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viernes, 29 de noviembre de 2024

Pasión iluminista de Flora Fong

Con esa naturaleza femenina que se halla a sí misma, la autora no se esconde para decir que no hay verdades inmanentes, que el mundo no es bonito del todo…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 24/11/2021
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Pinturas-Flora Fong
La artista ofrece una arista original sobre los tiempos de pandemia y de tantas interrogantes.

La artista de la plástica Flora Fong acaba de inaugurar una exposición de pinturas que representa a la mujer cubana en medio de la pandemia. Esta temática, que ella llama “nasobuqueña tropical” busca enviar una señal acerca de los duros momentos, de la tensión que se vivió en este país y que aún nos afecta. Figuras de ojos grandes y expresivos, multicolores, con una mascarilla en el rostro, nos observan desde los soportes pictográficos y quisieran hablarnos. ¿Cuánto callan esas chicas, cuánto nos están contando desde su expresividad febril? Flora encarna uno de los mejores ejemplos de la artista total, por sus propuestas de hondura filosófica, cuestionadoras, de sanación y abordajes críticos. También, esta artista se destaca porque su obra es particularmente bella, ¿quién no quisiera tener un cuadro de Flora Fong en su casa?

En medio de los eventos teóricos de la Bienal de La Habana, la nasobuqueña tropical posee una locuacidad que traspasa los espacios, desdibuja las barreras y establece un nuevo código de supervivencia. La artista declaró que su inspiración reside en las colas, ese elemento peligroso que sesgó tantas vidas y que atemoriza y atrae, aglomera y deconstruye. La cola cubana como metáfora de este tiempo en que estamos, momentos de definiciones en el cual la humanidad toma otro orden, otro cariz para poder adaptarse. Los ojos de las mujeres, inmensos y tristes a veces, parecieran advertirnos que vayamos despacio, que vivamos acorde con lo que poseemos, pues cada día es una bendición en medio de una pandemia que nos ha puesto de cabezas.

Flora Fong se integra al discurso cultural cubano a partir de una lógica muy propia: una que busca el sentido natural de las cosas y restaura el orden sencillo y hermoso en medio del caos y de la sinrazón. Por eso su propuesta pictórica es grande, por eso representa mejor que nadie este momento y de ahí el acierto de las nasobuqueñas. La creadora labra un recurso que no muere: el de los ojos. La boca cubierta, silenciada, resalta la expresión y el brillo de los demás atributos. Más allá de los cuadros, de figuraciones, de metáforas, hay un dolor oculto que Fong no nos ha dicho del todo, sino que deja que se sugiera, que aparezca por diferentes lugares con las pinceladas. Una vez más hay un nicho de contradicciones expresado veladamente por los símbolos, una inteligencia locuaz que necesita poco para hacerse presente de una forma avasalladora. Cuba cuenta con el peso de estos artistas, los reconoce y los vive como sus hijos más dilectos.

La pandemia ha dejado sin empleo a muchos en el panorama de las artes, a otros los ha destruido literalmente. En este país hay contradicciones que se evidencian irresueltas, interrogantes, dudas, indagaciones. Nada de eso está fuera del círculo de Flora, sino que queda en la mirada de sus mujeres. Esa visión totalizadora que se lanza desde un punto mínimo, reducido, y que se expande hacia todo el espectro, es parte de la vertebración de la obra y del discurso, de la realidad hermosa que completa y da sentido a la realidad llana, perecedera, cotidiana, de las colas. Hay un vacío ontológico que el arte llena. El proceso acontece como una porción más de las tantas búsquedas estéticas, de los hallazgos intempestivos, de los tormentos y del gozo.

Esta Bienal de La Habana, aunque forjada con esfuerzo y trabajo sostenidos, es una rara avis en medio de las carencias. Pudiéramos pensar que no necesitamos el aliento, el brillo y la paleta, pero estaríamos cayendo en un simplismo subjetivista, en una equivocación y en el camino de la distorsión y la duda perenne. El arte sirve para hallarnos en medio de lo peor y podernos remontar juntos hacia lo mejor. Las nasobuqueñas no solo indagan en las mujeres, sino que nos enternecen, nos abarcan, nos repletan. El que contempla se va con la visión otra acerca de la pandemia. Y por encima de todo estará siempre la belleza plástica de la obra de Flora, el enfoque maravilloso de quien está tocada para un mundo alterno y exultante de bendiciones. Tenerla es elogiar la vida, anhelar la eternidad, creer en nosotros mismos. Ese es el optimismo que nos trasmiten esas mujeres silenciadas por mascarillas, el de la interrogante, el de la sabiduría.

El arte ya nos ha retado a hallarnos y conocernos, a iluminar las zonas oscuras y los rincones brumosos. Ahora se repite el ciclo y la noria no deja que caigamos en el marasmo de un dolor paralizante. La vida es más que la muerte y esa sentencia si bien obvia y quizás simplista, acompaña todo el optimismo de Flora, la profundidad de lo que nos dice, la inteligencia de este trazo femenino, suave, colorido, de paleta sensible. Cuando la Bienal concluya, quedará la exposición como un evento paradigmático de locuacidad en el que todos hemos estado, aún los que no fueron a La Habana, incluso los que no conocen la obra de Flora en profundidad. Nosotros hemos sido sus beneficiarios, su material de trabajo, la savia y el barro, la sangre y el dolor de la sonrisa.

Con esa naturaleza femenina que se halla a sí misma, la autora no se esconde para decir que no hay verdades inmanentes, que el mundo no es bonito del todo. Esta sinceridad viene junto a los ojos, a la mirada, que son atributos de la mujer que dibuja, que ha soñado, para todos. Este detenido pasaje surge entre las brumas de la enfermedad. Quizás no sea la única creadora que invirtió el tiempo de la pandemia pintando, pero ha dado en el blanco al expresarse con diafanidad y justeza, sin obviar el discurso de la vida, sin que la insensible muerte melle el sentimiento de sosiego y humanismo.

Flora Fong posee una pasión iluminista, irradiante, que arrasa todo lo que es vago e indefinido, todo lo que no muestra su verdadero rostro. En ese camino hay mucho aún por develar, por esclarecer y evidenciar. Los ojos con sus pupilas firmes, fijas, expresivas dan un adelanto de ese destino artístico. El vigor del trazo sigue la huella de los aciertos y la belleza restalla ahí donde hubo dolencia y miedo, silencio. Todos queremos tener una obra de esta artista en la casa, pero sin dudas mejor es saber que existe en este mundo un instante en el cual lo bueno y lo hermoso son útiles, se manifiestan como iridiscencias y espectros fabulantes. Más que ojos expresivos y bocas cubiertas, las chicas dan testimonio, ofrecen una filosofía, sanan y continúan caminando.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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