Un noticiero que narre la vida cultural de un país es heraldo de la verdad nacional en su vertiente más prístina, estamos ante el ingenio de hacer, de las bellas manifestaciones de la vida, un espectáculo a la vez que un paquete informativo. Tales metas, por ende, necesitan una fuerte producción por muy alternativo que sea dicho proyecto. Por su tono, debiera comportarse quizás hasta algo underground (hablamos de la cultura cubana, un ente en resistencia ante la voracidad de estos tiempos), porque la alteridad, si bien no desecha lo sublime, aspira a cubrir aquellos espacios que el mercado y su lógica decidieron dejar a la deriva.
Vivimos en un mundo donde Shostakovich es underground, mientras que Daddy Yanquee (Papito Yanqui) es mainstream. Por tanto, la espectacularidad de trasmitir y de hacer cultura son objetos constantes de un noticiero cultural, como lo es el cubano. Sin producción, léase sin financiamiento y recursos, escasamente se logrará el reporte mínimo o la reseña rápida. Hace unos años conversaba con mi amigo el periodista Yuris Nórido, jefe de información de dicho espacio televisivo, sobre la posibilidad de cronicar los procesos culturales, o sea narrar cómo transcurre un día en el Ballet Nacional, con todos los inconvenientes y ventajas, pero desde lo cercano y el calor. Su positiva respuesta fue acompañada por un lamento de “no hay cámaras para filmar exteriores”. Ello en la era en que cualquier productora de reguetón te monta un súper video con vistas aéreas de La Habana, piscinas en azoteas de los rascacielos, autos lujosos y mujeres.
¿Para unos sí y para otros no? ¿Cómo puede ser posible? Sólo si nos guiamos por la ruta del dinero, de la mercadotecnia y el vacío que nos deja la seudocultura. Un noticiero cultural debiera estar en la prioridad, en el meridiano del correspondiente Ministerio, aunque haya miles de reguetoneros reclamando sus shows, giras y luces y humos y bullas de toda laya. Todos los días surge un nuevo balbuciente, pero no siempre tenemos la oportunidad de que la televisión ejercite la crítica de arte de manera profunda, reflexiva e ideológica. Y aquí caigo en un plano necesario, la cultura no resulta un lujo, sino que deviene en el campo primero donde se libran las grandes batallas, los belicismos de todos los tiempos, no en balde el Imperio Bélico Comunicacional de hoy fabrica primero las guerras en la televisión y luego envía a los marines. No olvidemos que la invasión a Irak trajo consigo la destrucción de milenios de cultura sumeria, medo-persa, asiria y babilónica, entre el saqueo y la destrucción de símbolos nacionales.
Hacer una identidad cuesta mucho esfuerzo, mantenerla es un acto de heroísmo, pero defenderla lleva consagración, finanzas y responsabilidad. No podemos pretender que nuestro noticiero resista al centro mercantilista desde la miseria, desde un estudio donde muchas veces se carece del esencial teleprónter y, me consta puesto que he colaborado con ellos, se hace difícil el necesario espíritu crítico y en profundidad. Ya el periodismo perdió la ingenuidad y como arma ideológica no sólo reseña, sino que construye realidades, frente a esto se necesita mostrar nuestra verdad tal y como funciona, pero desde la vergüenza y la honradez, con el apoyo de los factores.
La precariedad no ha tocado sólo a las puertas del noticiero cultural, sabido es que programas como “Pasaje a lo Desconocido” o “Con dos que se quieran”, ambos de exigente factura y, ¡oh falacias del mercado!, con un público inmenso, debieron irse a la alteridad de filmarse en el Capitolio Nacional o en los Estudios Abdala. Ello mientras en los shows televisivos de los sábados y los domingos se persigue la fórmula norteña de recrear y embrutecer, y me perdonan los productores si soy demasiado hosco con proyectos que tienen derecho a existir y cuentan con una audiencia, pero cuyos mensajes, subtextos, dejan mucho que desear en materia ideológica (el hombre de éxito, el triunfo personal gracias al favor del mecenas, el brillo del mercado, los oropeles vacíos). El Instituto correspondiente debiera tomar nota de que programas como el noticiero cultural y “Escriba y Lea” sobreviven casi al margen, mientras una lógica mercantilista se traga las pantallas y promociona espacios a los que no todos podemos acceder.
Hay sí, propuestas que se han ganado el puesto preferencial y que avanzan en un mejor periodismo, ahí está el caso de la “Mesa Redonda” que abandona cada vez más lo anecdótico y la barricada, para convertirse en el espacio por excelencia donde se colocan los grandes temas a debate. Allí quizás la producción esté cumpliendo el papel que debiera darse también en el noticiero cultural. Otros aciertos están en viejos proyectos, como “Historia del Cine” que nos entrega el valor de cada filme acompañado del pertinente comentario, o “La Séptima Puerta”, verdadero acceso a lo más actual de la cinematografía en una era de banalidades por doquier. Pero se nota quizás la falta de promoción a dichos espacios y el exceso de bombo a otros como el “Lucas” que en lo personal no me acaba de convencer, amén de algún video clip de indudable buena factura, resulta programa que en su totalidad dark y “jodedora” no logra la seriedad crítica.
La televisión es arte y quien hace un noticiero cultural, produce, deviene de alguna manera en co-creador de la realidad, a la que debe añadir lo mejor de sí mismo, pero no basta con el talento del hacedor. Promoción y producción deben ir hacia las mismas direcciones que el periodismo, esa vieja deuda de cazar las agendas públicas y mediáticas está en terreno nuestro, no depende de lo externo, más bien determina la resistencia de una cultura que, muy a pesar de muchos, aún no es mercadotecnia.
Heidi Igualada
5/4/18 7:08
Mauro: Me encantan tus articulos. !Felicidades!
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