Ya sé que hemos hablado mucho del tema, pero hoy toca. Es el Día Internacional del Orgasmo Femenino y, por extensión, del placer humano, porque una mujer satisfecha genera un clima distendido en el hogar, el trabajo y el transporte público, como dice un viejo visitante de nuestras peñas, el carismático José Luis.
No entraré en detalles técnicos porque para eso está la infografía de Sexo sentido de esta semana y el libro que compartimos en los grupos de wasa y telegram (mi propia versión de orgasmos mediáticos múltiples), pero sí voy a machacar sobre un aspecto que me encanta: la obsesión de saber si la pareja te finge o no.
Con ese tema nos divertimos mucho un viernes en el Proyecto Delta, en el cine Riviera, porque un estudiante de Cibernética quería saber cuáles eran las señales a buscar en la novia justo durante el clímax para confirmar que todo le estaba saliendo bien.
A la larga, intentaba medir su propia eficacia como amante a través de la respuesta involuntaria de un cuerpo ajeno. Algo así como montar patines y contar las revoluciones de las rueditas a la vez.
Nuestra recomendación al joven, y a todo el excitado público de aquella noche, fue pedirle ayuda a un amigo o amiga que le sirviera de testigo del acto y fuera haciendo palomitas en la lista de posibles respuestas fisiológicas de la conejilla en cuestión… suponiendo que la chica no fuera tímida y pudiera reaccionar naturalmente con un intruso fisgón.
En el mejor espíritu científico, también serviría aplicar el viceversa, sobre todo si no confías en la percepción ajena o estás en la onda de cruzar técnicas y contrastar resultados.
O sea, alguien más le provoca los orgasmos a tu pareja mientras tú observas el proceso, una y otra vez, para ir marcando los indicadores en la lista, y hasta agregar nuevos, porque el asunto del clímax es bastante personalizado y los aportes pueden sorprender.
¿Por qué orgasmos, en plural? Pues porque el cuerpo tiene la divina capacidad de expresar el placer mediante el aumento del ritmo cardíaco, el rubor en pechos, rostro y vulva, la hinchazón en los labios (de arriba y abajo), la dilatación de las pupilas, la respiración acelerada, los sonidos inconexos…
Pero nadie está dotado con una visión gestáltica para observar todas esas señales a la vez en el breve lapso de ocho a veinte segundos que dura un orgasmo común. Mucho menos si además pretende ser quien los provoque (ya saben: ruedita o paisaje).
En serio: por mucho Dota que hayas jugado en tu adolescencia no vas a lograr abarcarlo todo a la vez, y en la vida no puedes hacer control+scroll con calculada frialdad en una escena de esas, sobre todo si has estado en las gradas durante la media hora previa al momento crucial.
Dicho de otro modo, ponte la bata de investigador, usa una lipa con cámara integrada y enfócate cada vez en una parte diferente del cuerpo de tu novia estimulado por otra persona hasta detectar (o no) los cambios referenciados en la literatura sexológica.
¿Que si funciona? Supongo que no… por razones obvias. Si mi novio necesitara pruebas biológicas de que no soy una actriz consumada o una mentirosa compulsiva en cuanto a su eficacia como expendedor automático de orgasmos, creo que me convencería más fácil de cambiar de pareja que de prestarme para su maniático escrutinio.
A menos… A menos que la cosa termine en relax y podamos premiar juntos al sucedáneo (él o ella, observador o ejecutivo) por su valiosa y desinteresada contribución al estudio de la sexualidad femenina.
Ya sé que esas respuestas no fueron nada ortodoxas, pero igual estaban fundamentadas en verdades científicas, así que no falté a la ética por diseñarles el experimento… y además el Delta es un proyecto humorístico, un delicioso nido donde los nerds de la UH aprender a pensar la vida desde el chiste que despierta neuronas, más allá de un pasajero hipo.
¡Ah! Otro elemento a agregar en mi defensa de esa noche de orgásmicas risotadas: como la peña tiene su virtualidad, alguien escribió en el chat que la “doctora invitada estaba loca”, y yo muy dignamente aclaré que no era cierto. Loca sí, pero mi profesión es el periodismo holístico, no la Medicina.
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