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lunes, 25 de noviembre de 2024

La Comuna y el Himno de los trabajadores

Dos obreros crearon la letra y la música de “La Internacional”…

José Ángel Téllez Villalón
en Exclusivo 30/04/2021
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Eugenio Pottier y Pedro Degeyter
La letra de La Internacional, Eugenio Pottier escribió el poema y Pedro Degeyter creó la música.

En la génesis de la música y del trabajo, los que hacían el pan hacían la poesía, eran los mismos cazadores y agricultores, que danzaban mientras serializaban los sonidos; en los rituales de caza  o de guerra, para rogarle a los dioses mejores cosechas. Las canciones eran de todos, improvisadas en la comunión de las jornadas de  trabajo, no más extensas que las de  compartir en la gran familia, en las celebraciones circulares, por al dicha común. Los instrumentos musicales eran tan naturales como un tronco hueco o un caracol, como la voz  y el propio cuerpo. Ellos, todos, eran los protagonistas de aquellos cantos.

Hasta que con la apropiación del excedente, los embaucadores de las tribus y los monarcas se fueron rodeando de hábiles propagandistas, de músicos  y poetas para hacerle culto al nuevo orden, “divino” y “ natural”. Entonces, ser músico de la corte devino en aspiración y escuchar la música etiquetada “culta”, un  privilegio. Para la creciente mayoría, las canciones era una suerte de fines  de semana o de escondidas noches. Y un bálsamo durante las horas de trabajo; como esclavos y como esclavos asalariados, explotados durante 14, 16 y 18 horas.

La Comuna fue el primer intento de incorporar más, y más distintos, seres humanos  al ámbito de los libres y de los iguales. Igualdad que debía incluir igual acceso a la mejor música, el derecho de  tener hijos músicos y a ser también protagonistas de las óperas. Este espíritu revolucionario trajo un nuevo aliento en la música, que se expresó en nuevos cantos  donde el afecto colectivo, lo espiritualmente compartido, pasó a prevalecer sobre lo religioso. Los poetas y músicos, dispuestos a morir en tal empeño, pasaron del servicio cortesano a servir a la Revolución.

Como en una de las canciones popularizadas durante La Comuna, “La Canaille”, con letra de Alexis Bouvier y música Joseph Darcier, donde se le canta al “hombre honesto cuya mano/ A bolígrafo o a martillo/ Se gana el pan sudando”. De componer obras con las que entretenían a los nobles, pasaron a enaltecer  a los de abajo, a los que asaltaron el cielo para cambiar ese estado de cosas que describe otro de aquellos poetas rebeldes, el dibujante industrial Eugenio Pottier, en una las estrofas de “La Internacional”:

El Estado oprime y la ley engaña;
El Impuesto sangra al desgraciado;
Ningún deber se impone al rico;
El derecho del pobre es una palabra hueca.

Ya basta de languidecer bajo tutela,
La igualdad quiere otras leyes;
¡"No más derechos sin deberes”!, dice
"Iguales, ¡no más deberes sin derechos! "

Pottier había nacido en Paris en el año 1813. Su padre era empleado de embalajes y con 13 años aprendió el oficio paterno. Con tan solo 14 años compuso su primera canción titulada: “Viva la libertad”. Y con 15, fue testigo de una huelga obrera que marco su vida para siempre. En la ciudad de Lión, estalló una huelga en una fábrica de seda. Los obreros ocuparon el establecimiento por más de una semana,  exigiendo un mejor trato  y mejoras salariales. Los dueños, viendo peligrar todos sus bienes, llamaron  a la policía y al ejército; se desató una feroz represión con una saldo de a 5 mil obreros textiles muertos. Conmovido por la sangre que corrió por las calles,   escribió “Lión”;  donde declara abiertamente: “El arte tiene la obligación moral de denunciar los atropellos cometidos a la clase productora”.

