Ciertos ladridos del odio intentan por estos días manchar el brillo del Ballet Nacional de Cuba (BNC), broche de oro con el que cerró el Festival Artes de Cuba desarrollado exitosamente en el John F. Kennedy para las Artes Escénicas, en Washington D.C., del 8 de mayo al 3 de junio. Son de los que sufren cualquier acercamiento entre los pueblos de Cuba y de los EE. UU.
Como expresión de sus frustraciones y resentimientos, los libelos de la propaganda anticubana replican gozosos un comentario crítico publicado el 30 de mayo por el diario estadounidense The Washington Post sobre la reciente presentación en la capital estadounidense de la prestigiosa compañía cubana.
La autora del texto es Sarah L. Kaufman, reconocida crítica de danza, ganadora del Premio Pulitzer (2010) y autora del libro The Art of Grace. Es sobre el pedigrí de su firma que se intenta sustentar la hondura de las dentelladas. Se dice que ganó el Pulitzer por “su enfoque refrescante e imaginativo” y con “comentarios provocativos y puntos de vista originales”. Sin embargo, con este no hace más que repetir la tendencia que —como ya ejemplificamos en otro trabajo— caracterizó la cobertura mediática al Festival. “As Cuba enters the post-Castro era, its ballet company seems stuck in the past” (“A medida que Cuba entra en la era post Castro, su compañía de ballet parece estancada en el pasado”), es el filoso título de su “crítica danzaria”.
Presa de este mantra politizador, la Kaufman va construyendo, viñeta tras viñeta, su malintencionada metáfora: el BNC es la representación de la también “estancada” sociedad cubana. La compañía cubana está haciendo “demasiado énfasis en el pasado”, “su producción es rígida, por su apego a la historia y veneración a Alicia Alonso”. Eco del “engatusador” discurso del expresidente Obama en el Gran Teatro que se honra con el nombre de la prima ballerina assoluta.
En su reseña a la primera actuación del BNC en el Ópera House del Kennedy Center, la periodista cataloga de “formulista” la puesta en escena de "Don Quixote", “como si fuera un juego de pintura enumerada”. “Una producción limitada y rígida, con trajes cargados de volantes y lazos, escenografías gastadas y anticuadas, y coreografías que carecen de espontaneidad”.
Viengsay Valdés, a quien había reconocido en otras ocasiones, fue blanco esta vez de sus dardos. La principal bailarina del Ballet Nacional de Cuba fue evaluada por Kaufman como una “veterana estrella” que se “mostró cansada desde su primera entrada… Tal vez está sufriendo fatiga en la gira o una lesión —especula—. Valdés aún puede mantener el equilibrio, pero son sus saltos bastante poco poderosos (…) se sienten como acrobacias (…) su cuerpo es rígido”, opinó sobre la bailarina cubana.
Para hundirla más, contrapuso su desempeño con el de los hombres de los que dice “se llevaron la atención”. “Dani Hernández era todo lo que uno quería en el joven amante ‘Basilio’. Alto, de piernas largas, con pies bellamente formados, saltó al escenario con energía fresca, navegó por el aire con ligereza, facilidad no forzada y parecía feliz de estar allí, lo que hizo toda la diferencia”, comentó.
“Estos bailarines más jóvenes, sin embargo, parecían abrumados por una cierta pesadez de la producción general”. Sentenció así la Kaufman una exitosa actuación que comprendió seis presentaciones más.
Para ella, estas y otras razones influyen en que decenas de bailarines hayan desertado en giras internacionales desde la década de 1990. Además de las malas condiciones de trabajo, los bajos salarios y el sentirse apresados por una compañía que se resiste a actualizar su repertorio y sus directivos continúan viendo que hacer coincidir lo contemporáneo y lo clásico en escena es todo un pecado.
Resulta irónico que, con tan punzantes críticas, intente hacernos creer que “no desea golpear” a la compañía y que, por el contrario, reconoce que esta “ha superado innumerables desafíos, persistiendo en una nación bajo presiones políticas, económicas y humanitarias de extraordinaria magnitud”.
Valoraciones que se contraponen a las efusivas respuestas del agradecido público asistente a una abarrotada Casa de la Ópera, y que aplaudió de pie durante largo rato por las ejecuciones de los protagonistas Viengsay Valdés y Dani Hernández, como del resto de los bailarines.
