Todo un emblema barriotero, él ejerce su alta magistratura en la ronera de la esquina. (Lo de “alta magistratura” viene por el hecho de que allí las banquetas son desmesuradamente elevadas).
A no dudar, méritos se le sobran para tal categorización. Sí, porque Bembu es un especialista, un virtuoso, un orfebre, en lo que se designa habitualmente, en la parla vulgaris cubensis, como un experto en proferir “cáscara de piña”.
Hace unos días Bembu, ante un vaso de cierto brebaje de dudosa calidad —lo de “dudosa” es un circunloquio— juraba que jamás el general Antonio estuvo en Pinar del Río. (Subrayo lo de “jamás” por el énfasis que él le confería). Claro, coyunturas hay en las cuales uno no puede refrenarse, y le dije que, tras, la Invasión, de seguro no era el mulato santiaguero inconmensurable, sino algún fantasma quien llegó a Mantua.
Ayer Bembu, ante un auditorio embobecido, tan ilustrado como él, en el mismo insigne escenario, aseguraba que cuando el Gran Almirante Christophoro Colombus arribó a Bariay, Cuba no era habitada por nadie. Y hubo que contenerse, para no estrujarle en la faz la cerámica taína que, como todo banense respetable, uno ha excavado desde la adolescencia.
Pero, damas y caballeros, comadres y compadres todos: también hay que preguntarse a quiénes daña el bueno de Bembu con sus dislates garrafales. Sí, sólo a los cinco o seis circundantes, hasta donde llega su voz estentórea y analfabetona.
A nadie más.
Ah, pero ponga usted a un émulo de Bembu ante un micrófono y verá, como dice el pueblo, lo que es “coquito con mortadella”. Porque ahí la imbecilidad se amplifica. Más que multiplicarse, se potencia, a la n, donde n tiende a infinito, por su abarcador alcance, hasta millones de oyentes.
Sobre el tema medito, con dolida reiteración, al sintonizar la radio.
El otro día, allí escuché una singularísima explicación sobre la génesis del cubanismo “guajiro”.
Aseveraban que el término surge durante la invasión de los yanquis, en la guerra del 95. Y continuaban agregando que la palabra se origina por la admiración que las tropas norteñas sentían ante los bravos campesinos combatientes del Ejército Libertador.
Dicen que los muchachos de Teddy Roosevelt, asombrados, los denominaron war heroes, o sea, “héroes de la guerra”. Y que de war hero (con pronunciación aproximada de “uorjiro”) nacería lo de “guajiro”.
Pero no hay tal, amigas y amigos.
En 1840 —más de medio siglo antes del desembarco yanqui— la condesa de Merlin, tras la visita a su ciudad natal, plasma el Viaje a La Habana, donde deja escrito, textualmente:
“Lo que más quiere el guajiro después de su amada es su caballo y su machete”.
En el año 1847 —casi cincuenta antes de que por aquí asomase el hocico un rough rider—, el gallego Bartolomé José Crespo y Borbón, Creto Gangá, en una de sus piezas para nuestro teatro bufo, deja un parlamento que dice:
“La bella virgen que adoro es una simple guajira…”.
Juan Cristóbal Nápoles Fajardo, El Cucalambé, desapareció sin dejar rastros en 1862, treinta y seis años antes de la llegada militar norteamericana. Pero le sobró tiempo para incluir repetidamente en sus décimas la palabra “guajiro”. Como en ésta:
“Las guajiras entre flores
Nacen en tus campos bellos,
Tienen negros los cabellos
Y los ojos seductores…”.
¿Se requiere de más pruebas? Sospecho que no.
Pero sí se impone un comentario final: ¿Por qué no se considera al público? ¿Acaso no lo nombraban “el respetable”? ¿Por qué no investigar decentemente antes de sentarse a desbarrar ante un teclado?
Está fuera de toda duda: lo peor que nos rodea no es Bembu.
Joel
15/1/12 13:55
Me parece muy buena la aclaración, hace unos días había hablado con un conjunto de amigos sobre ese tema... aquí van algunas palabras que sí se tomaron del ingles y las "cubanisamos": Umpire --------------- Ampaya Wagon ---------------- Guagua Big Steak ------------ Bistec Foot it and go ------- Fotingo La palabra deriva de una expresión inglesa. En este caso se trata de foot it and go. Dicha expresión conformaba el lema publicitario de la compañía Ford en el lanzamiento del mítico Modelo T, y pretendía reflejar el revolucionario sistema de tres pedales que la Ford incorporó por primera vez en la historia a sus automóviles, consistente en freno, embrague y acelerador (de ahí lo de «pisar y listo» del lema). Sí, eso que nos resulta tan natural hoy en día fue lanzado a bombo y platillo en 1908, hace más de 100 años.
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