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martes, 17 de diciembre de 2024

La identidad nos orienta, nos alumbra y ubica.

Descubrir nuestro propio ritmo es el primer paso para trasformar nuestra realidad....

José Ángel Téllez Villalón en Exclusivo 14/12/2024
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La identidad nos orienta, nos alumbra y ubica.
Descubrir nuestro propio ritmo es el primer paso para trasformar nuestra realidad....

Somos si persistimos, si viajamos asidos a un “nosotros” heredado/preferido, localizados y orientados por ciertos sentidos, comprometidos con determinados “parecernos a” y “distinguirnos de”. Identificarnos, es una necesidad ontológica, biológica y psicosocial, vital para favorecer el control de la realidad natural y social.  

Descubrir nuestro propio ritmo, encontrar nuestras coordenadas en el espacio, el tiempo y el movimiento, es el primer paso para trasformar nuestra realidad. Solo después de comprender las tres dimensiones de nuestro ser  concreto, nuestro sentí-pensar aquí y ahora, podremos proyectar y  construir un destino personal y colectivo, gestar un porvenir común,  expandirnos en la felicidad nacional.

La identidad nos orienta, nos alumbra y ubica, a través de los oleajes de la historia. Sin esta brújula somos más vulnerables. La colonización cultural ha redundado  en la destrucción de lo auténtico, del  orgullo del sujeto sui generis, mediante la estigmatización y la enajenación de los  nativos o desarraigados,  mediante la falsificación y anatematización  de su historia.

Si la cultura es, como planteara  Fernando Ortiz,  “fundamentalmente un sistema de nucleación humana, una organización funcional de fuerzas, medios y fines colectivos”, la colonización cultural  comprende la dilución de estos cimientos, la  fragmentación de todos los sentidos aglutinantes, la aniquilación de todas las atracciones, de todas las fuerzas que condensen el ser.

Cuba brotó mambisa. De una cultura irredenta, enarbolada por una vanguardia  que se quiso y se creyó distinta. De una pléyade orgánica que  se anudó a una estrella de intensidades  y latidos nuevos, aun con el eco que vino de otros lares.

Eso ha sido  nuestra identidad hasta hoy, un sentir y un representarnos nítidos frente a los demás; el pulso híbrido de un  devenir,  de lo que aquí ebulló, cuajó, se asentó y vuelve a ebullir. Un coro ardiente, un abrazo danzante, un texto y un contexto versificado en cada instante- antes, durante y después de los huracanes- , es el boceto perenne de nuestro aporte  al pluriverso.

Un latir singular frente una modorra que nos intenta aplanar, reducirnos a meros consumidores de sus  mercancías y narrativas. Para actuar como  adictos a los nuevos fetiches, y atados a un “tiempo libre” reducido al  tiempo de la enajenación y la estulticia,  a chorro, de mucha copia y poca iniciativa.

En un círculo vicioso de diversión escandalosa y trasmitida, para que todos se enteren que hacemos lo que los “exitosos”, que bebemos lo que los “famosos” y vamos a los sitios que postean en sus perfiles  de las redes digitales. Con las  fuentes del placer siempre afuera, sobre las pieles, de la mano de las marcas registradas del negocio del entretenimiento.

No  germinamos ni florecemos  cuando nos repetimos en los moldes que nos fabrican desde oscuras y  extrañas corporaciones. No le importamos  a Disney, ni  a Universal, ni a la Sony. No les interesa nuestra expansión espiritual, que nos expresemos a través de las artes, ni nos  descubramos  a través del  goce estético y  desinteresado.  No nos quieren libres.

Consumir o cultivarnos, se plantea en disyuntiva nuestro seguir siendo cubanos. Completar nuestro arcoíris,  expresar a plenitud la cubanía  o devorar acríticamente todo lo que producen y reproducen las imperialistas industrias culturales. Co-crear como  sujetos una cultura vigorosa, que nos identifique como latinoamericanos, caribeños y cubanos, o dejarnos moldear pasivamente por un tropel de mercancías formulada y enlatada por otros, para vagar por el Mercado como zombis.

Para un  “alma cubana nueva”, se ha de limpiar la casa de esos ruidos extraños y promover la utilidad de virtud, cultivar sujetos con un corazón  expandido, que se reconozcan en el hacer por todos, por  el bien de la casa compartida. Alma expandida, no contenida en pieles de diferenciación; ni la del cuerpo, la vestimenta, o la de la casa y el carro.

Solo desde ese nuevo marco puede brotar un patriotismo genuino, asumido como un “respeto periódico a una idea de que no se puede adjurar sin deshonor”,  como “imposición divina, o marca de un fuego superior a la justicia misma de los hombres, la conjunción de un hombre y su pueblo”.

Ser cultos y prósperos es el único modo de que una persona pueda “trabajar activamente en sí misma”, para que se afiance en sí su “libertad interna” y pueda librarse de ser una cosa, “un instrumento de su propia destrucción” (dixi Bolívar). Por eso antepone al “pensar por sí propio”, el hábito de trabajar también por sí, colaborando con la obra común. “La libertad es fruta dulcísima: es la fruta del árbol del trabajo”. “La libertad es la atmósfera, y el trabajo es la sangre. Aquella es amplia y generosa: sea ésta benéfica y activa”.

Para cultivar  mujeres y  hombres nuevos urge sacar a nuestros niños y jóvenes  de la “salsa”  neoliberal, de la braza de la competencia. Promovamos y aseguremos la libre expresión de nuestras  facultades creativas y estéticas, nuevas, socialísticas.  Invadamos nuestros barrios con propuestas artísticas, autóctonas y universales, siempre liberadoras.

Que no se apaguen nunca en las comunidades las  posibilidades de expresión y  desarrollo personal, propuestas recreativas descolonizadoras, para enarbolar la alegría y el orgullo por la patria chica. Solo hay que aunar esfuerzos, las instituciones y los  promotores culturales, junto a los líderes comunitarios  y de las  organizaciones de masas, para movilizar ese  “intrincadísimo complejo de elementos emocionales, intelectuales y volitivos”, del que brota la cubanía.

Tales han de ser los empeños de  las instituciones culturales, la pasión  y consagración de sus trabajadores.  Perseverar contra la banalización y el mal gusto que prepondera por doquier.  Sostener una programación diversa y accesible,  para todos los territorios, grupos etarios y  gustos. Proteger las agrupaciones y proyectos que defienden la tradición que enaltecen nuestro orgullo patrio. Ser martianos  y fidelistas en la defensa  de nuestra cultura y nuestra identidad.

 

 


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José Ángel Téllez Villalón

Periodista cultural


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