A partir del año 1840, sus canciones comenzaron a escucharse  en todos los hechos importantes registrados dentro de Francia, sus poesías despertaban la conciencia  y llamaban a la unidad de los proletarios. Sobrevivía, embalando cajones y más tarde creando dibujos para telas. En 1848, combatió junto a su clase en las barricadas, contra los monárquicos. Fundó, en 1867, la “Cámara Sindical de Talleres de Dibujantes”. Se afilió a la “Primera Internacional” de Marx y Engels y en 1870 firmó el Manifiesto de los Internacionales parisienses, en el que se pedía a los socialistas alemanes que se opusieran a la guerra.

Durante los acontecimientos políticos que convergieron en la Comuna de Paris, fue nombrado brigadier de un batallón de la Guardia Nacional y delegado ante el Comité Central. Durante el primer gobierno obrero de la historia, sostenido entre marzo y mayo de 1871, fue elegido con 3.352 votos de un total de 3.600, por el 2ª distrito, para formar parte del Consejo de la Comuna de París.

Tras la derrota de aquel movimiento insurreccional de los trabajadores, pudo escapar de la “Semana Sangrienta”, la feroz represión desatada contra los componentes del gobierno. Se refugió  primero en Inglaterra y luego en los  Estados Unidos, donde trabajó como dibujante y maestro. En 1876, el poeta en la emigración, escribió De los obreros de América, a los obreros de Francia. En sus poemas describió  las miserias y  del abuso laboral al que sometían a sus hermanos de clases, en el capitalismo. La misma que describió en sus crónicas nuestro José Martí  y que desembocaron años más tarde en los sucesos de Chicago de 1886.

El poeta y obrero parisino se inspiró en La Comuna de París para componer la letra de La Internacional, de ahí que  se la dedique a su compañero de gesta Gustave Lefrançais. En el texto poético, laten sus emociones y expectativas de horas después de la derrota de mayo, se fechó en junio de 1871. En opinión del historiador Robert Brécy, Pottier, “como la mayoría de los poetas chansonniers”, escribió la letra de su famoso himno, teniendo en mente probablemente a La Marsellesa, que “tiene el mismo corte”. El ahora himno de Francia, y el himno muy popular entre soldados y civiles durante la Primera República, había sido creado en 1792, por el capitán de ingenieros Claude Joseph Rouget de Lisle.

Eugene Poittier pudo regresar a su Francia 9 años después. Al llegar, reanudó sus actividades políticas, participando en la formación del Partido Obrero Francés y colaborando en el periódico "El Socialista" junto al socialista cubano Paul Lafargue, también activo militante durante la Comuna de Paris.

En 1883, Pottier presentó su más conocido poema al concurso de "Goguette de la Lice chansonnière" donde ganó la medalla de plata. En ese concurso coincidió con el cantante Gustave Nadaud, a quien había conocido anteriormente. Nadaud, aunque no compartía su ideario político, admiraba su talento poético. Por mediación de este, en 1884,  se publicó su  primer libro con cerca de 50 poemas. Este hecho daría pie a que en 1887 se publicara su segundo poemario, “Canciones revolucionarias", en el que  se incluyó “La internacional" y contó con un prefacio de Henri Rochefort.  Entre los  poemas Pottier se han destacado “El Terror Blanco” (1871), “El Muro de los Federados” (1873) y “El Rebelde” (1884). "Ella no ha muerto" fue una composición de Pottier en homenaje a los fusilados de la Comuna de París.

Murió en París, el 8 de noviembre de 1887.  Su entierro, al que acudieron miles de trabajadores, se convirtió en una poderosa manifestación. La marcha hasta el cementerio de Pére Lachaisse, el mismo donde fueron fusilados los revolucionarios tras la derrota de La Comuna,  fue un revuelo de banderas rojas. La policía intentó reprimirlos y quitarles las  orlas que ya identificaban las causas de los oprimidos. Les fue imposible, la masa enardecida exclamaban  “Viva Pottier”, “Viva el poeta”. Lenin escribió en el diario Pravda del 3 de enero de 1913: “Este poeta obrero murió en la miseria, pero dejó levantando a su memoria un monumento imposible de olvidar, fue uno de los más grandes propagandista de masas, por medio de sus canciones, cuando compuso La Internacional”.

