Con un cierre de oro culmina la travesía audiovisual de Carnal, el último álbum de Buena Fe. Y con lo de oro no hago alusión a “don dinero”, que apunta con el índice para hacernos sus cómplices y no sus compañeros, ni a lo que brilla, al baño fastuoso de lo que aspira tan solo aparentar y cotizarse en la vitrina de la sociedad clípclica; sino a lo valioso porque nos hace partícipes de la trama de significación, de la que brota el orgullo de ser “nosotros”, al sur del Río Bravo, tan “calavéricos”, al final, como los “otros”, más arriba.
“La Catrina” es la cuarto tema y uno de las más pegajosos de Carnal. Uno de los vectores iniciales de la curva discursiva y conceptual del álbum. Por su temática, dialoga con otras de las canciones, en especial con las que le preceden, “Valiente”, en tanto alude al desafío al miedo y a las estocadas del individualismo, y con “Sobre el arte de retoñar”, con un estribillo enmarcado en la muerte, que habla de putrefacción y ponzoña. Es una proclama de deseos, una relatoría de lo que aqueja al mundo y debería desaparecer; los que deben ser castigados, irse “a bailar con la más fea”, con la pelona, con La Catrina.
La canción tiene sus raíces en una visita que realizara el dúo a Bolivia, en el 2018 —contó Israel Rojas en su última directa de los martes. A punto de abandonar el recorrido de un museo en La Paz sobre la cultura de los pueblos originarios, en la última de sus salas, encontraron un maniquí con un traje lleno de plomadas. Supo entonces de un castigo practicado hasta la década de los 90 por comunidades que vivían alrededor del lago Titicaca y cercanas a la Amazonía, que aplicaban a los que cometían un crimen de impacto social. Por una ley comunitaria, se podía deliberar y acordar una sanción que consistía en vestir al acusado con ese traje pesado y hacerlo bailar hasta desfallecer.
Es la "danza de la muerte", en una procesión que se organiza, se le hace bailar hasta morir; danzando expurga todos esos demonios y pasa a la nueva vida sin esos lastres.
A partir de esa experiencia, al cantautor guantanamero se le ocurrió la idea de escribir una canción, pero no circunscripta a la boliviana “danza de la muerte”. Entonces, investigó sobre las prácticas internacionales alrededor de la pena de muerte, su historia y sobre los límites de estos correctores sociales. Así se encontró, como parte de las tradiciones latinoamericanas, con el personaje mexicano de La Catrina.
“Este video fue una seducción”. En enero del pasado año, cuando menos se esperaba, le llegó por Whatsapp un mensaje de Víctor Fx, con una propuesta audiovisual con la canción “La Catrina”. En mayo del 2020 se le mandó un demo que a Rojas le pareció “un piñazo visual, una caricia y una sorpresa”. Fue difícil no prestarle atención. Se pensaba entonces que lo asumiera Joseph Ross, y al final, por las condicionantes logísticas y las circunstancias impuestas por la pandemia de la COVID-19, se abrazó la propuesta de realización de Víctor López, uno de los fundadores de Remache Estudio en el 2009.
Esa es en síntesis la historia del video, estrenado el 1.o de junio. Fue concebido, según contó Víctor, para conectarse con el eje temático, pero sin caerle atrás a la letra; para representar esas imágenes y sensaciones, tuviera poesía y fuera visualmente atractivo; sin perder la mirilla de que se habla de algo tan polémico como la pena de muerte. Resultó una obra de arte, facturada por Remache Estudio, con guion y dirección de arte de Abel López y la codirección de este y Víctor, que también se encargó de la dirección de fotografía.
