Cuando se piensa en Dora Alonso (Doralina de la Caridad Alonso Pérez de Corcho) de inmediato viene a la mente El cochero azul (Editorial Gente Nueva, La Habana, 1975) —uno de las obras de esta narradora, poetisa, dramaturga y autora de textos escolares— devenido clásico de la literatura infantil y calificada como bestseller cubano.
Según el escritor Enrique Pérez Díaz, quien durante más de un lustro dirigió el sello editorial Gente Nueva, El cochero azul fue “un verdadero éxito desde el punto de vista editorial y de público, por su condición de pionero de toda una nueva tendencia de formación artística del relato infantil cubano, a tono con lo más avanzado de la narrativa latinoamericana contemporánea”.
A los cuentos de Dora, traducidos en diversas lenguas, resulta necesario volver una y otra vez, porque en ellos encontramos lecciones de modestia, desinterés, humildad y valentía para enfrentar el destino, entre otros valores. Además, varios de sus poemas han sido musicalizados por importantes compositores.
Desde que la Colección Centenario de Dora Alonso, La Habana, 2009, donde Gente Nueva publicó toda la obra de la autora, no se ha vuelta a cometer esta empresa por ninguna editorial cubana a pesar de que El cochero azul todavía es una obra muy demandada.
No en balde, Dora recibió en vida altos reconocimientos como el Premio Nacional de Literatura, 1988; Premio Mundial de Literatura Infantil José Martí, 1997 y el Premio Magistral La Rosa Blanca, de la UNEAC, en 2000, por el conjunto de su obra para niños y jóvenes entre la que sobresale su novela El valle de la Pájara Pinta (Premio Casa de las Américas, 1980), quizás el libro más galardonado de la literatura cubana infantil.
Muchos escritores del patio han estudiado la obra de quien fuera calificada como “Nuestra más fecunda y multifacética autora infantil”. En opinión de Pérez Díaz: “Su extensa obra —que abarca todos los géneros y es válida igualmente en la prosa y en la poesía— se caracteriza por sus raíces criollas nutridas por lo mejor de nuestro folklore campesino y por su irrupción en la mente infantil con un canto de amor a la vida y a lo cubano”.
Aventuras de Guille, primera novela infantil de las letras cubanas, marcó un parteaguas en el gusto popular. “La aceptación de Guille entre los niños cubanos es notable, quizás su razón radique en la linealidad del hilo narrativo, el tono directo y ágil, los certeros toques humorísticos y dramáticos que enriquecen un hábil uso del suspenso en las aventuras del héroe y sus amigos”, explica Pérez Díaz.
De El cochero azul ha dicho el exdirector de Gente Nueva que es “una deliciosa incursión por el reino de la fantasía en compañía de inolvidables personajes. Un libro original y cubanísimo que, en la vertiente del realismo mágico, traza su itinerario espaciotemporal por nuestro hic et nunc con la gracia e imaginación de un clásico”.
En el artículo Panorama de la literatura y del libro infantil cubanos (publicado en la revista En Julio como en Enero, año 2, nº 3, 1986, p. 12), Alga Marina Elizagaray afirma que Dora es “una escritora con un universo creativo enorme, en el cual la dramaturgia para niños es un género más, pero no por ello menos importante”.
La producción dramática de Dora Alonso para los niños se inicia en 1956, cuando a petición de los hermanos Camejo, escribe para el Guiñol Nacional de Cuba Pelusín y los pájaros. Con esta pieza nace para la literatura cubana el personaje de un niño campesino, Pelusín del Monte, que aparecería en otras obras teatrales y narrativas de la autora. Al año siguiente estrena en el mismo grupo Pelusín frutero.
Su legado está presente en toda la escena nacional, pues no ha habido un solo grupo de teatro para niños en Cuba que no haya puesto en cartelera algunas de sus piezas o cuentos. Espantajo y los pájaros (1962), ha sido representada con frecuencia en Cuba y también fue estrenada en la RDA, Venezuela, Chile y Colombia por constituir esta pieza un canto al “trabajo creador y al derecho del hombre a disfrutar de los resultados de ese trabajo”.