Algunos de los asistentes, y a más de una de las presentaciones, manifestaron su desacuerdo con el artículo en la propia web del The Washington Post. Una de ellas (Meganns, 6/2/2018 7:21 PM GMT-0400) comentó: “Siento que vimos dos ballets diferentes. Solo soy un amante común del ballet que ha tenido una suscripción al ballet del Centro Kennedy durante muchos años. La del martes fue una noche de baile absolutamente deliciosa. A juzgar por la cantidad de aplausos, la mayoría del resto de la audiencia sintió lo mismo. Volví hoy para ver Giselle y sentí lo mismo sobre el segundo acto. Iré a ver el Ballet Nacional de Cuba cuando regresen a los Estados Unidos”.
Su post en Twitter solo generó dos likes y esta respuesta de @PernasLenier: “@SarahLKaufman ¿es sobre la técnica del ballet o sobre política su artículo? ¿por qué es tan malo mantener romántico un ballet romántico? ¿sabe realmente cuántos recursos tienen para trabajar esta gente? ¿Has estado alguna vez en Cuba con o sin Castro? Sólo veo a un crítico sesgado que representa su incertidumbre. Injusto”.
Tampoco coincide con las apreciaciones de otros críticos y medios especializados. El portal digital DC Theatre Scene afirmó: “Hay compañías de ballet con una técnica irreprochable y otras con una presencia universalmente cálida y accesible. Rara vez se combinan esas cualidades tan exitosamente como lo hace el Ballet Nacional bajo la dirección continua de Alonso”.
“La sonriente Valdés transmitió una Kitri instantáneamente agradable desde su primer grand jeté, casi sentándose en el aire mientras la multitud jadeaba. La audiencia estaba lista para un trabajo de pies muy afilados, y no nos decepcionó su velocidad y audacia”, expresó por su parte Carolyn Kelemen, en el portal DC Metro TheaterArts.
En relación al supuesto estancamiento, vale destacar que una semana antes, en el The Chicago Tribune, Lauren Warnecke había convocado a “reconocer que Alonso estaba por delante de una tendencia” cuando hizo su versión coreográfica de la obra de Cervantes y que “30 años después, nos da una versión de “Don Q” que aún se mantiene”.
Pero más que eso, con su reciente crítica a la compañía cubana de ballet clásico por su apego a la tradición y al estilo romántico, la periodista niega sus propias consideraciones en el 2001 por las actuaciones de esta misma compañía y en este mismo escenario. En aquella ocasión el titular del periódico The Washington Post fue “El Ballet Nacional de Cuba preserva en perfecto estado su Giselle”, es decir, para Sarah Kaufman era positivo que la compañía cubana conservara el concepto de estilo que la singulariza y el cuidado en los detalles históricos de la pieza.
“…La Giselle que presentó el Ballet Nacional de Cuba pareció como si una de esas litografías se hubiera iluminado y cobrara vida. No quiere esto decir que la Giselle de la compañía esté prisionera de la historia; por el contrario, constituye un tributo a ésta. Giselle ha ocupado siempre un lugar especial en el repertorio de la compañía gracias a la fuerte conexión que une a Alicia Alonso con el rol titular de esa obra…” —afirmó.
En abril del 2011 había escrito a propósito de la próxima presentación de "Don Quijote" en los escenarios estadounidenses: “Me interesaría ver si el ‘Don Quijote’, que se representará del 2 al 5 de junio, se mantendrá vivo como cuando lo vi en La Habana en el año 2000. Lo que más me gusta de los bailarines cubanos es que saben por qué están bailando; no se olvidan de la historia, incluso en una tan ligera como esta, en que dos jóvenes amantes evitan la desaprobación de un padre y ganan su favor al final”.
¿Subordinación tácita de la Kaufman a la política editorial del influyente medio de prensa? ¿Un cambio repentino de sus criterios valorativos? Me resulta aventurado definirlo. Del odio de los que replican malintencionadamente su artículo, de eso sabemos mucho más.
claud
10/6/18 20:21
Más de lo mismo!! Los efectos de su consabida "libertad de prensa", que no le permiten elevar el hecho artístico por encima de los intereses del WP. La voz del que paga habla más alto y, con tal orden, hace añicos el prestigio de la Kaufman, cuya crítica distó mucho de esas cualidades que le llevaron a ganarse el Pulitzer. Penoso que se permita tamaño descrédito.
Javier Nd
8/6/18 12:59
Que clase de C... M..... es esta critica, que poco conoce nuestra cultura y que poco nos conoce a los cubanos, que digan lo que digan a los cubanos y aesos bailarines les RONCA , lo que pasa es que si no hace eso de politizar la critica deja de ser critica de ese medio y le quitan el premio, en ese mundo todo se cobra y se paga
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