El jazz no es cosa de un día. No se trata de armar un concierto a propósito de una celebración a nivel internacional, buscar músicos o bandas que preparen un repertorio apurado y luego la prensa diga: “Cuba celebró el Día Internacional del Jazz”.
En realidad, nuestro país es una cantera innegable de excelentes músicos apegados a este género, a sus fusiones, a sus diversas variantes y, con etiquetas o no, cultores incluso de un jazz cubano. Existen sedes habituales de conciertos y presentaciones, eventos teóricos, jam sessions al aire libre, talleres de intercambio y colaboraciones frecuentes entre jazzistas foráneos y cubanos.
Además, Cuba celebra cada año el Festival Internacional de Jazz Jazz Plaza y estimula la incorporación de jóvenes al género, como lo es el Concurso de Jóvenes Jazzistas Jojazz, a través del cual se premia la composición y la interpretación.
Luego, la vida da muchas vueltas y te enteras de que en importantes festivales de jazz del mundo se presentan en cartel agrupaciones cubanas, aunque no sean sucesos noticiosos en nuestros medios de manera sistemática, como sucede, por ejemplo con Jazz Tumbatá. Y a su vez, encuentras en Arturo O´Farrill el empeño reiterado de compartir con músicos cubanos y grabar en nuestros estudios.
La celebración mundial de este día en 2017 tomó a La Habana como epicentro, y aunque no pude ser testigo de todo lo programado, supe después que fue particularmente especial.
En esta ocasión, en 2018, la sede central es el teatro Mariinski en San Petersburgo y en el concierto de gala Cuba se hará sentir porque figura en el elenco, junto a Herbie Hancock y el ruso Igor Butman, el reconocido baterista, arreglista, productor y compositor cubano Horacio “El Negro” Hernández.
En la escena se presentarán además los norteamericanos The Manhattan Transfer, Ben Williams, Branford Marsalis, Joey DeFrancesco, Dianna Reeves y Kurt Elling, la cantante de Mali Fatoumata Diawara, el japonés Hirano Taku, el marroquí Hassan Hakmoun, el panameño Danilo Pérez y la brasileña Luciana Souza.
En Nueva Orleans, ciudad madre del jazz, se realizaron muchos conciertos por la fecha, y por el tricentenario de esta urbe, y Cuba estuvo ahí también, a través del talento y el carisma de Telmary, quien junto a su banda Habana Sana aderezó lo que músicos como Terence Blanchard y Herbie Hancock propusieron.
No obstante, Cuba adelantó el festejo, y en la capital el público seguidor del quehacer jazzístico en Cuba fue invitado a la sala El Ciervo Encantado y los Jardines del Mella, para “ conectarse” con los ya reconocidos en el ámbito y descubrir a algunos de los que, en próximos años, darán de qué hablar.
No fue rimbombante el espectáculo previsto en El Ciervo Encantado, más bien fue sobrio y virtuoso. Ahí estuve y, por fortuna, una vez más vi a Mario Salvador Rodríguez Morales, de la Escuela Nacional de Arte (ENA), quien fue galardonado en el Jojazz 2017 como el mejor solista menor de 20 años. Excelente su presentación y aplausos interminables para él por llevar el jazz al discurso de un instrumento tradicional como el tres. Le acompañaron estudiantes de su centro docente y del Instituto Superior del Arte.
Seguidamente, la sala sede del grupo teatral del mismo nombre sintió la vibración extraordinaria de Harold López Nussa en el piano, su hermano Ruy Adrián en el drums, Julio César González en el bajo y Maikel González en la trompeta. Buena parte del público prefirió disfrutarlos como colofón del concierto, para llevarse a casa el cierre ideal. Sin embargo, en cualquier lugar de un guion en el que aparezcan son bienvenidos.
Para muchos fue la primera vez que escucharon la propuesta de Otto Santana´s Trio, porque realmente es difícil que pueda unirse el versátil percusionista con el guitarrista Héctor Quintana y el bajista David Fayas con frecuencia. Los tres tienen muchos trabajos con otras agrupaciones, e incluso, intentan canalizar sus inquietudes en proyectos propios, pero es una feliz unión, indiscutiblemente.
Cerca de las diez de la noche llegó al piano Jorge Aragón y el contrabajista Jorge Reyes, acompañado por un baterista que varias veces he admirado tocar y que lamento no recordar ahora su nombre. Fue un buen cierre, claro, sobre todo porque también rindieron homenaje a Emiliano Salvador, y todos salimos de la sala embriagados con sus propuestas.
Aragón, de hecho, fue el único músico que tomó el micrófono, saludó al público y presentó los temas que interpretaría. Una vez más, como opinan muchos, los jazzistas se alejan del auditorio para disfrutar su música, sin tomar en cuenta que la proyección escénica hacia y para el público es vital. Pero ciertamente, cuando los instrumentos se rinden ante majestuosas interpretaciones, ¿qué más pedir?
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