En la inmensa soledad de dos estadios se juega la cuadrangular amistosa entre los equipos Occidentales y Orientales, de Cuba, y los clubes Diablos Rojos y Guerreros de Oaxaca, de México. Los cuatro merecían más aplausos, más ojos, pero el Latino de La Habana y el Victoria de Girón matancero se han quedado sin vender las papeletas. Un poco de buen béisbol, nada de espectáculo.
Pero ese no es el asunto, aunque debiera serlo también. Y lo será, lo aseguro. Por ahora detengamos en lo que está sucediendo en el terreno y no alrededor de él. Los cubanos, que antes iban a unos Juegos Centroamericanos y del Caribe con la medalla de oro ganada de solo anunciarse, tienen que prepararse mucho ahora, pues los tiempos son otros y los rivales saben que empuñando las memorias no se gana.
Previo a la próxima cita de los juegos regionales más antiguos del mundo, la Comisión Nacional de Béisbol ha logrado gestionar ya par de topes, uno con la selección de Nicaragua y ahora la cuadrangular con par de clubes profesionales de la Liga mexicana de verano. Queda todavía el tradicional pareo con la selección de USA-Baseball, y quizá algo más.
Entre col y col, la serie especial de entrenamiento, porque no es otra cosa, con la preselección nacional (toda: los 75) distribuida en tres elencos: Occidentales, Centrales y Orientales. Otra vez la maldita regionalización.
Me hubiera gustado más confeccionar tres equipos sin etiquetas predeterminadas por lugar de nacimiento, bien balanceados, con nombres auténticos, hasta con «padrinos», para que más que un torneo preparatorio pudiera ser un ensayo de algo mejor que Cuba sueña, y que también se merece.
Con tanto entrenamiento debe salir un equipo capaz de subir sin complicaciones a lo más alto del podio en Barranquilla, pues los demás países de la región tampoco pueden convocar a sus mejores jugadores.
Sin embargo, los topes no han sido tales topes. A Nicaragua fue una escuadra bastante poderosa, a ganar, obvio; y los jóvenes tuvieron menos de las salidas deseadas al diamante de un estadio que sí estaba abarrotado en el graderío, de punta a punta.
En una reciente entrevista, el mentor del conjunto, Carlos Martí, confirmó que el primer objetivo era la victoria. Siempre el mismo championismo, y parece que ese sigue siendo el propósito de la serie amistosa con los dos elencos profesionales mexicanos. Ganar, ganar, ganar, y sufrir cuando se pierde.
Y yo me pregunto: ¿no es más sabio entrenar, prepararse ahora, perdiendo incluso, soñando lo que queremos, equivocándonos en el intento, volviendo a ejecutar las jugadas para corregir los errores, y que todo eso redunde después en la victoria, a la hora buena?
Díganme ustedes.
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