Hace 55 años emprendió el camino de la docencia para convertirse en profesora de música. Esta mujer humilde, jovial y de una sencillez increíble, ha dedicado toda su vida al crecimiento espiritual de varias generaciones de artistas profesionales que hoy recuerdan con gratitud a la maestra.
Nadie puede calcular con certeza la edad de quien ha perdido un nombre largo y rimbombante como María de la Concepción Moré de Castro, para convertirse, sencillamente en la profe Conchitica.
Ella rememora su primer contacto con un mundo que la atraparía definitivamente: la Escuela para Instructores de Arte, una institución que vio la luz en abril de 1961. Aquel curso inicial, que sólo duraría tres años, daría frutos muy lindos como el caso del holguinero Juan Arjona, que luego de egresar como instructor de música, laboró como activista en la Casa de Cultura, de la localidad de Bocas y más tarde fue merecedor del Premio Nacional de Cultura Comunitaria. De esa promoción también fue el Director de orquesta y compositor santiaguero, Félix Valera Miranda.
Conchitica no olvida la experiencia del trabajo con artistas aficionados como Liuba María Hevia, quien una vez participó en el concurso Cantándole al Sol y aunque no resultó ganadora, la maestra la incitó a seguir cantando, “algo que siempre me agradece”.
“Sara González fue alumna nuestra en un curso de instructores, pero comprendimos que era más útil en el Grupo de Experimentación Sonora del ICAIC. Sara siempre me decía 'mi profe'”.
La instructora guarda un rosario de anécdotas como cuando, en medio de un concierto, Eduardo Sosa la sorprendió con la frase: “Esto es para la profesora Conchitica”. Son historias tan enriquecedoras.
—En su caso no es lugar común decir que el trabajo como instructora de arte ha sido su vida.
—Fui profesora y también trabajé con el Coro del Teatro Lírico Nacional. Fungí como subdirectora de música en el Consejo Nacional de Cultura, colaboré con Nilo Rodríguez en la EGREM.
“Cuando me pusieron en la encrucijada de escoger entre la docencia y todo lo demás no titubeé ni por un instante y al final me quedé como instructora, porque es una labor cuyas recompensas nadie puede calcular por el amor que recibes de los alumnos. Estoy orgullosa de haberme dedicado a esto”.
—¿Qué siente cuando al cabo de los años vuelve a escuchar el Himno de los Instructores de Arte?
—Miguel Núñez, el padre de Miguelito Núñez, junto a su esposa, egresaron como instructores de arte de la primera graduación. Él compuso el Himno de los Instructores de Arte y todos lo cantábamos con mucha emoción.
“La letra de ese himno es muy linda y comienza así: 'Somos los instructores de arte de la Revolución'. Nosotros nos sentimos muy orgullosos de ese himno que va haciendo un recorrido por toda la labor que realizamos para llevar la cultura artística y literaria a nuestro pueblo en los primeros años del triunfo de la Revolución. Por suerte, lo ha retomado la Brigada de Instructores de Arte José Martí también como su himno”.
—¿Cree que en su vida se ha cumplido la ley de: a buenas acciones buenas recompensas?
—Cuando recibí el Premio Olga Alonso me elevaron a la categoría de instructora de arte sin yo serlo en realidad. Mi formación fue diferente, pues estudié piano y dirección coral en un conservatorio, pero fue la docencia la que me convirtió en un músico más completo y en un mejor ser humano. El mayor premio de todos ha sido trabajar como profesora de los instructores de arte.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.