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martes, 19 de noviembre de 2024

El profe santiaguero de los indígenas waraos

Una historia que es tributo y reconocimiento a todos los profesores cubanos que cumplen misión en recónditos lugares de la geografía latinoamericana...

Bertha Caridad Mojena Milián en Exclusivo 17/08/2015
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Casi cuatro horas de viaje transcurrieron desde la capital Tucupita hasta uno de los puentes de embarque de Curiapo, isla de indígenas waraos del Estado Delta Amacuro, donde laboran colaboradores cubanos. A pesar del frío mañanero, la agitación del río Orinoco y la amenaza permanente de lluvia, allí nos recibió el profe Callís con una linda sonrisa. Su frase: “Los esperábamos desde hace rato” fue el mejor de lo saludos, como quien da la bienvenida a su propia casa.

Siempre alegre, se dispuso inmediatamente a ser el más activo de los guías que podamos imaginar. Nos llevó hasta el Centro de Diagnóstico IntegraI de Salud (CDI) en el cual labora el personal médico cubano. Después de un primer encuentro y la explicación de las condiciones y los principales resultados de las misiones sociales en este terruño, se impuso entonces una tranquila conversación con este santiaguero de pura cepa.

Conocí entonces que su nombre es José Antonio Callís, había llegado a Curiapo hacía dos años, exactamente el 25 de febrero de 2013, y ya se disponía a concluir su misión como asesor técnico-metodológico de las misiones educativas en estas tierras. Tiene 65 años, ha estado en tres ocasiones fuera de Cuba impartiendo clases y en su Santiago de Cuba lo esperan con ansias tres hijos mayores, ya profesionales, y siete nietos, de los cuales habla con orgullo y un brillo inevitable en los ojos.

Con nostalgia rememora cuando comenzó su labor como docente, el 1.o de septiembre de 1972, impartiendo clases durante nueve años en un politécnico; aunque la mayor parte de su vida la ha dedicado a la formación de nuevos docentes en el Instituto Pedagógico de su provincia, en el cual ha ocupado importantes responsabilidades, desde jefe de departamento hasta decano.

CURIAPO, LOS WARAOS, LAS MISIONES SOCIALES…

Una treintena de colaboradores cubanos laboran en Curiapo, de composición fluvial, donde se concentran unos 3000 habitantes, y no solo se brindan servicios de salud, pues también encontramos un profe de Barrio Adentro Deportivo y muy pronto estará la Misión Cultura Corazón Adentro. Todos conviven como una gran familia.

Sirviendo un café que intenta se parezca al fuerte aroma santiaguero, Callís describe a los waraos: “Es también conocido como ‘hombre del agua’ y es nómada, pero muy noble. Se mueven con el río: cuando el río baja, ellos se van; pero cuando comienza a llenarse, los waraos regresan, por eso a veces están en etapa de siembra y otras de pesca”.

“El sustento de la vida es la siembra y la pesca. A veces van a las minas o a otros lugares donde les brindan trabajo. Eso sí, puedo asegurar que el indígena es noble, sencillo, modesto…; y algo muy lindo que tiene el warao, la humildad. Es como si estuvieran todo el tiempo pidiendo permiso. Enorgullece trabajar con ellos por esa sencillez que los caracteriza”, asegura como quien habla de un hermano cercano.

Aún así, durante estos dos años no solo los pobladores han impresionado al profesor santiaguero, también la majestuosidad de la naturaleza. “Es impresionante cuando uno llega aquí todo lo que le rodea, porque uno está acostumbrado a oír hablar de ríos, e incluso de la grandeza del río Orinoco, pero nada es como verlo o vivir cerca de él, navegarlo casi todos los días, vivir de él y, en cierto sentido, por él”.

“Las casi 250 islas que componen el municipio en toda su extensión hacen que sea complejo el trabajo —confiesa el profesor de la misión educativa cubana— porque en cada islita hay una comunidad y en cada comunidad no hay un consultorio o local para una escuelita, pero hay grupos de personas que identificar, atender, habilitar; y hasta allí llegan todas las misiones”.

Asegura Callís que antes de que las misiones sociales llegaran a estas comunidades hablar de un alfabetizador era apenas algo muy lejano, de un bachiller mucho menos y de un licenciado casi imposible. Y ese interés por el desarrollo social y cultural podía ser solo posible en una Revolución, porque el indígena no se caracteriza por reclamar sus derechos. En otro sistema social a nadie interesa que eleve su desarrollo cultural para poder seguir explotándolo como mano de obra barata.

