Si algo extraño, curioso o alarmante le sucede a un pinareño, la expresión “alabao” aflora en primera instancia. Para el centro del país las locuciones mutan, aunque en objetivos similares: “Ave María”, “sea”, “Dios mío”, “Si Dios quiere”, “asere”, “ñampiarse”, “chivo que rompe tambor paga con su pellejo”, “fula”, “un palo no hace monte”; entre otras frases más o menos conocidas, las cuales muestran una idiosincrasia reflejo de la diversidad socioreligiosa presente en el país.
Disímiles vertientes de credos nutren la cultura cubana que, como la de cualquier nación —y así lo recalcan estudiosos del tema—, se explica integralmente si se tiene en cuenta el papel de la religión, o más bien, del conjunto de formas religiosas quela componen.
Bajo esta diversidad, la mayoría de los cubanos manifiestan ser “creyentes a su manera”. La vida cotidiana los hace partícipes, conscientes o no, de dogmas espontáneos imperantes en la sociedad. Por tal razón, entre ellos aconsejan hacerse despojos, se persignan y llaman a Dios, aunque no crean en él.
En este sentido, en la isla el alcance de las perspectivas religiosas emerge, no solo en las prácticas institucionalizadas, sino también en la religiosidad popular, como el modo en el cual el pueblo —ese sector poblacional mayoritario—, incorpora, libremente, el sistema de creencias de este tipo presentes en la sociedad.
MUCHOS PALOS SÍ HACEN MONTE
Independientemente de las distintas etapas acaecidas en las relaciones Iglesia-Estado cubanos, la fe popular no desapareció del contexto nacional e, inevitablemente, la sociedad recibe la influencia de las proyecciones religiosas, que encuentran en la cotidianidad un suelo fértil para su reproducción.
En Cuba se respira hoy un respeto hacia los disímiles credos y formas de expresión. Existen, en la actualidad, fieles de la creencia católica, protestante, afrocubana, entre muchas otras, sin descontar asociaciones fraternales como la masonería.
Esta convivencia armónica de Estado-doctrinas y practicantes la destaca el reverendo Raúl Suárez: “Ser religioso no te impide ocupar un cargo público. Soy pastor, pero también diputado a la Asamblea Nacional del Poder Popular, desde 1992. Por otra parte, me desempeño como director del centro socioteológico Dr. Martin Luther King Jr., una institución macroecuménica, donde confluyen personas de todo tipo de credo, como otros que no profesan ninguna creencia religiosa. A todos nos unen proyectos de vida, a fin de dejar un legado ético, patriótico, cultural y espiritual”.
Gracias a este clima de respeto e hibridación, resulta tangible la presencia de elementos de la religión en la habitualidad de la isla. Festividades, lecturas devocionales, mensajes, y atributos devienen vías de socialización de las principales prácticas difundidas en Cuba: protestantismo, catolicismo y religiones de origen afro.
Otro de los elementos de la religión, con un considerable auge en el país, resulta el uso de atributos como cruces, rosarios y collares. Asimismo, estampillas, adhesivos y mensajes “atavían” las puertas de las casas, los autos, el vestuario y la bisutería. También se advierte un fuerte desarrollo de la literatura devocional como: La Buena Semilla, El Pan Diario, La Letra del Año y las revistas correspondientes a cada institución religiosa.
Con un escenario público tan diverso toma auge la práctica popular, es decir, la manera en que el pueblo asimila, peculiarmente, las propuestas de todos los tipos de fe y las incorpora a su vida cotidiana: los símbolos que usa, sus celebraciones, su forma de hablar; todo en busca de la intervención divina; aunque ello no implica, necesariamente, el registro en un documento oficial.
Para Ofelia Pérez, máster en Ciencias de las Religiones, el fenómeno de la pluriculturalidad, especialmente en las nociones más populares, se manifiesta como “una manera de exteriorizarse la religión en el pueblo, asociada a la vida cotidiana y a la inmediatez, con un carácter predominantemente utilitario: donde pido, me encomiendo y agradezco porque necesito resolver situaciones. Por tanto, se desarrolla bajo formas sincréticas, espontáneas y asistemáticas”.
En este mejunje de costumbres, tradiciones y creencias, realmente los cubanos representan una mezcla sui generis: No “creen en nadie”, pero exclaman “¡Ay, Dios mío!”; practican el cristianismo, pero llaman “asere” al hermano y le desean “ashé”; agradecen a Dios y a la virgen; van a misa, se confiesan con el padre y después “se consultan” con el babalao. Ajiaco religioso, de todo un poco.
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