miércoles, 25 de septiembre de 2024

Doramas, la vida en rosa

El público nacional está bajo el “hechizo” de las miniseries coreanas. Cabe preguntarse entonces, después de casi ocho décadas de tradición “rosa” en Cuba, ¿qué traen de nuevo los doramas coreanos?....

O. Fonticoba Gener en Exclusivo 15/03/2014
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Dramas Coreanos
Los doramas coreanos emplean una fórmula universal: la complacencia.

Debe ser así: el público cubano ama “lo rosa”. Tal vez por la tradición que inició la radio a fines de la década del treinta del siglo pasado cuando se escuchaba la novela radial de “los precios fijos”, de CMQ Radio; y más tarde, cuando el país se detenía para saber de los dramas entre María Elena y el Dr. Alfredo Limonta, en el clásico de Félix B. Cagnet “El derecho de nacer”, es que los cubanos asumen con suma facilidad (y hasta felicidad) las novelas de tema romántico, ya sean melodramas, culebrones, u otro producto de formato más reducido.

Sí, los cubanos: hombres, mujeres, niños… deben amar “lo rosa”. Les corren por las venas las pasiones prohibidas, las intrigas, la zozobra del primer beso, las historias de Corín Tellado, las largas telenovelas brasileñas, y últimamente, los doramas coreanos.

¿Y qué hace un coreano en todo esto —se preguntará—; uno de esos bajitos, de ojos cerrados…? Pues sepa las nuevas noticias: el público nacional está bajo el “hechizo” de las miniseries coreanas.

No han importado las diferencias culturales, fenotípicas, el idioma (tan alejado de la fonética habitual), ni se han necesitado largas producciones o un sinnúmero de horas “al aire”; desde su aparición en el espacio televisivo cubano o en el agenciado por cuenta propia, los doramas llegaron para quedarse.

Sirva de botón de muestra la algarabía que generó, en noviembre pasado, la visita a Cuba del protagonista de “Mi bella dama”, el actor Yoon Sang Hyun; “evento” que fue reseñad, incluso, por los medios nacionales.

Cabe preguntarse entonces, después de casi ocho décadas de tradición “rosa” en Cuba, ¿qué traen de nuevo los doramas coreanos?

Sobre todo en la capital del país, donde más se han transmitido estas miniseries, los televidentes pasaban del Jorgito y la Nina de “Avenida Brasil”, a los Kim Joo Won y la Gil Ra Im de “Jardín secreto” con la mayor naturalidad, como si toda la vida hubiesen visto estos personajes que, a estilo de animado “manga”, protagonizan las más candentes historias de amor.

¡Esa es la cuestión!, ¡los conocen de siempre! ¿No está acostumbrado el público cubano a los triángulos amorosos, a los amores imposibles, a los finales felices, al héroe perfecto y al personaje negativo que pierde todo en el penúltimo capítulo?

Los doramas coreanos emplean una fórmula universal: la complacencia; el ofrecimiento de un producto comunicativo que, sin escapar a los típicos giros dramáticos que emplea la telenovela como género audiovisual, es capaz de “refrescar” la vista del televidente con paisajes hermosos, casas impecables, una tradición cultural envidiable, y no podrían faltar, protagonistas atractivos y virtuosos; sí, porque no imaginen a un coreano “de esos bajitos”.

Estas miniseries no se detienen por mucho tiempo en pasajes desdichados, que transmitan una imagen negativa, de carencias o graves dificultades. Más bien las utilizan como excusa para representar el avance de sus personajes. Y no podría culparse a los realizadores, ¿acaso lo hacen las telenovelas mexicanas o brasileñas que tanto agradan en la Isla?

Si bien es cierto que las producciones televisivas latinoamericanas comparten un patrón de inflexiones y desenlaces, los doramas no se quedan atrás. Como si hubiesen comprendido qué es lo que atrae a la teleaudiencia del otro lado del mundo, han creado un producto comunicativo que no solo satisface a quien lo observa, sino que lo deja con deseos de otra historia, aunque sea igual a la que terminó de ver.

Cada vez más el hemisferio occidental se sumerge bajo la llamada “Ola coreana”. De acuerdo con una encuesta realizada por el Ministerio de Cultura, Deportes y Turismo de Corea del Sur, se estima que del 2011 al 2012 los miembros de los fan-clubs oficiales registrados por esta institución se incrementaron de los tres a los seis millones, aproximadamente. Con un aumento así, ¿qué habrá sucedido el último año?

¿Asistimos a otro efecto de la globalización, de la expansión de la industria cultural? ¿Se estará quedando el hombre sin defensa ante la gran “maquinaria del entretenimiento” que utiliza sus propios anhelos para vendérselos endulcoradamente?

Sí, el público cubano debe amar lo rosa; se ha acostumbrado a los finales felices, a los títulos desgarradores, al “placer de llorar”. Pero no solo es el público cubano. El mundo ama lo rosa, por eso las industrias continúan reproduciéndolo, saben que el mundo consumirá lo rosa, como  si dependiera de ello, como si no pudiera crear su propia novela.

Sí, podemos amar lo rosa. Pero las historias se llevan dentro, se realizan por iniciativa propia. La pequeña pantalla es eso, demasiado pequeña para contener la realidad.


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O. Fonticoba Gener

Periodista, especialista en temas de la realidad nacional.

Se han publicado 1 comentarios


cubitabella
 21/3/14 0:22

el problema de estas novelas es que no son culebrones y cada una tiene un motivo diferente además de tener muy buena aceptación en el público en nuestra tv se han puesto muy pocas a pesar de haber tantas de ellas y con buena calidad

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