Los realizadores consiguen una meritoria puesta en escena, colocar tensiones donde van y motivar emociones que fluyen en el mismo sentido de la canción que recrean. Con el uso intencional de los resortes estéticos y tecnológicos, de las paletas de colores, de los planos, de la animación, de las luces, de la coreografía... Y, sobre todo, el empaste orgánico de las capacidades histriónicas del actor Denys Ramos y los efectos visuales conseguidos a través de computadoras, de una postproducción en la que ha hecho cátedra Remache Estudio. Elementos que se conectan armónicamente con referentes simbólicos de la cultura universal y más específicamente de las tradiciones mexicanas, alrededor de ese icono tan popular.
La Catrina es el personaje femenino más conocido en México, después de la Virgen de la Guadalupe, Como símbolo fue creado por dos artistas plásticos, el caricaturista José Guadalupe Posada y el gran muralista Diego Rivera. La versión original es un grabado en metal, hecho por Posada en 1812, durante el Porfiriato. Su nombre original era Calavera Garbancera, en alusión a las que vendían garbanza y que teniendo sangre indígena pretendían ser europeas, renegando de su propia raza y herencia cultural. Posada las dibujó con unos moños detrás de las orejas, como solían usar aquellas, para “recordarles sus orígenes”.
Para el artista, originario de Aguascalientes, “la muerte es democrática, ya que, a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”. Lo mismo apuntaban los versos que acompañaron sus primeras impresiones: “Hay hermosas garbanceras de corsé y alto tacón, pero han de parar en calaveras, calaveras del montón”.
Diego Rivera la terminó de caracterizar y la nombró como tal, a partir del popular término “catrín”, que definía a un hombre elegante y bien vestido, acompañado de alguna dama con las mismas características. Si las de Posada aparecían ataviadas solo con un sombrero, el muralista le añadió su atuendo característico, la estola de plumas. Así lo hizo en su conocido mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”. En el fresco de 1947 es la figura central, rodeada de más de cien personajes emblemáticos de la historia mexicana hasta entonces. Se ve a La Catrina del brazo de José Guadalupe Posada y llevando de la mano a Diego Rivera (de niño); detrás de este aparece Frida Kahlo (que aparece en el videoclip) y a su derecha José Martí, quien saluda a Manuel Gutiérrez Najera.
Las Catrinas nacieron en los periódicos junto a las famosas calaveras o calaveritas literarias, composiciones en versos que, como se ha hecho tradición, se popularizan en vísperas del Día de Muertos para burlarse tanto de los vivos como de los muertos, y recordar que todos vamos a morir. Suelen escribirse con un lenguaje satírico o burlesco; son textos muy breves que reflejan todo el espíritu y la festividad del mexicano frente a la muerte.
Vale anotar, a propósito, que si bien “La catrina” de Buena Fe no tiene una letra explícitamente burlesca, para nuestros referentes sí resulta irónico el castigo de mandar a bailar con la muerte o de que esta le haga le amor al criminal. El tono festivo de la música es más evidente.
Horas después de su estreno, el video oficial de “La Catrina” había generado más de cien comentarios elogiosos. Entre ellos, el del realizador Leandro de la Rosa, quien escribió: “Barbaridad, monumental, para coleccionar. Felicidades, mis amigos”.
De la Rosa fue el director del clip de “Cámara lenta”, que junto a “Patakí”, “¿Quién soy yo?" y “La Catrina” conformaron el ciclo audiovisual de Carnal; cuatro audiovisuales, realizados por tres grupos creativos, con estilos y construcciones distintas. “Diferentes maneras, colores, públicos… Esa fue la intención” —me compartió Rojas. Una cantidad que coincide con su plan inicial y con el promedio de sus discos anteriores. Productos a la altura del disco y de las circunstancias que condicionaron su andar desde noviembre del 2019.
Seguiremos disfrutándolos, en espera del próximo disco y de sus videoclips.
Dalia
5/6/21 0:10
Un video impresionante, a veces sutil y veces como un golpe en el rostro. me encantó
Lissette
4/6/21 19:01
Ya adoraba la canción y el video es extraordinario. Buena Fe es el arte. Felicidades.
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