Recuerdo mis primeras Romerías de Mayo: la ciudad entera parecía un hervidero y uno no hallaba para dónde coger. Eran tantas opciones que siempre te perdías alguna oportunidad de buen arte. He ahí el hechizo de las Romerías y el por qué resulta casi adictivo volver año tras año a ser partícipe y cómplice de este gran evento, que resulta fundamental para preservar, especialmente entre la juventud, la cultura y las tradiciones de Cuba.
Las Romerías, para los que no lo conocen, tienen su origen en una fiesta religiosa. Cuentan los investigadores que en 1752, cuando Holguín obtuvo el Título de Ciudad, llegó hasta aquí el Primer Teniente Gobernador y con él cinco religiosos franciscanos, entre ellos el Fraile Antonio Joseph Alegre, popularmente Alegría.
Por esos tiempos, era costumbre española situar en los lugares más altos, cerca de las poblaciones, una cruz, con el fin de evitar epidemias, maleficios o catástrofes naturales. Fue así como un 3 de mayo, el Fraile Alegría subió una cruz al cerro de Bayado, hoy conocida como loma de la Cruz. De eso hace ya dos siglos con 28 años y todavía la blanca cruz de aquel fraile continúa protegiendo la ciudad de Holguín de la sequía y los sinsabores.
Como casi todas las tradiciones, la más importante fiesta del arte joven en Cuba constituye el resultado de una manifestación social espontánea basada en el sentir del pueblo, de los holguineros, quienes tras colocar la Cruz, comenzaron a subir la loma y pedirle por milagros.
Comenzó con una procesión, que partía desde la iglesia principal de la Ciudad de los Parques, San Isidoro, se dirigía a la Loma de La Cruz, donde se oficiaba la misa, y a continuación empezaba la celebración que duraba hasta el día siguiente. Más adelante, aquellas ceremonias religiosas se transformaron en festejo popular. Después la festividad católica trascendió y la hicieron suya otras creencias hasta convertirse en un festejo popular.
Aunque la Loma de la Cruz no es de las elevaciones más altas del país (261 metros sobre el nivel del mar), se hacía molesto escalar, y es por ello que para subirla se hizo necesario construir escalones. Para financiar su construcción, que duró más de 20 años, se convocaban verbenas para recaudar fondos y, finalmente, en 1950 fueron inaugurados, con un oratorio formado por una pequeña plazoleta en forma de balcón y la cruz encima de un pedestal como un altar. Se reconstruyó el fuerte y se hizo una rotonda. Años después, quizás en consonancia con la situación que se vivía en Cuba, aquella tradición se perdió.
Pero años después, específicamente hace 25 años, a un grupo de jóvenes creadores aventureros -quienes reunidos en una azotea abandonada del Centro de Arte de Holguín, en medio del Período Especial, debatían sobre qué hacer para salvar la cultura- se les ocurrió la idea de convertir la tradición religiosa en un suceso cultural. Entre ellos se encontraban los intelectuales Jorge González y José Manuel Guarch Delmonte. Nunca imaginaron que su sugerencia devendría en un Festival Mundial de Juventudes Artísticas.
Los primeros delegados internacionales que participaron en aquella edición primera de las Romerías fueron estudiantes de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, junto a Joaquín de Assís, popular guionista brasileño. Más tarde el Festival se convirtió en el trampolín donde se presentaron por primera vez muchos noveles artistas, que luego se convirtieron en importantes figuras de muy diversas manifestaciones del arte en Cuba como el dúo Buena Fe, Lizt Alfonso, Aceituna sin Hueso, Eduardo Sosa, Naziri Lugo, entre otros.
De ahí provienen los valores de Romerías, que se ha convertido en un “festival en que confluyen artistas de todas las manifestaciones y los más diversos estilos, tendencias, formas de ver la vida. Lo más importante que tiene es la oportunidad de intercambiar y disfrutar del arte especializado y también popular, especialmente para la población holguinera, que es la más beneficiada. Sin embargo, al ser tan abarcador existe el riesgo de que dentro del propio dinamismo se pierda la participación de la gente. Por otro lado, el talento joven no puede quedarse fuera y junto a los consagrados se les debe dar la oportunidad a los menos conocidos con una obra de valor. Esa una de las razones por las que Romerías sigue siendo una de las plazas más cotizadas en el mundo del arte y la cultura”, resalta Luis Ernesto Ruiz, profesor universitario y coordinador del evento Bloguerías de Mayo .
Humberto Tomas González Carro, crítico de cine, realizador y profesor de la Universidad de las Artes afirma que “resultan un evento de suma importancia para Holguín y Cuba toda para mostrar y compartir el arte y la cultura de los jóvenes y no tan jóvenes y rescatar tradiciones y renovarlas”.
“No es algo esquemático... siempre es diferente y muy diverso, la participación hasta de los más pequeños es bien aceptada. Es uno de los mejores momentos de la ciudad, las Romerías le dan vida a este pueblo, con el arte, la literatura, los audiovisuales, es decir, con todos los espacios donde se interviene, con la explosión cultural de la Asociación Hermanos Saíz y las demás organizaciones afines al evento”, expresa María Montenegro, fotoreportera del Grupo de Comunicación de la Unión de Jóvenes Comunistas.
Por su parte, la psicóloga Arianna Marquez defiende que las Romerías se convierten en un espacio significativo de interacción: “Si un valor hay que concederle a este evento, es que reúne a los jóvenes con todos sus matices y evidentemente sus diferencias, pero los hace compartir los mismos espacios, caminar por las mismas calles, dialogar de sus preferencias aunque existan diferencias. Pero a la vez se junta la familia toda, es una fiesta donde no importa de qué provincia eres, ni qué profesión tienes para compartir (…) Deberían tener 25 ediciones más”.
Según el bloguero cubano Harold Cárdenas Lema, “Romerías de Mayo en Holguín es probablemente la mayor fiesta cultural del país”. Sin embargo, se necesita que las instituciones holguineras se vinculen más como protagonistas de la ciudad entre un evento y otro, de mayo a mayo, para que se vea ambiente de Romerías, que deberían ser todo el año.
25 años después, la magia de aquella Cruz que corona la loma nunca se perdió y hoy son numerosas las leyendas alrededor de ambas. Algunos dicen que el que da la vuelta a la rotonda, de derecha a izquierda y por completo, tendrá un aguacero de buena suerte y bonanza, y que si por el contrario se hace al revés, le caerá la mala suerte como cuando se rompe un espejo. Se cuenta también que para conquistar a una muchacha solo es preciso llevarla hasta el pequeño balcón de la izquierda y ahí recitarle un poema. En fin, que la Loma de la Cruz tiene su aché.
Hoy, en lugar de aquella cruz, es el Hacha de Holguín quien escala hasta la cima de la Loma de la Cruz, como tributo a la resistencia de nuestros primeros habitantes. Las Romerías también se han convertido en símbolo de resistencia y de la necesidad de no olvidar de dónde venimos, cuáles son las raíces y las esencias que nos hace lo que somos, para trazar hacia dónde vamos, el camino correcto hacia el futuro.
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