Ramón Fonst, esgrimista casi invencible, ganador de tres medallas de oro y una de plata en Juegos Olímpicos, estuvo muy atento hace unas horas viendo durante tres días el campeonato nacional femenino de judo. Uy… me estoy metiendo en un lío enorme al tratar de escribir utilizando una imagen. Como se conoce, él falleció en 1959. A pesar de ello, para evitarme una posible estocada, y no olvido que dicen tenía un carácter fuerte, voy a aclararlo ya todo. En realidad deseo reflejar que la sala deportiva que lleva su nombre, frente a la Terminal de Ómnibus, acogió esta fiesta de los kimonos o judoguis.
Quiero pensar, y regreso ahora al sentido figurado, que Ramón Fonst estaba muy interesado en ver competir, como en definitiva pudo ver, a la supercompleta Idalys Ortiz (división de más de 78 kilogramos), también fabulosa, quien, por citar tan solo un ejemplo, ha sido ganadora de tres medallas en Juegos Olímpicos. Es hora de recordarlas: bronce en los de Beijing 2008, oro en Londres 2012, plata en Río 2016.
Otro recuerdo se me acaba de disparar. El canal deportivo cubano Tele Rebelde tiene un valioso breve programa llamado Estocada al tiempo, en el cual se recuerdan efemérides deportivas. Y entre las figuras con fotos en la presentación se encuentran ambos. Ello me hace pensar que Fonst conoció ahí a Ortiz…
ENTRETELONES
¿Hace falta escribir que Ortiz era la figura más seguida por los imaginarios reflectores? No… ¿Y que ganó la de oro volviendo hasta cierto punto de un alejamiento tras Río 2016? No… ¿Y qué desea llegar bien a los de Tokio 2020? No…
Fonst, hombre inteligente y bien informado, sabía muy bien que era el regreso de Ortiz a los escenarios cubanos. Vamos, una oportunidad como para no perdérsela. Le hubiera gustado al esgrimista poderla ver un poco más. Pero ganó sus tres combates antes del tiempo reglamentario. Vamos a escribir más: su rival en la final, Eliannis Aguilar, rehuyó tanto el agarre de solapas que terminó descalificada.
Eso, por supuesto, no le gustó a Fonst. Y tampoco que ella no compitiera en el por equipos (su conjunto es Artemisa). Voy a hacer una confesión: Yo vi cuando a Fonst se le escapó una mueca de disgusto porque quería verla más tiempo sobre los tatamis. Y entonces me acordé de su carácter fuerte…
Y hablando de la competencia por equipos: Santiago de Cuba le rompió el paso perfecto a La Habana, según leímos en un despacho de la Agencia Cubana de Noticias (ACN). La victoria fue por estrecho 3-2.
POLÉMICA
El combate decisivo, con empate en el marcador, lo protagonizaron la santiaguera Luzciola Granda y la habanera Daile Ojeda, por cierto, la dos medallistas de bronce en la porfía individual de los 78 kilogramos.
“Las acciones marchaban parejas hasta que el encargado de impartir justicia le marcó el falso ataque a Ojeda, lo que le garantizó el éxito de Granda, quien celebró con sus seguidores en medio de las protestas de buena parte de los aficionados presentes en las gradas”, reflejó la ACN.
“A pesar de la reclamación de los entrenadores habaneros, la revisión de la mesa ratificó la victoria de las visitantes y el recinto se convirtió en una verdadera fiesta santiaguera”.
Lo ya escrito por nosotros indicó que las capitalinas habían ganado ya antes el nacional, como hicieron también en la edición de 2017. Lograron un acumulado de tres preseas de oro, una de plata y cinco de bronce. Luego se colocaron Santiago de Cuba (3-1-3), Artemisa (1-1-2), Camagüey (1-0-1), Mayabeque (1-0-0), Holguín (0-3-1), Granma (0-2-0) y Pinar del Río (0-1-1).
LO QUE FALTA
Las campeonas habaneras fueron Melissa Hurtado (48), Nahomi Acosta (52), Ónix Cortés (70). Y las monarcas individuales santiagueras resultaron Mailín del Toro (63), y la medallista de bronce mundial Kaliema Antomarchin (78). También subieron a lo más alto del podio la camagüeyana Samarit Gregorio (44), la mayabequense Anaisis Dorvigní (57), y, como ya escribimos, la artemiseña Idalys Ortiz (más de 78), muy seguida en todo momento por el mismísimo Ramón Fonst.
Me falta todavía una confesión… Lleno de orgullo le puse una mano en un hombro a Fonst. Me lo llevé hacia un lado para tener alguna privacidad ante tantos admiradores y curiosos. Le pregunté por el polémico desenlace que definió la competencia por equipos. Y me dijo: “No me gusta opinar sobre decisiones de los árbitros”.
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