Shakira, Piqué, Clara Chía. Son tres personas reales y a la vez los personajes que, con su anuencia o sin ella, conforman cada día los medios de comunicación, y las redes sociales.
Hace meses que la infidelidad y el posterior divorcio de la pareja famosa y rica ocupa titulares sensacionalistas en todo el mundo. Al drama le sobran ingredientes para ello: no solo los mencionados en la oración anterior, sino además el de “mujer madura abandonada por chica joven” y “familia destruida”.
Múltiples lecturas se pueden hacer acerca de esta ruptura mediatizada hasta la inhumanidad (aunque buena lasca estén sacando de ella sus protagonistas: recordemos que hasta la mala publicidad es publicidad).
Bien valdría preguntarnos qué hacemos discutiendo (sobre todo a partir de la última entrega musical de la colombiana) sobre lo que al fin y al cabo es la vida privada de tres personas, cuando hay tanto definitorio en el mundo que escapa a miradas apasionadas, y lo merece mucho más. En la respuesta, mercado, consumo, manipulación… saldrían por supuesto a relucir.
No obstante, lo que convierte al tema en un asunto candente es que es un drama humano; y, por tanto, cotidiano, que casi todos hemos vivido en algún momento y en alguno de esos papeles. En resumen, nos sentimos identificados y apoyamos o juzgamos, en base no solo a experiencias de vida, sino también a la alarma que despiertan machismos, sesgos y morales dobles en las lecturas de lo que ya viene a ser casi un reality show.
Si en algo coincide la generalidad de las miradas es en que los hijos de la ex pareja Shakira-Piqué están en el medio de ese enfrentamiento, ya no se sabe bien si real o comercial, y muchos se angustian por cómo estarán viviendo las consecuencias de los actos y decisiones de ambos progenitores.
No cabe duda de que lo que antes era una sola familia ha dado lugar a dos (que indefectiblemente tendrá que seguir comunicándose como una sola unidad en lo que atañe a los niños), y de la sensibilidad e inteligencia de los adultos para dejar al margen sus recriminaciones o problemas no resueltos, dependerá el bienestar de los pequeños.
Y ese precisamente, las familias ensambladas, es el tema de esta columna, lo era incluso antes de que Shakira sal-picara a Piqué esta semana, y todos tuvieran algo para decir al respecto, incluso yo, que considero que una mirada crítica sobre esta suerte de circo moderno puede darnos señas de qué hacer y qué no antes las rupturas dolorosas, porque nadie escapa de ciertos excesos y papelazos, lo que sucede es que no los publicamos ni los medios nos persiguen para hacerlo.
El tema de lo que hoy se conoce como familias ensambladas (es decir, aquellas en que al menos uno de los miembros de la pareja tiene hijos de una unión anterior) empezó a ocupar el interés de la ciencia después de la segunda guerra mundial, cuando muchas personas viudas rehicieron sus vidas de parejas.
En las décadas posteriores y hasta hoy, han aumentados los porcentajes de divorcios, de segundas nupcias, y a la par el de mujeres y hombres que asumen los papeles de madrastras y padrastros.
El cine, con su papel determinante de constructor de sentidos, contribuyó mucho a estigmatizar a estas figuras, y la sociedad también ha tardado en ser amable con estas nuevas uniones, sobrepatologizándolas, asumiendo que son el producto de un fracaso precedente, y no protegiéndolas en la ley.
Antes de la década del 80 del siglo pasado se les llamó de muchas maneras, mixtas, segundas, posteriores, no intactas, no biológicas; pero en 1987, luego de que se promulgara en Argentina la ley de divorcio, la sicóloga María Silvia Dameno acuñó y popularizó el término familias ensambladas, que no es indefinido, ni negativo, y alude a la coordinación y a la capacidad musical de unir partes diferentes, que concatenadas se constituyen como un bloque consistente.
Asimismo, en todo el mundo, de forma paulatina, las leyes han otorgado derechos y deberes legales a las madres y padres afines (y ha languidecido el sufijo astro, de innegable connotación despectiva en idioma español). Ejemplo de ello es el Código de las Familias recientemente aprobado en Cuba, que protege todos los tipos de familias existentes, y no valoriza a unas sobre otras.
La guarda y cuidado, el régimen de comunicación familiar y la pensión alimenticia son algunos de los aspectos que ordena el Código al respecto. El padre o la madre afín coordina esfuerzos con su pareja en cuanto a la crianza, establece lazos de afectos y, sobre todo, no sustituye a la figura de la madre o el padre, sino que se convierte en una figura de referencia distinta, pero igualmente esencial para la vida del menor.
Claro que en el proceso de consolidación de una familia ensamblada pueden existir conflictos y reacomodos, entre la propia pareja (que puede ser hetero u homosexual), con los hijos, con la pareja anterior, con otros familiares; pero si lo que prima es el amor hacia los niños, y se usa la comunicación y la inteligencia, estos se reducen considerablemente.
Qué ejemplo tan positivo darían Shakira, Piqué, Clara Chía, y cualquier posible pareja posterior de la cantante, si en el futuro los medios pudieran hacerse eco de cómo mantienen relaciones cordiales y se reparten el cuidado de los hijos.
No vendería tanto, pero muchas personas entenderían que después del rencor y aun a pesar de él, son posibles determinados entendimientos en función de un bien mayor.
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