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domingo, 10 de noviembre de 2024

Conversaciones con Pedro de la Hoz

El periodismo cubano lamenta la desaparición de uno de sus pilares…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 06/06/2024
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Pedro de la Hoz (periodista)
Pedro de la Hoz

Hace ya tiempo desde la última vez que conversé con mi amigo Pedro. No hablamos sobre cosas tristes, ni acerca de problemas, sino de chistes, de risas, de cuestiones sin peso en apariencia. Él, como siempre, tenía la última en cuanto a las historias del sector de la prensa y sabía hacer sus chanzas con el humor más hilarante. Luego, la vida impuso otras dinámicas y reconstrucciones y hubo un impasse de silencio.

 

Recuerdo cuando nos encontramos en los pasillos del periódico y tuvimos unas opiniones encontradas en torno a determinados temas de la carrera, de las funciones de la prensa y de sus problemas actuales. Para él, muchas de esas cuestiones se solucionaban con más estudio, más profesionalismo. Era un erudito en los estudios de la música, de los contrapuntos culturales, del devenir de esta Cuba polémica, siempre nuestra. Y todo ese conocimiento lo llevaba al plano de lo ético y lo profesional.

 

En un evento de cronistas que se hiciera en la ciudad de Santa Clara, tuve otras conversaciones mucho más serias sobre su papel como redactor en el diario Granma, su puesto como jefe del departamento de la redacción cultural, sus visiones acerca de las ineficiencias del sector y de lo lejos que estamos de resolverlas.

 

En realidad, Pedro de la Hoz era una especie de consultor que todo lo sabía y que llegaba a la raíz de cualquier cuestión por muy complicada que fuese. Podíamos estar horas debatiendo sobre las bases de por qué no estamos haciendo un buen periodismo.

Pedro de la Hoz

Cualquiera que no conozca a este profesional y lo lea pensará que se trataba de una persona seria en exceso, quizás un poco inflexible, si bien infinitamente profunda y responsable en su proyección como periodista; pero más que eso, Pedro de la Hoz era un ser con una sensibilidad y un sentido de la realidad que le impedían ser superficial. Supe de su enfermedad hace ya tiempo, pero por respeto a él, no quise mencionarla, creo además que los hombres que han aportado tanto a la cultura cubana, merecen toda la dignidad del mundo y ello no solo se refiere al plano institucional.

 

Una de sus frases, de las tantas que iban y venían en las conversaciones, era: “recuerda que tengo los pies en el piso, no nací ayer”. Así él expresaba su sentido de la racionalidad, del apego a los hechos y a una cotidianidad de la cual bebía para hacer sus críticas de arte. Porque el verdadero pensador, el analista de la cultura, nunca pervive en estancos separados de la existencia humana, sino que se contamina, se introduce en los agujeros de lo real y ahí produce su obra llena de las significaciones de un mundo imperfecto, contrahecho, a veces injusto.

 

Pedro de la Hoz no era un extremista que se sentara en su posición de crítico a medir las obras de los demás, sin antes analizar el contexto, la recepción, la naturaleza de tales piezas, lo elemental de la cultura en un país con tantas complejidades. Su proyección fue siempre la de un vanguardista del periodismo que bebió de lo mejor de una tradición e hizo de tal legado la piedra de toque para la transformación del oficio. Más que un profesional, era una especie de adivino que lanzaba sus juicios con la certeza y la lucidez. Por eso su amistad nos llega tan de cerca, porque en el plano de lo humano, Pedro sabía cómo llevar adelante los procesos de entendimiento de lo real y sopesar desde su postura cada criterio, cada cuestión. Ese era el periodista, el hombre que en todos los planos de la existencia poseyó aplomo y sentido de la racionalidad.

 

Una vez, cuando sentí en mi persona el peso de la injusticia, Pedro no dudó en tener una postura digna y posicionarse como el ser humano que era. Hay que decir que ideas y partidismos aparte, pocos profesionales de la prensa hay como él, que pertenecía a una vieja escuela.

 

El legado que nos queda reside en la defensa de la ética y de la obra que tanto cultivó, en el rigor implacable de la crítica que no siempre era comprendida ni bien vista, en el golpe de teclado que hacía que la magia se produjese en la existencia de textos lúcidos, llenos de una indagación a fondo de las cuestiones.

 

Para Pedro el periodismo no era solo el instante de la producción intelectual, sino el cambio que todos esperamos y que tiene que surgir de la mente de los seres, ese que permita que el talento colectivo estalle en la producción de maneras de hacer y de pensar la realidad. En tal sentido, lo que Pedro nos proponía desde las páginas de su obra era una especie de asidero que hunde las raíces en la vieja tradición de la prensa, pero que miraba hacia un futuro que no puede concebirse sin seriedad y sentido de lo intelectual.

Pedro de la Hoz

Las personas como él no se van en blanco de este mundo, sino que nos legan a sus hijos que son los textos. O sea, no se trata de que, con la ida mortal, ya queda trunco todo golpe de influencia en este plano, al contrario. Pedro de La Hoz ya no firmará su perenne columna sobre crítica musical en el diario Granma, ni lo veremos en los congresos de la UNEAC con su activismo de siempre, con la sonrisa y la sentencia inteligente. Pero a todos los que estuvimos cerca, a quienes lo conocimos; nos queda la imagen de todo aquello. Para él, el ejercicio de la carrera más que un trabajo fue una filosofía existencial, algo que le daba entidad y que lo hacía regresar a la redacción del periódico, aunque él hubiera jurado mil veces retirarse. Sencillamente, él respiraba prensa, hablaba desde la prensa, vivía dentro de sus estancos y lucideces.

 

Quizás debí conversar más a menudo con él, pero de todas formas Pedro de la Hoz seguirá hablando y escribiendo en una posteridad que no es capaz de negarlo. Así lo recuerdo y de tal forma lo asumimos sus colegas de la profesión.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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