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lunes, 18 de noviembre de 2024

La bella durmiente de Cuba, una ciudad que no envejece

Trinidad de Cuba es hoy una postal de inicios de siglo XVI, un boleto al pasado colonial que atesora la mayor de las Antillas ...

Dorisbel Guillén Cruz en Exclusivo 04/09/2018
1 comentarios
ciudad-de-trinidad- Modesto Gutiérrez Cabo- acn
En esta otrora Villa de la Santísima Trinidad (1514) habita un fragmento del pasado colonial de Cuba.

Como camino de lozas amarillas que han de llevar al viajero justo a la ciudad mágica, una callejuela de viejísimos adoquines conduce a los turistas hasta el centro histórico de Trinidad de Cuba. Andar las callecitas estrechas y milenarias resulta un privilegio que ofrece la isla a intrépidos de todo el universo. En esta otrora Villa de la Santísima Trinidad (1514) habita un fragmento del pasado colonial de Cuba; entremezclada la vida y el desarrollo metropolitanos de entonces con los embelesos fundacionales de la tercera villa.

Quizás esta ciudad sin relojes se parezca a otras, por esas coincidencias de principios del siglo XVI, posterior al “descubrimiento”, a los viajes al otro lado del mundo, o al imperativo de un viejo continente haciéndose espacio entre indios y más nativos. Lo cierto es que como pocos lugares en América conserva sus encantos esa ciudad ubicada al centro de Cuba y al sur de su hermana del Spíritus Santos, hoy provincia de Santi Spíritus. Allí dejó su huella el adelantado Diego Velázquez de Cuéllar, la conquistó, como a una virgen caribeña, y la puso a procrear con rapidez. La cubrió de oro, de hijos y de forasteros.

De ese modo la colonia bañada de mar debutó entre las más prósperas de las Antillas. Con un florecimiento tal de la industria azucarera que para mediados del siglo XIX ya era Trinidad esta hermosa muchacha de aire austero y colosal. Palacetes y casonas de lujo se extendieron por sus pasadizos de piedra para completar un cuadro fastuoso. Los adinerados se paseaban delante de los grandes ventanales y las fachadas coloniales, y lo hacían muchas veces sobre hermosos quitrines traídos de Europa. Mientras, los vendedores y pobres ofrecían su bolsa al extranjero.

Tanto encanto tiene su cúspide de glamurosa ciudadanía en lo que hoy se considera el casco histórico de la ciudad de Trinidad, que ha sido considerado desde hace 30 años como Patrimonio de La Humanidad. Allí se representa la construcción de los primeros asentamientos del reino hispano en el nuevo continente. De forma que en derredor de la plaza se alza la iglesia, muy cerca el Ayuntamiento o Palacio de Gobernación,y algunas casas de ricos azucareros.

Con exclusión de la Iglesia Mayor, el resto de las edificaciones tienen como destino la conservación de objetos, documentos y otras piezas museables. Así se encuentran interesantes recintos como el Museo Romántico, antigua casona Brunet, enclavado en la Plaza Mayor; el Museo de Historia que ocupa el antiguo Palacio Cantero, cuyo antiguo propietario era don José Mariano Borrell y Padrón, un terrateniente local; y entre otros el Museo de Arqueología Guamuhaya que muestra en ocho salas de la antigua Casa de Padrón objetos pertenecientes a las comunidades aborígenes que vivían en la región centro-sur de la isla de Cuba durante la etapa precolombina.

Y es que tanto esmero ha puesto su gente en conservar ese pedacito de arquitectura histórica que pocos como este pueblo de América pueden exhibir tan exquisita preservación a través de los siglos. La ardua labor de restauración que allí se acomete ha logrado la perpetuación de valores arquitectónicos propios de la Cuba colonial, pero más que esto, se trata de la voluntad popular por mantener intactas viviendas, tradiciones, edificios públicos, incluso, oficios antiquísimos como la alfarería. Así ofrece al visitante un cuadro íntegro de los tiempos esclavistas, por supuesto, a salvo de aquellas sociedades represoras.

Es esa una muestra de arraigo por parte de las personas hacia su patrimonio que logró convertir a Trinidad de Cuba en un sitio de valor universal. Y es que no se trata de perpetuar aisladamente edificaciones o paisajes representativos, sino de ver emerger una etapa de la historia humana. Trinidad de Cuba le hace honor al eslogan que recibe el viajero al adentrarse en ella, la ciudad detenida en el tiempo.


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Dorisbel Guillén Cruz

Periodista

Se han publicado 1 comentarios


Julia
 27/3/19 10:53

esa es mi ciudad, eternamente jóven....

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