Otro obrero, el tallador de madera Pedro Degeyter musicalizó el poema de Pottier.

Se cuenta que en junio de 1888, G. Delory, uno de sus organizadores de la "Lira de los Trabajadores" interesado en que la coral ampliara su repertorio de canciones socialistas y obreras, le encargó a Pierre, que ya tenía una buena reputación de compositor, ponerle música al poema “La Internacional”, que había encontrado en Cantos Revolucionarios. Le indicó  que hiciera algo de ritmo vivo y arrebatador.

Pierre, quien trabajaba en ese tiempo como montador en los talleres de Lives-Lille, cumplió  con el encargo con la única ayuda de un simple armonio. La compuso consciente de que la música no sólo debe suscitar una experiencia estética en el oyente, sino también trasmitir el mensaje de Pottier,  convocara a la reflexión y al combate, por la transformación de la indeseada realidad social.

Después de comentarla con los compañeros de trabajo y de hacer pequeñas modificaciones la entregó para su estreno.  El 23 de julio de 1888, en una reunión de la Junta Sindical de vendedores de periódicos, que se celebró en establecimiento La Liberté,  en el popular barrio Saint-Sauveur de Lille, el coro de la "Lira de los Trabajadores" la interpretó por primera vez en público. Fue un éxito total, primero en Lille y luego en todo Francia. Su partitura fue publicada en 1889, con la impresión de 6.000 ejemplares.

El obrero y músico había nacido en Gante, en el Flandes francés,  el 8 de octubre de 1848. Con 16 años comenzó a estudiar música por la tardes, en el "Conservatorío de Música" de Rijsel. Trabajó desde niños en una fábrica de mecánica. Asistía a la escuela nocturna para trabajadores donde aprendió a leer y escribir. En 1886, ingresó en la  “Lira de los Trabajadores”; fue miembro del Partido Obrero Francés y luego se afilió al Partido Comunista. Murió  en Saint-Denis, cerca de París, en 1934.  Su entierro congregó a más de 50.000 trabajadores.

En 1892,  la Segunda Internacional la adoptó y popularizó “La internacional”. En su Congreso de Copenhague de 1910 la designó oficialmente como uno de sus más importantes símbolos. Tras el triunfo bolchevique,  se convirtió en el Himno Nacional de la Unión Soviética,  lo fue hasta el año 1943. Ha sido traducida en cientos de idiomas, versionada su letra, aunque con la misma melodía; para  identificar las luchas y anhelos de los trabajadores del mundo.

En agosto de 1925, después de llegar nadando  hasta el barco soviético Vatslav Vorosky, anclado en la bahía de Cárdenas, el joven dirigente estudiantil y comunista Julio Antonio Mella la  entonó junto a los marineros rusos. De aquella experiencia contó:

“Ese himno de todos los oprimidos nos hizo sentir más compenetrados con nuestros hermanos de ideales”. “No pudimos contener nuestro entusiasmo y puestos de pie, rígidos, la mirada en el horizonte de nuestro país no liberado todavía del capitalismo, entonamos en español y en territorio ruso, La Internacional, mientras los ‘tovarich’ la cantaban en su propio idioma con un vigor y una cadencia que jamás olvidaremos. Hermanos por el ideal revolucionario, lo fuimos una vez más por el arte. A través de la música de todos los rebeldes, del himno triunfal de los proletarios, se abrazaron las almas de aquellos marinos, héroes casi todos de la Revolución Roja, y la de todos los proletarios cubanos que albergan en su pecho la misma fe en el Ideal”.

Después del Triunfo de la Revolución, se ha entonado con fervor en nuestras plazas. Se escuchó recientemente durante la Clausura del VIII Congreso del PCC y no dejará de emocionarnos por estos días, aun desde nuestras casas.

“Arriba los pobres del mundo
De pie los esclavos sin pan
Y gritemos todos unidos
¡Viva la Internacional!”


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José Ángel Téllez Villalón

Periodista cultural


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