en la carátula del álbum, sin más ropajes ni tratamientos que el necesario.
Como le confesó al músico y youtuber Jaime Altozano, llegó a grabar incluso dos versiones con elementos de cuerda, pero que finalmente tomó la decisión de eliminar los artificios. “Quería 'pelar' capas, ir a la esencia dentro de lo posible. A veces las canciones, en sus versiones iniciales, tenían muchas capas y demasiada instrumentalización, por lo que se perdía el feeling. Así que pasé casi un año trabajando la producción para ir 'pelando' las canciones”.
Uno de los contrastes más significativos es el que nos presenta en “G3 N15”; entre la cercanía íntima y afectiva de la casa de familia y la “expansión anodadora” (dixi Martí) y efectista de ciudades cosmopolitas como Los Ángeles. Al plantear que la tristeza derivada de la separación familiar no se cura rodeándose de las estrellas que habitan el suelo y el cielo de esa ciudad.
En enero pasado, la cantante publicó en TikTok un breve clip de "Hentai", en el que se mostraba posada en el pico de una montaña en algún lugar, cubierta por la nieve que caía (¡Vaya contraste con las calentura que iba a provocar!). Anuncio de otras yuxtaposiciones, entre la delicadeza de la música y la cálida voz de Rosalía con la provocativa letra y esas añadiduras ruidosas, cual metralletas al estilo Arca que irrumpen al final. Una melodía de ensueño enarbolada sobre un piano, una balada “digna” de unos versos de “altura”. Un tratamiento “otro” a un tema raptado por el trap y el reguetón más grosero. Una letra demasiado explícita para algunos, pero con saltos poéticos que lo aleja del lenguaje soez y directo que se ha vuelto moda, también en la voz de otras famosas.
Para la periodista y escritora Isabel Navarro, Rosalía es una poeta de su tiempo, como lo fue Lorca. "Creo que es una enorme artista y la caracteriza esa osadía y esa capacidad de radar de que está pasando en el mundo. Y lo que está pasando en el mundo es que el lenguaje está cambiando, que cada vez todo es más híbrido, una alusión a otra cosa, ella hacer lenguaje, que es lo que hacen los poetas ". Y como el poeta granadino, nos comparte con sus propios lenguajes y tropos las notas de sus viajes.
Los 16 temas de Motomami desafían los estereotipos que circulan sobre los géneros musicales que predominan en las bandas sonoros de los más jóvenes. Son presentados de nuevas maneras y mezclados, con un resultado que es mucho más que la suma de sus partes. Rosalía “mezcla las raíces tradicionales, la ambición global y la tecnología del siglo XXI para crear algo completamente moderno”, como bien se plantea en el Wall Street Journal.
Lo hace quien ha triunfado en los últimos tres años con una faceta “gosona” y aparentemente superficial, con “palos” como “Con Altura”, con J Balvin, “La noche de anoche”, con Bad Bunny, y “Yo x Ti, Tu x Mi”, con Ozuna. Una famosa que no se casa con la fama, que mantiene el compromiso con los discos conceptuales y siente “la responsabilidad de lanzar un álbum coherente, que tenga sentido; uno en el que las canciones se enlazan y comparten una esencia”.
Lo consigue una creadora con amplia posibilidades, que se ha preparado para tales incursiones, que sabe tocar la guitarra y el piano, virtuosa con su mejor instrumento, las cuerdas vocales; que hizo estudios superiores en el Taller de Músics y fue a la Escuela Superior de Música de Cataluña. Quien ha seguido formándose desde entonces, haciendo acompañar con los mejores productores. Apta y motivada a lanzar la música hacia nuevas expansiones, para experimentar sin prejuicios, para conectarnos con nueva fuente de expectativas, sobre el disco que vendrá.
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