Su larga “experiencia como escritora de diversos géneros le ha permitido encontrar la fórmula mágica de comunicarse siempre con un público muy específico y lograr decirle las cosas más profundas en la forma más sencilla y bella, con un lúcido y acertado empleo de la imaginación creadora” (Freddy Artiles. Teatro y dramaturgia para niños en la Revolución. Editorial Letras Cubanas, La Habana, 1988, pp. 90-95).
“La flauta de chocolate, de Dora Alonso, es algo más que un simple poemario para niños. Este es un libro distinto. De esos que llegan para dejar, por siempre, un dulce y agradable recuerdo. Un recuerdo de amor y alegría. Porque en estas páginas se recoge un haz de versos nacidos de lo más hondo del ser. Un puñado de poemas que son como una fiesta de la imaginación y la fantasía” (Fernando Rodríguez Sosa en Una fiesta de la imaginación y la fantasía. En Julio como en Enero, año 1, n. º 1, 1985, p. 20).
En tanto, otra grande de las letras cubanas, Excilia Saldaña, se refiere a Los payasos de Dora Alonso como una “Lección de maestría (…) Lección de modestia, de rigor profesional y de sabiduría. Lección de creatividad quizás aprendida con Lope de Vega cuando decía: Y cuando he de escribir una comedia encierro los preceptos con seis llaves”.
A todo lo anterior se suma que su original niño campesino Pelusín del Monte —suerte de alter ego que comparte con su creadora los apellidos Pérez de Corcho—, salió de la letra impresa para cobrar vida en forma de figura animada no solo en las tablas sino también en la televisión cubana.
En fecha tan temprana como el sábado 22 de julio de 1961, por CMQ Televisión, Canal 6, salía al aire la primera emisión de Aventuras de Pelusín del Monte, una serie escrita por Dora Alonso y realizada por los actores del Guiñol de los Hermanos Camejo.
La serie permaneció en pantalla algo más de dos años, y sus últimos capítulos se transmitieron a mediados de 1963. Entre 2009 y 2010 volvió a la televisión, como una pequeña sección dentro de la Revista informativa Buenos Días, titulada Despertar con Pelusín, que contó con libreto de Freddy Artiles (1946-2009), dramaturgo, investigador teatral, profesor y especialista en teatro de títeres y para niños, donde los actores de La Proa formaron parte del elenco.
Como resultado de esta larga permanencia en la pantalla, y a sus frecuentes apariciones en el teatro, varias generaciones de cubanos reconocen a Pelusín del Monte como el títere nacional y símbolo de nuestra nacionalidad.
Actualmente, en el lobby del Teatro de la Orden Tercera —sede de la Compañía de Teatro Infantil La Colmenita— se encuentra una réplica de Pelusín del Monte que les da la bienvenida a los niños que asisten al encuentro con el teatro infantil.
Dos años antes de su partida definitiva, Dora Alonso regresó a su Matanzas natal. En ocasión del reestreno de El sueño de Pelusín por el Teatro de las Estaciones, expresó a manera de testamento: “Cuando yo me vaya, cuídenme a Pelusín”.
Dora se refería al muñeco original diseñado y construido por Pepe Camejo, en 1956. Hasta hoy este títere de Pelusín se conserva, con orgullo en la matancera sala Papalote, bajo el cuidado del director y dramaturgo René Fernández Santana.
“Me siento satisfecho de haber contribuido de alguna manera a cuidar de nuestro Pelusín, y seguro de no haberme equivocado al pronosticarle que su más querido hijo literario, Pelusín del Monte y Pérez del Corcho, acompañado por sus hermanos Pulcinella, Polichinelle, Punch, Petrushka, Kasparek, Karagoz, Cristobita, Guiñol y Pinocho, entrará para quedarse en el esplendente y siempre vivo Olimpo de los títeres”. (Freddy Artiles. “Prólogo” a Nuevas aventuras… pp. 521).
ALLAN
18/4/16 15:47
De donde sacaron el nombre de Pelusín
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