Se prueba, una vez más, cuando hay artistas de por medio las “normas” pueden ser rotas o armonizadas al propio latir del proceso estético. Si la cita, la mixtura y la fragmentación perecen ser las “leyes” del videoclip mainstream, en “El Mambí” los tiempos se mezclan para condensar sentidos, para ahondar en las emociones desde la superficie de la imagen. Lo épico se imbrica con alusiones líricas. Y como en la propia canción que le sirve de base, el amor a la mujer amada y a la patria se abrazan en un arroyuelo de emociones.
Con sutileza y organicidad se teje la inmediatez de la cruda batalla y la precedente historia de amor de la que nació la niña. O más bien, la proyección del pasado y la continuidad del ahora que simboliza ella misma, como la escarapela de Céspedes y Martí cocida en su vestido. Dos contextos contrastados, violento e inseguro uno, colmado de ternuras el otro. Cronologías que discurren en paralelo, con tensiones armoniosas respecto al propio gradiente del tema musical, hasta el final del video musical que, entonces, nos parece una película.
Y así resulta, por el rigor de la puesta en escena y del uso de los recursos técnicos. Por "la alternancia necesaria y poética de los grandes planos de la batalla, con esos primeros planos de rostros marcados por la violencia y el valor", como apuntó Orlando Cruzata. Por la fotografía realista que captura el paisaje y las almas en movimiento, escenas verosímiles, con convincentes actuaciones, tanto de los protagónico y como de los extras, cargas al machete y efectos con explosivos que nos transportan a los tiempos en que el joven músico Luis Casas Romero se fue a la manigua.
También se destaca la intencionalidad de los recursos cromáticos. Presentarnos las escenas en blanco y negro nos remite inevitablemente con el pasado, como también nos conecta con los mambises representados en las películas y documentales del ICAIC. Por más, da pie a un efecto cimero, de especial simbolismo. Cuando en el epílogo del corto, después de centrarse el plano en la familia protagonista, ya firme en el suelo, nuestra enseña nacional se muestra coloreada, ondeando sus cicatrices, para significarse trascendente y unificadora.
La magia se da porque se han complementado dos grandes del audiovisual cubano: Roly Peña y Alejandro Pérez. El primero de probada experticia en acercarse a los hechos históricos, el segundo, el más internacional de nuestros realizadores de videoclip. Ambos han codirigido a un equipo donde “todos han hecho lo que le toca” —como expresó Pérez en la Gala de Nominados— y porque “todos lo hicieron bien”, como dijera Peña.
Así lo valoraron los miembros del Jurado de esta 24.a edición de Los Lucas, quienes lo nominaron en nueve apartados y lo premiaron, finalmente, en las categorías de Video Trova, Actuación (conjunto de actores), Dirección de Arte (Onelio Larralde), Fotografía (Alejandro Pérez) y Producción (Ernesto Ibarzabal y Laura Herrera). Así como en la que se reconoce la integralidad de una propuesta, la de Mejor Video del Año.
Por la temática y el hecho de recrear otra joya antológica de nuestro cancionero, “El Mambí” nos remite al video de “La Bayamesa”, realizado por Joseph Ros y reconocido en los Lucas del 2019; nominado por igual en varias categorías (Mejor dirección, Mejor Video Trova, Dirección de Arte (Maikel González), Edición (Daniel Diez Jr.), Diseño de Vestuario (Samantha Chijona), Fotografía (David González) y como Video del Año. Las dos producciones fueron financiadas por el Ministerio de Cultura para sus campañas de comunicación y como parte de su política para estimular una producción nacional de videoclips, donde prime lo artístico y la promoción de valores.
Sin embargo, los dos audiovisuales difieren en cuanto a presupuestos estéticos. El de Peña y Pérez tiene como más claro referente al cine, se estructura sobre una pequeña historia. El de Ross, en cambio, es la sucesión de composiciones plásticas con pretensiones simbólicas. Por demás, los distinguen la cantidad y movilidad de los personajes, las paletas de colores y los conceptos de la fotografía. “El Mambí” se filmó en espacios abiertos y a plena luz del día. Las tomas de “La Bayamesa” son claroscuros en locaciones cerradas.
Para bien de la historia y de la cultura, en “El mambí” se espanta lo panfletario. Resulta una obra de arte que humaniza lo que de algún modo ha sido encartonado, acerca hechos y actos, revitaliza afectos con héroes conocidos o anónimos, que se perciben lejos, del pasado para activar resortes sentimentales y armonizar sentidos, para acrecentar nuestro orgullo patrio, tan necesario hoy para energizar nuevos empeños en comunión.
Se enriquece en significados la criolla estrenada el 21 de marzo de 1912, en el Casino Español de La Habana, por Moisés Simons (piano), José Morone (violín) y por el propio autor, Luis Casas Romero. Como las estrofas escritas a solicitud del músico camagüeyano, por el poeta Sergio La Villa. “Un día triste cayó a mi lado; / Su hermoso pecho sangrando vi…”. En la que como en otras canciones de la Cuba colonial, la mujer amada y la patria quedaron equiparadas: “Y desde entonces fue ardiente, / Cuba adorada mi amor por ti”.
“Lo más importante de este video es el honor que hacemos a la historia y a la cultura de nuestro país”, expresó Roly Peña cuando se anunció sobre su realización hace más de un año. “Lograr el amor por lo épico” ha sido propósito y resultado de otras producciones suyas como Duaba, la Odisea del honor y LCB. “Lo único que vamos hacer es asentar el sentido patrio que tienen los jóvenes de hoy”; “vístanse como se vistan”, añadió.
El videoclip es también un “homenaje merecido a Santiaguito”. “Era un tipo con una profundidad patria, en el sentido del nacionalismo cubano que todos lo conocimos” —afirmó Peña. “Es una lástima, porque lo conocí, le hubiese gustado hacer este video”—sentenció entonces Alejandro Pérez. El tema fue uno de los últimos que grabara el inolvidable trovador Santiago Feliú.Así, un video tan referencial se constituye en sí mismo en nueva referencia para recrear lo épico, el devenir glorioso de esta nación.
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