“Cuando descubres que tus estadísticas no mienten”, comentó en su Facebook Geovanys F. García, el de Pista Cubana, acompañando un video de la presentación de Bebeshito, donde se ve a un público verdaderamente eufórico, coreando el estribillo: “Esta pa' darle brocha, ocha, Está pa' darle hacha, hacha”. Sin embargo, la instrumentista espirituana Arianna Alvelo no entiende cómo el repartero ocupa los lugares cimeros del Lucasnómetro, si el público que va a sus conciertos no es el que escucha la radio.
Lo que sí es un hecho es la popularidad conquistada por Bebeshito en grandes masas de nuestro país. Así, pueden verse en su Instagram entusiastas reacciones de sus fanáticos en masivos conciertos en Guantánamo, Morón, Camagüey, Varadero... Hacha en particular se convirtió en un fenómeno viral desde su salida, y ha llegado hasta nuestras escuelas, como puede verse en otro video compartido por el repartero. Es un aclamado satisfactor de gustos.
Tal parece que hace la música que la gente quiere o le pide hacer, y que no es su culpa, entonces, que se proyecte así. Pero la culpa es menos de esa masa que del patrocinado por Planets Record.
La mayor culpa es de los que permitieron la socialización de la ostentación, las obscenidades y las groseras polémicas de los exponentes del género urbano; no es de las masas, sino de los poderes que deciden las lógicas que ordenan y estructuran lo que circula y tiene éxito comercial. Son los mandamases de la dominante industria de la música y los negociantes de Miami, los que han sacado lascas de la expresión marginal y del facilismo; utilizando a unos pobres reguetoneros que desean ser ricos, que fungen como ídolos o representantes de los humildes, pero actúan en interés de sus mecenas y gerentes.
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La cultura de masas ha deformado y corrompido el gusto estético del público, en interés de convertirlos en consumidores cada vez más homogéneos y domesticados. Por demás, ha trastocado los criterios para cualificar el arte o lo que se vende como tal, a indicativos como el rating, las reproducciones en YouTube, o las reacciones en las redes digitales. Tendencias que se proyectan en Cuba, sobre todo en nuestra vulnerable periferia, tan periferia del Capitalismo Mundialmente Integrado como de un definible centro isleño, socialista y revolucionario.
La letra o el lenguaje han marcado el devenir del reguetón hegemónico, el de Puerto Rico, Panamá, Colombia o EE.UU., con su nivel léxico reducido, muchas veces procaz, coloquial, lleno de jergas, por demasía explícito al referirse al sexo, sin ninguna sutileza o alegoría, lo que degrada la inteligencia y asfixia la capacidad imaginativa.
Este ha resultado también un sello del reparto; desde de los tiempos de Los Tres Gatos en la Cuevita con su “cuando quieren chocha”, o de Elvis Manuel con La tuba y “No, ella no es loca, lo que pasó fue que le metieron el DiTú completo por la boca”. Desde que fue esparciéndose por toda la isla, al margen de la política cultural y del sistema de medios institucionales, con CDs quemados en casa, de flash a flash o por Zapia. Con palos como El campismo o El Guachineo, temas del autoproclamado “rey del reparto”, “el heredero al trono” y “el mejor de los reguetoneros cubanos”; del nacido en Los Sitios, Chocolate MC, del consagrado luego en Miami, con las sagas de El Palón Divino.
Con esos alardes falo-céntricos y esa oferta mercantilista del sexo “divino” del macho -pagado con el correspondiente “divino” de la hembra, “con maldad” por la “maldita” y “con maldad” por el “asesino”-, se constituyó en “patrón de éxito” y generó verdaderos clones, con temas como Palito Presidario, Totica Delincuente, Kimbando Bueno, Con Quien Follo y Ñaki Ñaki, nacidos del numen de epígonos del epígono.
De modo que la vulgaridad fue asumida como parte una fórmula a la que luego se sumaron rasgos musicales que distinguen al reparto entre otros géneros musicales, que lo convirtieron en el reguetón cubano.
