Dura muy dura fue la vida en 2024, y eso nadie lo discute, pero haber sido menos infeliz o hasta feliz es algo que siempre hay quien lo ponga en duda a pesar de que quien lo afirma lo sabe mejor que el ajeno a nuestras vidas.
La fórmula para lograr esa felicidad en el año de mayores apagones de un quinquenio no es secreta, pero aún así no es suficientemente aceptada ni aunque el feliz mortal cuente cómo logró no amargarse la existencia cuando una interrupción eléctrica apagó el cajero automático al acabar de introducir la tarjeta magnética.
Estas notas tenían dos párrafos iniciales redactados de otra manera, pero fueron cambiados tan pronto terminé de pelar unos boniatos comprados a 30 pesos la libra en una feria agropecuaria con precios topados y chequeados por inspectores.
Pues sí, el hecho de quitar las cáscaras a esa vianda para incluirla en las comidas de las festividades de fin de año, motivó la transformación, primero de nuestras mentes, y luego de la parte introductoria de esta nota que estaba referida a la pésima situación de la economía nacional.
Por supuesto que los boniatos no cambiaron el objetivo de este texto, que sigue en el ambiente de la falta de medicinas incluido el tilo del jardín de Telesforo y no por el bloqueo del gobierno americano, sino por el bloqueo interno de varios vecinos empecinados en arrancar las maticas de raíz en vez de cortarlas para que vuelvan a retoñar.
Tampoco pelar la también conocida como batata (que no patata) provocó evadir el contexto del caldo de cultivo donde los pillos campean a sus anchas subiendo precios y alegrándose de que no haya producción para aumentar más sus ganancias.
¿Qué tiene que ver el dichoso boniato?
Pues mucho, porque al descascarar el primer ejemplar, tenía manchas apestosas y al cortar una rodaja tras otra, llegamos al extremo final sin un milímetro sano.
Toda la familia se reunió alrededor del boniato y las disertaciones comenzaron por aludir al precio, pues hubiera sido mejor 90 pesos como antes, pero que se pudiera comer, y las miradas cargadas de enojo se concentraron en los restantes ejemplares
Como que la idea no es redactar un acta de la reunión, solo bastará referir que el boniato provocó tratar sobre lo poco que se logró reimpulsar la economía y lo mucho que falta para eliminar las distorsiones, así como las consecuencias entre las cuales hubo unanimidad en señalar el estado de la vianda.
Se habló de la inestabilidad del sistema electroenergético y las incertidumbres sobre la disponibilidad de materias primas, pero al mismo tiempo todas las miradas estaban puestas en cada uno de los boniatos en turno para ser descascarado.
Al terminar de pelar el último ejemplar sin que ningún otro después del primero estuviera echado a perder, coincidimos en que padecimos innecesariamente el sufrimiento de esperar que todos o la mayoría fueran inservibles.
Para hacer corta la historia, enumero los razonamientos de cómo gracias a un boniato, acordamos las actitudes más convenientes para concluir lo que puede haber sido el peor de los años de este segundo milenio, y ser felices contra viento y marea en el 2025.
Primero: Es muy bajo el porcentaje de que ocurra algo de lo malo que creemos que puede pasar, pues la vida demuestra que en 10 libras de boniato estuvo echado a perder uno solo, y que además, resultó ser el más pequeño.
Lo segundo es mantener un estado mental positivo a pesar de un percance, pues ello no significa que todo lo demás será negativo, y si llegara a serlo, entonces la infelicidad sería acrecentada por estarla padeciendo con anticipación.
En tercer lugar, está lo nocivo de no esperar que pueda suceder algo bueno, sino creer de antemano que todo será malo, lo que puede llevar a la inactividad, a aguantar pasivamente, e impedir una disposición anímica y mente alerta para aprovechar oportunidades que reviertan la situación.
La cuarta actitud que lleva a la infelicidad es tomar como si fuera del limitado ámbito personal, las comunicaciones del Estado y el Gobierno sobre las medidas macroeconómicas que aplican y que, al final, los resultados sean buenos, malos o regulares, puede que repercutan de otra manera en la vida individual.
Es tan rica y diversa la vida que no son pocos los casos en que una decisión de los más altos niveles puede tener pésimos resultados, pero ser el mejor momento para alguien, o resultar el peor cuando las gestiones nacionales logran su objetivo.
Una quinta postura para ser feliz es alejarse de personas tóxicas que apenas las saludas con un formal cómo estas, ponen cara de cadáver, el cuerpo alicaído, y voz de ultratumba para responder: estoy vivo que ya es bastante.
Para contagiarnos con suficiente malestar, cuentan con detalles y bien dramatizado cómo no les alcanza el salario o la pensión, los familiares que emigraron o están en ese proceso, y hacen un listado de penurias de las cuales no somos ajenos, pero que además de vivirlas, también esos personajes hacen que sea tema de conversación hasta la amargura.
En este 2025 hay que alejarse de esos vectores transmisores de infelicidad, pesimismo, desesperanza, desesperación, desaliento, desilusión, desánimo, descreimiento, desconfianza, desencanto, decepción, escepticismo…
Dejemos todo eso dentro de ese año donde lo pasado, pasado está y comencemos este 2025 decididos a vivir como quien pela varias libras de boniato sin experimentar ninguno de esos estados anímicos aunque uno le salga malo, porque no obligadamente los demás deban estarlo.
Que desearnos un feliz año nuevo no sea solo una expresión de amabilidad, sino que se constituya en una actitud ante la vida, en una decisión de ser feliz con apagones, inflación, escaseces de todo tipo, porque feliz en quien lo quiera ser.
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