Los círculos militaristas norteamericanos deben haberse frotado las manos con exaltación luego de conocer que este febrero, en aguas del Océano Pacífico, unidades navales ejecutaron con éxito la destrucción de un pretendido “misil enemigo” con el uso de los artilugios que integran la llamada “sombrilla atómica” diseñada por Washington para hacerse inmune a “ataques nucleares foráneos.”
Según el registro de los ejercicios, designados como FTM-20, desde el espacio fue detectada la presencia de un cohete foráneo de alcance medio en pleno vuelo de ataque, lo que dispuso una respuesta a cargo del USS Lake Eerie, una nave de la clase Ticonderoga equipada con misiles crucero guiados.
Desde el barco se disparó un misil interceptor SM-3 cuya cabeza artillada se incorporó a la ruta del “invasor” y lo puso fuera de combate con un impacto directo.
Según los especialistas que tomaron parte en el ejercicio, “fue una demostración de la capacidad que tienen los equipos ubicados en el espacio para dar datos de calidad adecuada en el control de disparos desde navíos con sistemas anticoheteriles.”
“Esto —agregó la fuente (y he ahí el meollo del asunto para los mandos castrenses norteamericanos)— extiende el espacio de batalla y proporciona la capacidad para intercepciones de más largo alcance en áreas de defensa más grandes”.
En pocas palabras, que el Pentágono sigue conformando aceleradamente la telaraña que bajo el rótulo de sistema antimisiles, y desplegada en los más disímiles puntos geográficos, permitirá a Washington decretar la muerte nuclear para sus pretendidos oponentes, con la seguridad de que no habrá represalias.
El titulado ejercicio FTM-20 es el vigésimo cuarto efectivo de los treinta realizados desde 2002. En total, y dentro del programa de la “sombrilla nuclear”, Estados Unidos ha ejecutado en los últimos doce años unas 73 pruebas, con 58 impactos exitosos.
Y lo tremendo es escuchar después a los voceros oficiales norteamericanos declarar “solemnemente” que semejante programa es totalmente “defensivo”, y que Rusia y China pueden estar “tranquilas” por su suerte mientras la primera potencia imperial teje un cordón de vigilancia y ataque atómico a sus puertas.
A propósito, vale recordar en este sentido que debido a la oposición norteamericana e israelí, y a la lógica repuesta de naciones que temen por su seguridad frente a la actitud reticente de la primera y la quinta potencias nucleares del orbe, no ha sido posible concretar todavía el Tratado de Prohibición Completa de los Ensayos Nucleares aprobado en 1996 por la Asamblea General de Naciones Unidas, por lo que el mundo vive aún bajo el riesgo de que tales experimentos prosigan a “gusto del consumidor”.
Mientras, del otro lado de la tapia, países como Rusia se ven obligados a desarrollar con urgencia sus sistemas atómicos defensivos para evitar la fatal mordida Made in USA e intentar hacer valer, mediante un creciente poderío, el peligroso equilibrio basado en el principio de la “destrucción mutua” y el relativo poder de contención que esa línea proporciona.
Y es que nadie medianamente cuerdo creería la historieta de que la pistola que le pone en la sien el bravucón mundial es apenas un “chiste” y nunca hará fuego.
De ahí que meses atrás, la Duma Estatal de Rusia (cuerpo legislativo), advirtiese sobre los riesgos que comporta para el país euroasiático la persistencia de los planes norteamericanos de desplegar su titulado sistema antimisiles.
Los legisladores rusos precisaron que se hace necesario adoptar todas las medidas para asegurar la defensa nacional frente a un plan de Washington y de sus aliados de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), que tiene todos los visos de una amenaza de elevadas proporciones.
La Duma aseguró que en apenas siete años el sistema antimisiles gringo podría comprometer la propia seguridad de Moscú, la ciudad capital, algo inadmisible para Rusia y sus autoridades.
En consonancia, precisó el Parlamento, no hay otra alternativa que crear una sólida defensa, un desempeño que ya se viene cumpliendo con éxito en todas las ramas de las fuerzas armadas del gigante euroasiático.
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