jueves, 12 de septiembre de 2024

El reparto y la banalización de la violencia machista (V)

Así se bebeshita la violencia de género, se toma un fenómeno social como el machismo y se le da forma de música y entretenimiento…

José Ángel Téllez Villalón
en Exclusivo 22/08/2024
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Reparto y machismo
Los machistas de nuestro archipiélago cuentan con un espejo donde lucirse: el reparto (José Ángel Téllez Villalón / Cubahora)

Los machistas de nuestro archipiélago cuentan con un espejo donde lucirse, más que normales, apetecibles. En donde reflejar, a su ritmo, con su propio lenguaje oral y gestual, el poder que ostentan respecto a las féminas, en la casa y en la calle. Tienen a su reparto, esa variante de llamada música urbana que más ruido hace y escandaliza por esa especie de mantra o marca de nacimiento de la que no se ha podido librar, por su discurso misógino y una representación atávica de la mujer y de las relaciones de pareja.

Un discurso que es el reflejo del machismo cotidiano, y que juega también un papel fundamental en la (re)producción del machismo como ideología, como representación compartida. Las letras de la mayoría de sus canciones, como materializaciones verbales de este discurso, actúan sobre las representaciones sociales de una gran masa de hombres y no pocas mujeres. A la vez que determinan la función y el alcance que tendrá estos modos de representar y significar en sus comportamientos íntimos y públicos.

En esta jerga musicalizada se proyectan los recursos de sus mentes, los que operan en su representar el mundo, su país, su barrio; en correspondencia con las experiencias más comunes o pedestres. Entre estos recursos que hacen posible exteriorizar ideas y sensaciones, que ponen en evidencia la forma en que algo ha sido conceptualizado, “colocado” en una escala de valores, están las metáforas conceptuales. Una comprensión que implica la integración con un concepto análogo, el traslado de un campo más abstracto o desconocido a otro más concreto o manido.
Según Lakoff y Johnson, nuestro “sistema conceptual ordinario, en términos del cual pensamos y actuamos, es fundamentalmente de naturaleza metafórica”. Tales metáforas hacen circular imaginarios, creencias y opiniones que afectan la manera en que se percibe, se interpreta y se experimenta la realidad. También los estereotipos, con sus dos cargas: descriptivas y prescriptivas .

Las relaciones románticas, como entramado de emociones, se construye cotidianamente en interacciones mediadas por el lenguaje; se exploran y expresan en formas discursivas. El discurso construye y reconstruye estas relaciones, le crea un contexto y le transfiere unas significaciones, según la analogía a la que se recurra. Pudiéndose representar como subordinación o como emancipación, como lucha o como cooperación.

No es lo mismo compara el amor con una atracción que con una guerra. En la segunda analogía se representa a los miembros de la pareja como rivales, es un escenario donde se miden fuerzas, lo que implica el ejercicio del poder de uno sobre el otro y una estructura jerárquica. Esta percepción del amor como conflicto, en la que alguien determinadamente gana o pierde, predomina en el reguetón cubano.

“Es mi tota la que te domina / Es mi tota la que te hace daño”, se proyecta La Diosa en el tema “Ni palito ni palón” del 2019. “De tantos animales/ Mami te metiste con el animal/ Deja que te trabe, que te tenga/ Que te ponga yo a temblar las piernas (titi), alardea Bebeshito en su más reciente “Infladora”.



Una jerarquía que se ordena por el “amarre de la pieza”, por los atributos sensuales, según Oniel Ernesto Columbie: “tú eres mi asesina / Yo soy tu asesino mami / Que tú eres mi palo Riquelme/ Que tú eres mi palon divino”.

Estructura en la que los machos suelen representarse dominantes, arriba, los que escogen entre mujeres contendientes, cual especulan Washypupa, El Taiger, Dany One y Kivencito el 13 en “Tú tienes que pagar pa´verla”.

El machismo más que erotizarse se pornográfica. No es la insinuación ni el doble sentido del “Cuarto de Tula” o las guarachas de El Guayabero. El sexo va en strike, no se representa, sino que se explicita: “Ahora que la tiene adentro (titi)/ Tú me dices papi que rico/ Ven házmelo lento…” (“Que rico me siento”, de Bebeshito).

Sumándole el “sabor” de lo lascivo, se saca de lo regulado o éticamente correcto, es como un desacato a la centralidad ética o racional. Una sobreexaltación de la sexualidad, de lo instintivo, que animaliza las relaciones.

En tal sentido, es común en Bebeshito la conceptualización de las relaciones de pareja, de seducción o interacción sexual, como actos movidos por instintos de animales: “Me tiene como un perro diciéndole jau/ Me tiene como un gato diciéndole miau/ Y como el chivo me tiene diciendo/ Déjame veee tu totaila”.

En el mismo marco de significación en el que las mujeres se representan como “fieras” o se etiquetan como “zorras”.

La posesión “suena” a pasión, las onomatopeyas diluyen los ruidos de la dominación. Se redondean sus filos y lo que debería provocar repulsa o alarma pasa de normalizarse a volverse atractivo, deseado. Mediante una cadena de asociaciones subjetivas, metonímicas, que seleccionan una significación de la mujer, que la cosifica.

Expulsando lo imaginativo y sensitivo, el erotismo se constriñe a reparticiones instintivas de placeres. El amor se reduce al acto sexual y la relación de pareja al tú me das, yo te doy. El acto sexual es el acto de comer, o consumir, y el cuerpo es comida, son las metáforas que centran muchas de estas canciones: “Me comiste y me digeriste”, “Dámela con el grandioso/ Vamos a hacer un batido/ Con eso jugoso (exitoso)”, “Mami tú eres mi fruta”, dice Bebeshito. “Ella es un bombón pero el calor la hizo nutella”, corean Charly & Johayron y El Taiger. La mujer equiparada a comestibles, frutas o bombones, objetos de placer y despojadas de subjetividad.

Con estas cadenas metafóricas se construyen las ideas de sexualidad y género, las representaciones de femineidad y masculinidad. Con estos símbolos clave o de condensación, se construyen los sentidos que orientan a los machistas, como las sombrillas con las que justifican sus violencias simbólicas y físicas.

Así se bebeshita la violencia de género. De tal manera, el pegajoso reparto, toma un fenómeno social como el machismo y le da forma de música y de entretenimiento. Como una gran bola de estereotipos y estallidos emocionales con la que se exalta y expende una vinculación patriarcal, que cosifica a la mujer, que normalizan y sedimentan prácticas injustas que atentan contra la emancipación plena del homo sapiens.

 


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José Ángel Téllez Villalón

Periodista cultural


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