En julio del 2021, ocurrió algo que forma parte de estas leyendas y están los supuestos abusos y atropellos cometidos por el gobierno cubano ante protestas que ocurrieron el día once y en la mañana del doce y sirvieron de pretexto para justificar una política previamente concebida por el gobierno de Biden, que a pesar de las promesas que hizo, como algunos artículos que se han publicado en estos dias señalan, de retomar al menos en cierta medida el rumbo del gobierno demócrata anterior y de revertir súbitamente, queda lo expuesto en la plataforma demócrata, las medidas de Trump, lo que hizo Biden fue continuar aplicando las medidas de reforzamiento económico, observar que sucedía en Cuba en el momento más dramático y más crítico para nuestro país con la pandemia de la Covid-19 y confiar en que ellos no asumían el costo puesto que fueron medidas adoptadas por el gobierno anterior, a pesar de que lo estaban aplicando con absoluta y sorprendente lealtad.
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Hay que agregar que la narrativa con respecto a los abusos cometidos llegaron hasta incorporar a las personas que conocen Cuba, que han viajado a nuestro país, que conocen nuestra forma de actuar y por supuesto en cierta medida. Son expresión de la exposición que tiene la mayoría de los estadounidenses a la descomunal maquinaria de propaganda del gobierno de EE.UU. y de los grandes medios monopolizados de la información. El gobierno de Biden usó y aún enarbola hoy esa bandera, a pesar de que el gobierno de los EE.UU. tiene responsabilidad directa e indirecta por lo que aconteció ese día. Esto que estoy planteando lo hemos dicho directamente en los intercambios diplomáticos que hemos tenido con el gobierno de Estados Unidos.
Lo anterior son solo ejemplos y no son los únicos de las diversas maneras de tratar de demonizar una experiencia que resultó positiva y que fue celebrada, y por supuesto tratar de demonizar a Cuba con el ánimo de justificar la hostilidad.
En los próximos meses y en los próximos años, no debemos sorprendernos de que surjan nuevas leyendas parecidas, algunas tan exóticas como la de los ataques sónicos y neurológicos u otras para intentar justificar políticas de hostilidad. Es la manera de venderle a la opinión pública una política y una conducta cruel que, a los ojos de la mayoría de las personas si estuvieran bien informadas resultaría inexplicable.
Conocemos lo suficiente sobre EE.UU. para comprender que si la mayoría del pueblo de ese país conociera los hechos como son, si la información respecto a Cuba fuera objetiva y no distorsionada, si no se asustara constantemente a la población con respecto a peligros inexistentes relacionados con Cuba y si no se estimulara la hostilidad contra un supuesto adversario que no lo es y que no se propone serlo, el pueblo de EE.UU. tendría un respaldo aun mayor a favor de las relaciones con Cuba, del intercambio entre los dos países y no por eso dejaría de tener diferencias políticas con nosotros. Estamos seguros que por puro sentimiento no respaldaría y no acompañaría una política como la que hoy se aplica contra nuestro país.
En varias ocasiones hemos precisado que, a pesar de la continuación de la política de máxima presión económica, hay ciertas diferencias políticas en el comportamiento del actual gobierno de EE.UU. de Joseph Biden con respecto al anterior de Trump y nosotros la reconocemos en distintas áreas.
Pero hay una que se ha mantenido con un grado de sistematicidad pudiendo haberse cambiado y que no podemos pasarla por alto, que es la presencia de Cuba en la lista del Departamento de Estado sobre países que supuestamente patrocinan el terrorismo. Esta fue una decisión adoptada por el gobierno de Trump en los últimos días de la presidencia y se conoce bien, que incluso, en un momento ha recibido rechazo desde las filas del Partido Demócrata en los días que Trump tomó la decisión.
Ha estado absolutamente en manos del presidente de EE.UU. y de su Departamento de Estado modificar esa realidad. Se trataría de un puro reconocimiento de la verdad, de hacer una declaración de honestidad para cambiar esa realidad.
El gobierno de EE.UU. conoce perfectamente bien que Cuba no patrocina el terrorismo, tiene absoluta claridad, pero también conoce perfectamente bien el daño que es capaz de causar manteniendo a Cuba en esa lista y evidentemente ese es el propósito que ha prevalecido.
Lo paradójico es que EE.UU. Sí ha practicado y aun practica el terrorismo, incluyendo el terrorismo de Estado, contra Cuba y en otras partes del mundo.
Estas son realidades que no pueden ignorarse cuando intentamos aproximarnos a la difícil convivencia entre Cuba y los EE.UU.
A modo de información, es importante entender que hay áreas en las que Cuba ha estado dispuesta a trabajar con EE.UU. por considerar que son de beneficio para nuestro país, por identificar que son también de beneficio para EE.UU. y que podemos cooperar.
Cuba pudo haber dicho con esta hostilidad, de la manera que se presenta, que no tenemos razones para estar interactuando con EE.UU., que deben primero modificar esto o modificar lo otro, antes de nosotros comenzar a actuar, y teníamos todo el derecho para hacerlo y se hubiera entendido, como algo lógico, que lo hiciéramos.
Voy a enumerar algunas de esas áreas, aunque naturalmente el gobierno de EE.UU. presenta ese intercambio como gestos de este gobierno con respecto a Cuba.
En realidad, se trata de todo lo contrario. Es Cuba la que tenía el derecho y la razón legítima para decir que no podemos cooperar si hay una hostilidad unilateral hacia Cuba, siendo un acto unilateral de Cuba hacia los EE.UU.
Entre esas áreas, está el tema migratorio que es importante para Cuba, pero también para EE.UU., con acuerdos que durante el gobierno de Trump se incumplieron unilateralmente por parte de EE.UU. y no sólo tuvimos la disposición de retomar el diálogo, sino de mantener la cooperación y el cumplimiento de los acuerdos.
