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domingo, 24 de noviembre de 2024

El primer día de los trabajadores del mundo

La fecha del día del trabajo es quizás la más simbólica y vital…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 27/04/2024
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primer desfile del Primero de mayo
Primer desfile del Primero de mayo

El mundo del trabajo mueve la energía del universo. Somos materia activa que transforma lo que está inerte y le da sentido. No solo en la línea de que para que haya un proceso deberá surgir antes un motor primigenio, una causa; sino porque la propia humanidad como elemento consciente de sí misma busca crearse un sentido. Por eso, el trabajo es ese elemento transformador, ese móvil, ese dios que de forma tremenda hace que nada se esté quieto. Hacia tales formaciones de la conciencia tenemos que ir quienes intentamos entenderlo todo y justipreciar lo que es válido. Por eso es loable que se garantice un día en el mundo para el homenaje de los obreros y los campesinos, pero más que nada de toda la mano de obra que ha levantado a veces en silencio toda la civilización conocida. Desde la división de las tareas a nivel global, quienes tuvieron la peor carga han debido soportar las cuestiones clasistas. Así, solo con una visibilidad adecuada podrán ir cayendo las cadenas y liberándose todo.

Más que nada el día del trabajo que se celebra en todo el mundo es para humanizar la causa, más de lo que ya lo es en esencia, y darles voz a quienes hoy en nuestro planeta no poseen las facilidades comunicacionales para darse a comprender. Se trata de toda esa masa irredenta que no escatima en esfuerzos para levantar lo más preciado de este mundo, pero a la cual se le escamotea la plusvalía. Todos esos valores monetarios son formas de poder que permanecen en estado de enajenación en relación con el sujeto que los produce. En el estadio de las sociedades clasistas se debe tener en cuenta que las relaciones entre personas aparecen mediadas por objetos y no se puede mirar hacia el otro, a menos que se tenga como instrumento el escalpelo de la razón y de la ética que echan a un lado las relaciones espurias. El trabajador es como un Prometeo encadenado a una roca, cuyo hígado es comido por una serpiente. Cada día se repite el ciclo y no se produce la necesaria vuelta de la libertad. Por ello, no se trata de una fecha para conmemorar a quienes han muerto en una fábrica sin las reivindicaciones, sino para hablar del fin de la expoliación y del necesario y justo traspaso a la etapa consciente y humana de nuestro desarrollo colectivo.

 

Prometeo era ese personaje de la antigüedad mitológica que quiso que los hombres conocieran el fuego. Fue castigado por los dioses. En la alegoría de la caverna de Platón vuelve a aparecer dicho motivo como una metáfora del conocimiento de la verdad. Justo en lo más profundo del recinto arde una hoguera que proyecta las sombras de los presentes y ello simboliza los diferentes grados de acercamiento a la naturaleza humana. Hay que tener además en cuenta que el trabajo como principio activo es la forja, aquello que nos trae bienestar, que determina el hallazgo de determinado confort para todos. Sin esos ingredientes quedamos en medio de la nada y no evolucionamos como especie. Por tanto, el tema de Prometeo no era otra cosa que la comprensión antigua de algo que es perenne y actual. El cambio está con nosotros y forma parte de la sustancia de lo que somos. La humanidad es en potencia capaz de generar tanta esclavitud como libertad y solo depende ello de la conciencia y de un acercamiento decente y empático con lo que nos duele.

 

No es un discurso facilista para enarbolarlo los primeros de mayo en una calle, junto a cuestiones que son ya lugares comunes, sino hacer del proceso de toma de la conciencia algo que combine lo real y lo racional con lo concreto. Así se hace el cambio social. En el mundo, tan explotada es la mujer que no puede acceder a un nivel de igualdad de condiciones, como el proletario que debe trabajar más de doce horas en un sitio sin derechos solo para ganar el sustento del día o quizás menos. En un mundo de precarización de la vida, importa poco la cosa formal de la bandera y de la consigna, sino que nos interesa el contenido del proceso, la esencia del asunto, eso que nos hace ser personas llenas de una hermosura ética.

 

El primero de mayo no es solo la fecha, la marcha, el himno o el recuerdo del movimiento obrero tan llevado y traído, sino los ojos llenos de esperanzas de quienes sostienen el mundo y que desde la antigüedad están condenados a que un águila les coma el hígado. Ese proceso de libertad es vital, en eso nos va todo. Más que nada porque dejaría de tener sentido el mundo si nos ponemos a encubrir sus muchas opresiones y no aspiramos a la causa que nos mostrara el nazareno de repartir los panes y los peces, por muy utópico que eso suene. Pero, para que eso se dé, tiene que haber una dimensión ética y el hombre y la mujer deberán atravesar por dinámicas en las cuales desaprendan la violencia, el despojo, el egoísmo y la maldad. 

 

Nada de lo que hoy sufrimos nos viene dado de forma innata, sino que al contrario se trata de maneras de abordar la vida que se construyen artificialmente. Hay que ir a los orígenes del humanismo y darnos la oportunidad de soñar con un retorno de las grandes causas de la libertad. Solo así, el primero de mayo no solo es un número, un desfile, sino la oportunidad de que el verdadero contenido de lo que somos vaya a buen recaudo. Se lucha para eso y se construye un pensamiento crítico en el cual nos hemos de eternizar para no morir en el absurdo.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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