Cuando el sabio Alejo Carpentier creó la Imprenta Nacional, el primer libro editado en cantidades industriales fue El Quijote. Por entonces el programa de la Televisión Española “A fondo”, conducido por José Soler Serrano, entrevistó al autor de El Siglo de las luces. En aquel intercambio, Carpentier abundó sobre el largo programa de ediciones y promoción que su empresa albergaba. En efecto, muchos recuerdan las enormes colecciones de lecturas clásicas y contemporáneas que, bajo el precio irrisorio de centavos, inundaron las librerías.
A ello hubo de sumarse la procedencia de libros de excelente factura de las editoriales de la Europa del Este, bajo el sello de MIR, Progreso y otras. La explosión editorial no tuvo límites, tampoco la voracidad de un público hambreado de conocimientos, el cual de pronto veía abiertos los senderos de la cultura. Un bibliobús iba prestando libros por los barrios de las ciudades y, sin que hubiera el fenómeno de las ferias, la gente iba a la escuela al campo y en los autobuses leyendo, de pie.
La obra editorial promovida por Carpentier desde casas como Ediciones R tendrá que ser estudiada y puesta en su justo valor, así como la formación de un personal competente para que en las salas de venta estuviera presente la acertada guía. Las librerías cubanas podían contarse como entre las mejores y más baratas del mundo, aquellas generaciones leyeron mucho y bueno.
Con el decurso de los años y el encarecimiento del papel y de la vida en general, hubo que elegir entre una novela y una libra de arroz. Lo perentorio de nuestra situación elevó el precio de los libros siempre por encima de los diez pesos y hasta cincuenta (a veces cien en el caso de ediciones de lujo).
La variedad se ha resentido, dar con clásicos enteros se tornó una utopía, junto a ello decayó el trabajo del librero. Ese vendedor que antes de 1959 era una figura marginal y de barrio, casi siempre viejo, ha vuelto a poblar nuestras calles, con libros de inicios de los años sesenta y más antiguos aún. Hasta ahí tiene que dirigirse el lector interesado, porque en las librerías estatales no se encuentra el texto preciso. Las editoras provinciales, si bien se desviven por promover el talento local, se equivocan no pocas veces y debieran jugársela a libros de salida más segura, de una demanda más veraz.
Otro tema peliagudo es la promoción de la lectura, tema que el propio Carpentier a través de talleres y cursos abordara. Acercarse a los libros no solo es cosa de escritores y periodistas, al contrario, hace a las personas mejores, los convierte en ciudadanos integrales, capaces de afrontar situaciones de alta complejidad. Por tanto, leer reduce el nivel de animalidad de la especie.
Cualquiera no puede ser librero, se necesitan conocimientos de marketing literario, profundas convicciones sobre el papel del libro en la vida, interés por la lectura. En otras palabras, se requiere de una calificación profesional para dar a conocer un texto de calidad. Por ejemplo, en la pasada Feria del Libro se reeditó un clásico inmenso de las letras hispanas: Bomarzo de Manuel Mujica Láinez, sin embargo, ello pasó sin penas ni glorias, al lado del bombo y platillo a libros de menos cuantía.
Fenómenos de ninguneo como el mentado se dan con frecuencia con libros clásicos y actuales. Muchas ediciones, tras una larga temporada de polvo, van a dar a basureros de materia prima para, en el mejor de los casos, reciclarse. Cabe preguntarse dónde queda el vínculo entre la comunidad y la librería, los contactos con las escuelas, la programación cultural que le es inherente a un centro de este tipo y que el poryecto social cubano tanto ha priorizado.
El caso de la Librería Fayad Jamís de la calle Obispo de La Habana es una excepción, que pudiera estudiarse y seguir en el resto de Cuba. Espacios de reflexión, crítica y promoción son allí habituales, no así en la mayoría de las ventas de libros del país, donde la actividad del trabajador se recluye a la comercialización y a cumplir un horario de trabajo. Cada ciudad del interior tiene una intelectualidad articulada esperando a que surjan estos espacios, no hay que esperar a las Ferias del Libro.
Cabe también la labor de estimular a los mejores libreros, a los centros que cumplan su cometido y en ello tiene mucho que ver el Centro Provincial del Libro, cuyo personal sabe de los bajos salarios que se obtienen en el sector. Ganando poco se entrega poco, el ciclo se muerde la cola, el dinero se va en ediciones sin vender y hasta en clásicos que pasan desapercibidos. Porque el interés por un buen libro no va solo en el libro mismo, sino en el contexto editorial que se genere.
En todo esto hay que aprender mucho de la década del sesenta y de la labor de Carpentier, volver a la semilla, estudiar, llevar a los especialistas a que empleen sus recursos en una mejor gestión editorial, vender más y más barato. Hay que darle al libro el lugar que corresponde en la sociedad, porque conocer es poder.
Lo otro es que el lector acceda menos a sucedáneos y más a las obras completas, no aspirar a que se conozca apenas un cuento de Poe sino toda su cuentística al menos. Porque las selecciones de textos no siempre son adecuadas, además de que no brindan una visión total y cultivadora del asunto. Ampliar el espectro y saberlo vender, hacer cultura desde lo literario, he ahí las claves.
Leer no es perder el tiempo, sino ganarlo para siempre: se nos alarga la vida y hasta vivimos muchas vidas cuando accedemos al libro.
NTA
19/7/18 14:18
Que bien que se hable de las Librerias y sus vinculos con la comunidad, pues cada dia se pierde mas esa relacion, quiero hablar de la Libreria Avellaneda, que su caracteristica es la comercializacion de libros de uso, con una clientela fiel, pero hay que prestar especial atencion al mantenimiento de las librerias, son oscuras, con muebles en franco mal estado, me consta que la Libreria Avellaneda ha pasado con el tema de las fuertes lluvias por situaciones dificiles, y en mas de una oportunidad he visto a sus trabajadores sacando agua para posteriormente abrir la Libreria, siempre con una sonrisa, en el caso de las Librerias de Uso se abastecen de los mismo clientes, que compran y luego venden, ni tienen que peregrinar por lo que se edite, pero si necesitan la atencion a sus locales, que van muriendo poco a poco, La Libreria Avellaneda, antigua Canelo es probablemente una de las mas viejas que continue abierta hasta el dia hoy, seria muy oportuno teniendo en cuenta toda la labor que se viene desplegando para el 500 aniversario de nuestra Ciudad, que se investigara un poco sobre esta Libreria, y se le prestara atencion por su instancia superior.
manuel
18/7/18 9:57
la profesión de librero ha desaparecido, hoy en las librerías es muy difícil encontrar empleados capaces que te puedan ofrecer una sinopsis sobre el tema que versa una obra y una síntesis biográfica sobre el autor y las obras que ha publicado, en algunas librerías que comercializan libros en pesos cubanos convertibles los empleados se molestan si revisas un libro porque según su opinión el libro se maltrata. La librería Fayad Jamís es la excepción porque incluso es abastecida por el almacén nacional, con aire acondicionado, se repara la fachada .Pero le sugiero que pase por Monte y Cárdenas para que vea el deterioro interior y exterior, e incluso por el Alma Mater en Infanta y Sán Lázaro para que aprecie el deterioro en sus exteriores.
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