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El coito es el asunto principal en torno al cual giran las producciones del habanero Oniel Ernesto Columbie Campos, quien fue ganando en popularidad a través de colaboraciones con artistas más conocidos o establecidos dentro del género urbano como Wildey, Harryson, July Roby, Taiger, Yomil, Yulien Oviedo, Divan y Charly & Johayron.
Algunos de sus títulos son bien elocuentes: “Manguera”, “Mojaita”, “Sueltate Puty”, “Delaito”, “Un Inclinao”...Pero más adentro, lo procaz se desborda:
“Ay coño maldita, tita/ Esta rosadito como rosita, tita / (…) La toqué y estaba mojada/ Por el pelo la cogí/ Yo se la metí/ Le dije tita/ Si te doy una follaita/ (...) Na' ma te metí la puntica ” (“Grita”)
“Ese día se mojó tu tota/ Ay toda mojadita y toda loca” (“Una Pila de Partes 2”)
“Mami yo te quiero pa' mi/ Aquí encima de mi/ Hazmelo como solo tu me lo haces/ (…) Dejame to crazy/ Quiero que te vengas encima de mi (“Mami”)
“Mami que esta noche promete/ Te voy a dar tolete, te voy a hacer de to'/ (…) Que te voy a dar manguera/ La noche entera” (“Manguera”)
Si nos ponemos a ver, “Hacha”, con una narrativa similar al tan polémico tema “La Bruja” de José Luis Cortés, no es el tema más vulgar del reguetonero invitado al Santa María Music Fest. Tampoco, “Un Inclinao”, el otro tema interpretado en la segunda gala del Lucasnómetro.
Aunque todas cargan un sesgo básico, sexista y misógino, la mujer como un objeto de placer, por el que los hombres deben competir, sea con dinero o con habilidades sexuales. Modelo mental desarrollado en dos discursos reiterados: "Yo te lo hago mejor que nadie " y "Tú me lo haces como ninguna". Reduciendo, pro demás, el campos semántico “amor” a mera práctica sexual.
Frente a lo que vale recordar a Félix Guattari, cuando nos dijera: “El deseo amoroso no tiene nada que ver con la bestialidad o con una problemática etológica cualquiera. Cuando este asume esa forma estamos ante algo que pertenece precisamente a la naturaleza del tratamiento del deseo en la subjetividad capitalística. Hay cierto tratamiento serial y universalizante del deseo que consiste precisamente en reducir el sentimiento amoroso a esa suerte de apropiación de lo otro, apropiación de la imagen del otro, apropiación del cuerpo del otro, del devenir del otro, del sentir del otro”.
Esta es la mercamusica que expende Bebeshito. Fabricada para el consumo, para activar instintos básicos por unas semanas, hasta el próximo hit; para la “descarga” y la alienación, para domesticar y banalizar –aunque no sea consciente de ello- toda practica orientada a revolucionar la realidad. Artefacto de la cultura de masas con la que se fagocita y desplaza a la cultura popular; hasta el punto de confundirlas como una misma cosa.
Representar el sentir popular no es el motivo que mueve a tales reparteros; “pegarse” y facturar, enriquecerse a costa del menor esfuerzo posible, son propósitos que explican mejor sus comportamientos. Reproducir las fórmulas de éxitos es lo que mejor saben hacer. Y si la vulgaridad se vende, todo lo demás les “resbala”.
Una postura que induce y reproduce orientaciones y conductas “ruidosas”, como pesados lastres en la disputa simbólica capitalismo-socialismo, en la construcción de una cultura emancipadora y anticolonial.
Tamara Dovale Moisés
12/6/24 12:05
Muy buen artículo. Ek REGUETON está destruyendo a nuestra niñez y juventud y por ende a nuestra Sociedad. Pone de moda la VULGARIDAD, la INDECENCIA, la PROMISCUIDAD, la falta de Cultura, civismo, respeto, educacion y valores. Llevo mucho tiempo ADVIRTIENDO sobre las daños que provoca hace tiempo y peor a medio y largo plazo. El MINCULT , el MINED y el GOBIERNO Y PCC, tienen que actuar de INMEDIATO, para salvar a Cuba de esa Basura
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