Allá por el remoto año de gracia 1618, en San Cristóbal de La Habana está la gente con el corazón en la boca, arma sobre el muslo y durmiendo con un ojo abierto.
La alarma se explica, pues por el Mar de las Antillas no anda un barco de papel –como diría Nicolás Guillén--, sino que merodea una presencia más temible.
Sí: el Caribe es recorrido por el terrorífico GUATARRAL, como se dice en los documentos de la época. (Era demasiado pedirles a nuestros tátara-tátarabuelos que escribiesen correctamente el nombre de Walter Raleigh, corsario, escritor, aventurero y donjuán inglés).
Ah, pero hace sólo unos días escuché a mi buena vecina comentar que su hijo estaba en ABERENTE.
La palabreja quedó dándome vueltas por las circunvoluciones cerebrales hasta que, paseando por el barrio, se me despejó la incógnita. Ahí lo decía, clarito, en el frontispicio de una escuela: “Albert Einstein”.
Y me sentí transportado, como en la asombrosa máquina wellesiana del tiempo, hasta los lejanos 1600 fundacionales, aquellos años en que al muy temido Walter Raleigh lo llamaban GUATARRAL.
No caben dudas: la gente no cambia.
Ricardo
7/3/20 15:44
Hace poco descubrí está revista digital. Aprovecho este espacio para enviar mis felicitaciones a todos los que laboran en tan excelente revista. !Mantengan ese magnífico trabajo!
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