«No hay lugar como el hogar», es la frase icónica de la película norteamericana de El mago de Oz. A Dorothy podrían ofrecerle todo el reino lleno de maravillas que es la tierra de Oz, que ella regresaría una y otra vez a su pueblo de Kansas. Al comienzo de Fenómenos naturales, Vilma, una joven enfermera de un rancho de la provincia de Villa Clara durante los años ochenta, parece estar en desacuerdo con la niña de las zapatillas rojas.
Este primer largometraje del director cubano Marcos Antonio Díaz Sosa ofrece una versión cubanizada y satírica del clásico infantil. La primera referencia al filme original ocurre cuando la pareja de protagonistas, interpretados por Andrea Doimeadiós y Reinier Díaz, traduce la cinta en un cine abandonado de Santa Clara, en el cual duermen escondidos. En esa escena, ambos viven un momento de inocente enamoramiento, llenos de sueños de un futuro prometedor en los «rascacielos» de La Habana, donde él, graduado en ingeniería, espera unirse a las brigadas de construcción.
Dos años después, cuando aparece el huracán que se lleva a Vilma a un cayo turístico, segunda referencia obvia de la Dorothy villaclareña, el panorama es bien distinto. El cine fue clausurado, la pareja regresó al rancho en un pueblo aislado donde un tren pasó por encima de su única vaca, el novio tiene una mano vendada al caer desde el monumento al Che que construyeron en tiempo récord y su tesis para regular el clima de toda una ciudad no ha sido aprobada por el gobierno. Para colmo, la última posibilidad de Vilma, embarazada, de ver nacer a su hijo en la capital se esfuma con el cierre de su clínica de homeopatía.
Marcos Antonio Díaz Sosa, graduado de la Escuela Internacional de Cine y TV de San Antonio de los Baños y de Dramaturgia en el Instituto Superior de Arte, ha visto desfilar a Fenómenos naturales por varios países. En el Festival Internacional de Cine en Guadalajara ganó el Premio a mejor Ópera Prima en su estreno mundial en junio. Recientemente, también recibió el Premio del Jurado Joven en el Festival Filmar de cine latinoamericano de Ginebra.
Este mes de diciembre, la película compitió en la capital cubana en la categoría de ópera prima dentro de la 45ª edición del Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano.Beneficiada además con el Fondo de Fomento del Cine Cubano en su segunda convocatoria, la cinta tuvo inicialmente el nombre provisional Obra de choque, en alusión a la construcción de la Plaza Ernesto Che Guevara en Santa Clara.
La fotografía, realizada por Ángel Alderete, presenta con sus colores opacos un tinte de nostalgia. El guion, también de Díaz Sosa, ridiculiza el triunfalismo de la época mediante recreaciones de anuncios de TV, como el del plan «niña bonita» para mejorar la leche de las vacas construyéndoles unos extraños refrigeradores, niños que disparan frenéticamente mientras ensayan ejercicios militares o la frase que ya pertenece a nuestra cultura popular «todo cubano debe saber tirar y tirar bien».
En este contexto, Vilma aprende a disparar con la escopeta de su madre e intenta escapar de su realidad participando en un campeonato nacional de tiro. Las actuaciones destacan por lo opuesto de los protagonistas, un joven despreocupado con locas ideas vs. la cada vez más práctica Vilma. Igualmente, personajes secundarios como Tatiana, una actriz soviética con un perrito llamado Potemkin interpretada por Maikel Amelia Reyes, o el comandante Fonseca de Osvaldo Doimeadiós, brindan momentos de humor inteligente que invitan a la reflexión.
Fenómenos naturales transita entre un realismo casi absurdo y lo fantástico, mientras revisita tópicos como la inestabilidad y el desencanto. Es una obra sugestiva que escapa de las temáticas y géneros comunes del cine nacional, difuminando las líneas entre comedia, drama y el género fantástico. Incluso, resulta difícil definir su mensaje, abierto a la interpretación personal.
A través de la sátira de la alegría desmedida de El mago de Oz o de toda una épica cubana, se abren dos lecturas posibles a la última escena del filme, cuando Vilma regresa, finalmente, al hogar. Un paneo de la cámara se aleja del abrazo de los amantes para caer en los puercos revolviéndose en el fango del corral. En esta ocasión, es el turno del espectador decidir si la joven ha llegado al otro lado de su arcoíris.
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