La revista que preparó el maestro, narrador, editor y promotor cultural costarricense Joaquín García Monge para los niños y jóvenes de su país en la década de 1920 del pasado siglo, a imagen y semejanza de la publicada por José Martí (Nueva York, 1889), acaba de llegar a la capital cubana y muy pronto estará a disposición de lectores cubanos en la biblioteca especializada del Centro de Estudios Martianos.
Poemas, narraciones, fábulas y aforismos integran los tres hermosos volúmenes de La Edad de Oro de Joaquín García Monge publicados por la Editorial de la Universidad Nacional de Costa Rica que reúnen los seis números de la revista que se mantuvo entre 1925 y 1929 y que recibió colaboraciones de Gabriela Mistral, Juana de Ibarbourou, Ricardo Palma, José Martí, Horacio Quiroga, Rubén Darío, Antonio Machado, Amado Nervo, entre otras notables firmas hispanoamericanas, caribeñas y europeas de reconocimiento internacional. La obra propone un recorrido por diversas geografías, lenguas y culturas; obras originales o traducciones de autores latinoamericanos y de la cultura universal.
García Monge no solo fue un profundo admirador y conocedor de la obra y el pensamiento de José Martí, sino que también divulgó su quehacer desde la docencia —a la que dedicó varias décadas de su vida─ y desde los proyectos editoriales que coordinó. Gracias a las redes intelectuales creadas con varios intelectuales cubanos pertenecientes a la primera generación republicana, logró publicar en 1921 La Edad de Oro de José Martí en Costa Rica.
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Tanta fue la importancia que concedió a la educación en las edades tempranas y el influjo de la revista martiana que decidió realizar un proyecto con el mismo título e intereses. “García Monge emuló los criterios editoriales, literarios y pedagógicos de Martí en la selección y publicación de su obra”.
La profesora Nuria Rodríguez Vargas de la mencionada casa de altos estudios en Centroamérica tuvo a su cargo el prólogo y la edición de esta entrega correspondiente al año 2023, que reúne en cada tomo dos ediciones de la revista. Vargas Rodríguez ha dedicado varios años de investigación para rescatar y devolver a la circulación los seis números de esta revista que constituye una curiosidad literaria de Costa Rica y de América, la cual permanecía en reposo y fue publicada como suplemento del gran proyecto cultural conocido como Repertorio Americano, que fundó y desarrolló Joaquín García Monge hasta su muerte en 1958 con el objetivo de publicar no solo la revista del mismo nombre, sino para brindar al lector costarricense obras sustantivas de la literatura universal y costarricense a partir de ediciones nacionales.
El Anuario del Centro de Estudios Martianos publicó en años recientes un ensayo de Nuria Rodríguez Vargas que brinda su lectura de esta joya de la literatura centroamericana que ahora estará a disposición del público cubano gracias a un convenio de colaboración e intercambio con la Editorial de la Universidad Nacional de Costa Rica.
“García Monge emuló los criterios editoriales, literarios y pedagógicos de Martí en la selección y publicación de su obra”.
Un repaso por el catálogo de esta casa editora permitirá corroborar que sus líneas de trabajo no han estado ajenas a los universos martianos. Por solo citar tres ejemplos, sobresale José Martí en la historia y la cultura costarricense (2001), del profesor e investigador chileno-costarricense Mario Oliva Medina recientemente fallecido, la novela de José Martí, Lucía Jerez (2013) y el volumen José Martí: narrar del periodismo (2016) del autor de estas líneas.
Los universos en que se multiplica la creación martiana permean este proyecto editorial de Joaquín García Monge (y casi todos sus empeños). Al introducirnos en sus páginas encontraremos no solo algunos textos seleccionados de su Edad de Oro, sino también de su periodismo, de su epistolario, piezas de su obra poética y una curiosa alusión a un personaje de su única novela titulada Amistad funesta o Lucía Jerez. En un texto titulado “Petrona Revolorio”,el editor brinda la sección donde se presenta este personaje que representa a las culturas originarias de nuestro continente con su peculiar modo de expresarse, su descripción física y su vestimenta. Es una auténtica pincelada cultural y de autoctonía la selección de esta escena que resulta tan significativa dentro del discurso de la pieza, no solo desde el punto de vista de la estructura narrativa, sino también, simbólica.
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Más allá de la gracia del personaje, hay una sólida cultura que emerge con su aparición en la novela martiana y, ahora, en la revista de García Monge en pleno siglo XX. La presencia de esta escena convertida ahora en una pieza de su proyecto evidencia que el editor leía y escudriñaba en los textos martianos con profundidad y sentido crítico. Expresa, además, su fina sensibilidad como lector y editor y la importancia que le concede a nuestras expresiones culturales paralelamente a las muestras de la cultura universal seleccionadas. Lo que demuestra la pluralidad en la perspectiva editorial de García Monge.
También aparece en el índice la crónica martiana “Los ingenieros del puente de Brooklyn”,[4] donde se repasa la trayectoria de los autores de una de las primeras expresiones notables de la ingeniería de los Estados Unidos en cuanto a la utilización de metales y cables en la estructura de las obras, hecho que acaparó la atención de la prensa internacional a finales del siglo XIX. Estos creadores fueron considerados héroes ante la sociedad norteamericana y el mundo por lograr esa gran proeza. Sus nombres están insertos en las mejores páginas de la historia de los Estados Unidos. Es una pieza recomendable, sin lugar a dudas.
“Los universos en que se multiplica la creación martiana permean este proyecto editorial de Joaquín García Monge”.
La Edad de Oro de José Martí es una de las creaciones del autor que más atención ha recibido de la crítica en más de un siglo de recepción crítica. Sin embargo, esta propuesta de Joaquín García Monge no ha tenido la misma suerte a pesar de regirse por los mismos derroteros de la primera. Esta revista costarricense es poco conocida en Cuba más allá de un grupo de especialistas. De ahí la necesidad de su divulgación, toda vez que constituye una expresión de las resonancias centroamericanas de la obra de José Martí, específicamente de su revista dedicada a los niños y jóvenes de América y, a su vez, evidencia la continuidad de su legado en la región centroamericana.
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