En este periodo ha habido cooperación y diálogos sobre aplicación y cumplimiento de la ley en varias esferas, nuevamente un tema en que por el simple hecho de estar Cuba en la lista de países patrocinadores del terrorismo tendríamos razones más que suficientes decir nosotros con ustedes no vamos a dialogar, están calumniando a Cuba, causando un costo económico grande a la economía y a la población cubana sobre la base de ese pretexto.
¿Qué sentido tiene que nosotros tengamos que dialogar? Sin embargo, nosotros, como gesto, dijimos: vamos a conversar, le interesa a EE.UU. y nos interesa a nosotros, es útil, puede contribuir a la relación bilateral.
Algo parecido sucede con los intercambios que ha habido en materia de medio ambiente; en materia de salud con muchas instituciones de EE.UU. y muy productivo; en materia de Ciencia y Tecnología, intercambios con la academia de las ciencias de avanzadas de EE.UU. de alto nivel, de alto calibre científico de Cuba. Ha habido intercambio y cooperación en materia de Geología, en Educación Superior; en Educación Básica y en Arte y Cultura, que posiblemente sea de lo que más se ve; o sea, que ha habido áreas que han demostrado la utilidad de una relación civilizada y respetuosa y que Cuba, a pesar de la hostilidad, ha tenido la disposición de encaminar y de desarrollar.
No podemos decir que estas áreas impliquen avances trascendentales en la relación bilateral, puesto que sabemos que el bloqueo económico es la esencia de la relación bilateral o es lo que más la marca esa relación, pero son áreas de importancia, cada una en su frente, beneficiosas para Cuba y EE.UU. y que demuestran lo que nuestros gobiernos y países son capaces de hacer.
Hemos estado dispuestos a tener un diálogo con EE.UU. específicamente sobre terrorismo y le hemos propuesto oficialmente tener un diálogo formal sobre derechos humanos. No hemos recibido respuesta. Pudimos haber tenido un diálogo sobre compensaciones que es muy importante para EE.UU. y para Cuba y evidentemente no apareció la disposición para esos diálogos. Reitero tendríamos todas las razones del mundo para rechazar esas posibilidades.
Quienes con dedicación han estudiado la difícil relación entre Cuba y EE.UU. cuentan con evidencias, no solo de ahora sino históricas, sobre el empeño persistente del gobierno cubano, a lo largo de la Revolución, en busca de un entendimiento con EE.UU. y la ausencia de ese entendimiento no ha quedado por nosotros.
La supuesta falacia de que Cuba tiene oportunidades perdidas y que no ha sabido aprovecharlas son eso, falacias, y es tratar de culpar al agredido desde del lado de quien es el agresor. Quienes desde la ciencia se adentren en estos estudios, si buscan, encontrarán evidencia de esto.
Frente al período que se avecina, sobre el que hay mucha especulación y vaticinios, nuestra conducta seguirá siendo consistente. No será Cuba la que propondrá o tomará iniciativa para suspender los diálogos y cooperación que existen y ni siquiera los discretos intercambios en algunos temas sensibles. Esa iniciativa no será de Cuba. Nuestra posición seguirá siendo consistente como la que hemos tenido a lo largo de casi 66 años.
En las deliberaciones de este encuentro, estoy seguro que seremos testigos de apreciaciones y vaticinios sobre qué es lo que se puede esperar en los próximos meses o en los próximos cuatro años en la relación bilateral.
No es absurdo, se conoce bien la trayectoria del gobierno anterior de Trump y muchos tienen profundos conocimiento de lo que ha sido la relación bilateral y no es difícil tratar de diseñar escenarios de lo que puede ocurrir y, además, se conocen la declaraciones que en el pasado han emitido algunos de los que conformarán el gobierno de EE.UU. y algunos de los que aspiran a formar parte del gobierno de Trump y de aquellos que nuevamente sueñan con que el momento ha llegado.
Para ellos, el momento es ver la destrucción de la Cuba que se ha edificado durante los últimos 60 años o más y creen que el momento ha llegado de verdad. Eso se escucha y sale en la prensa.
Nosotros, por supuesto, estaremos atentos a la actitud que asuma el nuevo gobierno, pero la disposición de Cuba continuará siendo la misma que durante más de 60 años, dispuesta a desarrollar con EE.UU, una relación que sea seria y respetuosa, y por supuesto que proteja los intereses soberanos de ambos países.
Lo cierto es que el gobierno de EE.UU. ha causado mucho daño al pueblo de Cuba y lo continúa causando hoy, y podrá en el futuro provocar perjuicios aún mayores, en los próximos años. El objetivo de perjudicar sin piedad al pueblo de Cuba podrá alcanzarlo, puesto que el gobierno de EE.UU. es poderoso y cuenta con la capacidad destructiva para causar ese tipo de daño. De proponerse a hacerlo, esgrimirá cuanto pretexto y mentira le sirva sin importarle cuán creíble sea y cuantas personas crean en lo que se diga.
Lo que no podrá hacer es alcanzar la meta de doblegar la voluntad de los cubanos, no ha podido hasta ahora y no podrá.
No tiene la capacidad de obligar a Cuba o de convencernos del abandono de nuestros derechos soberanos o que la renuncia a la libre determinación sean opciones viables para la nación cubana.
No nos engañemos. Es en ese conflicto en lo que se centra la contradicción fundamental de estos casi 66 años, o sea, la incapacidad recurrente de casi todos los gobiernos de EE.UU. en todos los períodos, a aceptar que Cuba es un estado soberano y tiene el derecho a serlo.
Deseo éxito al seminario.
Muchas gracias.
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