“Fue con Chávez que se logró esto. Hoy las comunidades indígenas pueden exhibir con orgullo los resultados. Más del 60 % de la población sabe leer y escribir, otro porciento significativo es bachiller. En agosto de 2013 fueron más de cien los licenciados que se graduaron. En dos años no menos de 200 licenciados se han formado, y antes de mí otros más”, afirma con satisfacción.

Sin embargo, piensa que mucho aún queda por hacerse, pues el nivel de alfabetización alcanza todavía al 70 % de la población, sobre todo porque hay muchos lugares a los que se dificulta mucho llegar.

“Ha cobrado mucha fuerza el tema del bachillerato. Un incentivo para estudiar es que algunas bolsas de trabajo les exigen ese nivel. Lo más importante es la integración y la perseverancia que tengamos junto a la labor de dirigentes comunales, así como de los colaboradores venezolanos que apoyan las zonas educativas y que a veces funcionan hasta como traductores, otra decisiva barrera con la cual convivir: el idioma, los dialectos”, señala.

VENEZUELA: UNA ESCUELA DE VIDA

A su edad, cuando algunos creen que ya se ha aprendido lo suficiente y después de dos años en tierras del Orinoco, en la Patria de Bolívar y Chávez, en medio de una Revolución, pareciera que muy poco asombraría al profe José Antonio Callís. “Este tiempo —resalta con ojos brillosos— ha sido la más grande de las escuelas que ha cursado”.

Explica que fue bien difícil enfrentarse a dar clases en el nivel primario, que no es su especialidad, aprender y estudiar nuevamente la metodología para enseñar a leer y a escribir a personas adultas, también a jóvenes. Luego sobrepasar las barreras del lenguaje, formas de vida y niveles culturales diferentes. Pero lo más impresionante —repite— ha sido la calidad humana del warao, el respeto hacia el colaborador cubano, cómo reconocen que gracias a Chávez y a Maduro ellos pueden decir con orgullo que saben leer y escribir, muchos pudieron llegar a ser bachilleres y hasta licenciados.

“Yo me voy crecido en algo muy lindo, en mi calidad humana. Hace unos minutos me despedí de la persona que más me ha acompañado y ayudado, miembro del Consejo Comunal y le dije que si algo maravilloso me llevo, gracias también a el y a su familia, es precisamente el apoyo, la nobleza y la entrega de ellos a esta obra humanitaria, que es la Revolución. Aquí aprendí que aun cuando algunas cosas nos diferencian es mucho más lo que nos une. Me voy crecido en humildad, en mayor entrega y en mayor sensibilidad humana”, resume.

DE VUELTA A LA PATRIA, A SANTIAGO…

En horas de la tarde, cuando me disponía a regresar nuevamente a Tucupita, el profesor Callís se despidió de los pobladores de Curiapo y de los colaboradores cubanos que allí quedaban. Hubo abrazos, flores, chistes y hasta fotografías. Un rato antes me había confesado: “Ya sueño todos los días con llegar a Santiago. Yo amo mi ciudad, siempre he vivido allí. La tarea ha sido muy bonita pero ya es hora de regresar”.

Durante la travesía de retorno, solo agregó: “Tú eres muy joven, recuerda siempre que hay que amar nuestra Revolución y las revoluciones sociales verdaderas, y cuando se viene a una misión como esta hay que cumplir con la disciplina que ella entraña y demostrar con nuestro actuar diario el compromiso que tenemos, el nivel de responsabilidad, de amor y de respeto al sistema social en el cual nos encontramos, que es lo mismo que respetar a Cuba, a nuestra esencia, a nosotros mismos”.

Comprendí una vez más que no existen palabras con las que pueda calificarse la obra de solidaridad que los colaboradores cubanos como el profe Callís desarrollan en territorios venezolanos olvidados antes de la Revolución Bolivariana, allí donde conviven los que Eduardo Galeano calificaría como “los ninguneados”, los “sin voz”.

Ya él se encuentra en su Santiago querido, la ciudad heroica que hace apenas unos días estuvo de cumpleaños. Sirva también esta historia como un regalo y un reconocimiento a todos los profes cubanos y especialmente a los santiagueros, siempre orgullosos de sus raíces, donde quiera que estén.


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Bertha Caridad Mojena Milián

Joven periodista. Pinareña hasta la médula. Amante de la paz y de la risa.

Se han publicado 1 comentarios


yoan
 19/8/15 11:37

Cuanta alegría me da leer este artículo sobre ese lugar tan mágico y lejano. Estado Delta Amacuro. Tuve el honor de pasar dos años y seis meses en esas tierras, tengo recuerdos inolvidables. Y la esperanza de regresar algún día.

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